Intentar hacer sentido de la muerte, imaginar que hay vida después, interpretar señales desde el más allá, ver pasar una sombra o escuchar una voz, sentir una «presencia»… pero también que el difunto salga del ataúd por su propio pie, toque a tu puerta, te pida un café o… intente sorberte los sesos.

Animar a los muertos ha sido una de nuestras ficciones más recurrentes. Muchas veces los integramos a narraciones recordando sus palabras, preparando sus platillos favoritos, reconociendo manías heredadas… Otras, describimos una resucitación o una reencarnación. Muchas más, la ficción se vuelve terrorífica porque el susodicho vuelve en vivo (o en muerto) y a todo color (o medio verdoso) para cobrar venganza o nomás para dar un buen susto, tirar mordidas e incrementar su prole.

Espíritus, cadáveres, momias, zombis pueblan las historias de tradición oral y mitologías desde hace milenios y abundan en los libros desde hace varios siglos. Así, de boca en boca, y luego, de página en página, hemos intentado conjurar el final de una vida con palabras que la extiendan. 

Ilustración: Matías Trillo.

En esta entrada encontrarás muertos vivos «buena onda» y otros que preferirás evitar, y también algunos títulos para pensar menos agitadamente en la muerte e intentar encontrar algo de calma. 

 

 

1. Vida del muerto

 David Wapner y Matías Trillo. Calibroscopio, 2021. Argentina.

El difunto en este álbum «vivía bien su vida de muerto» en un pueblo de vivos, un poco tétricos, pero coloridos. Su trabajo consistía en ser velado y enterrado; luego, él mismo se desenterraba. Cada día lo mismo.

En su tiempo libre: leía el periódico, salía a pescar, escuchaba música, andaba en bicicleta… Hasta que se fue haciendo viejo, decidió jubilarse y esperar a la… ¿muerte? ¿Cómo afectará al pueblo el cambio de vida del muerto? ¿Buscará el más allá cuando ve las estrellas? El desenlace, filosófico (el escritor es poeta) y vibrante (el ilustrador es animador), deja pensando, se queda en la memoria. Todo un logro para un muerto. 

El objeto libro también favorece que uno lo recuerde. Podríamos decir que tiene forma de pequeño ataúd. Leer aquí es abrir una animada tumba. 

 

2. El muerto vivo

Isela Xospa y Rudolf van Zantwijk. XospaTronic Ediciones, 2018. México. Descarga gratuita

¡Qué libro tan vivo! Una mezcla de hechos históricos, eventos sobrenaturales, creencias populares y tradiciones, todo contado y dibujado con humor y ternura. 

Primero hubo una guerra, con tantas personas muertas que «no había tiempo de enterrarlas porque todos estaban muy ocupados matando más gente». Los cadáveres al aire libre trajeron una epidemia de fiebre amarilla, más muerte.

Pedro intentaba enterrar a la gente para frenar la enfermedad, pero «no podía creer que las personas estuvieran del todo muertas», así que les dejaba agua y tortillas. Un día, él también murió… o no del todo. Un familia lo escuchó quejarse cuando un niño saltó sobre su tumba y resolverán desenterrarlo. Todos lo quieren, hasta encontrará trabajo.

Esta historia se cuenta en Milpa Alta, pueblo nahua del sureste de la Ciudad de México, por eso el libro es bilingüe náhuatl-español.

—Cuix ca ahmo timiqui ti Pedro? —oquinanquiliqueh in tlacah.

—Ye cualli, ninometztica auh ahmo ninometztica. Tlamahuizoltic.

¿Pero, que no estás muerto, Pedro? renegaron las personas.

Bueno, estoy y no estoy. Es una cosa rara. 

 

 

3. El ataque de los zombis (parte mil quinientos) 

Raquel Castro. Ilustraciones de Joan X. Vázquez. UNAM, 2020

Estos cuentos asustan y dan risa, y son contagiosos. Sería más justo decir que algunos, como «Tengo un secreto», me provocaron auténticos escalofríos, y otros, como «Rosas de la infancia», carcajadas. Ese empieza así: 

Una vez, en mi cumpleaños, me regalaron un zombi. Era la cosa más mona: gruñoncito, apestosito, asesinito. Líndisimo.

Si ya has leído a Raquel, sabrás que es experta en zombis (coordinó una antología con Rafael Villegas llamada Festín de muertos, por ejemplo) y también una narradora que construye realidades bien palpables o fantasías bien locas siempre de tal manera que uno firma el pacto de ficción sin miramientos. O para ponerlo en términos de uno de sus cuentos aquí compilados («Una oferta imposible de rechazar»), es tan convincente que le entregas tu alma lo que dure un cuento.

En efecto, aquí no sólo hay zombis, también revendedores de almas, sombras que se alimentan del miedo, criaturas ancestrales que se hospedan en cuerpos, una chica piraña,  fantasmas al otro lado del teléfono, orquestas ambulantes, gallinas invasoras (que me recordaron al «problema de los conejitos» de Cortázar) y oficinistas revolucionarias. Compartimos aquí, con permiso de Raquel, uno de sus cuentos breves que recrea una escena clásica de película de zombis.

Típico

Típico: despiertas en un hospital, conectado a mil máquinas, y no te acuerdas de cómo llegaste ahí. Gracias a la sabiduría que proporciona estar más de ocho horas diarias frente a la TV, supones que sufriste un accidente. Buscas el timbre para llamar a la enfermera, quien –te imaginas: es lo típico– será joven y guapa, amable y tierna. Llorará sólo de verte (se habrá enamorado de ti durante las largas noches de cuidados intensivos) y te contará del accidente que no recuerdas: de la niñita que rescataste de un ataque terrorista o del presidente al que no arrolló una Hummer porque lo empujaste justo a tiempo.

Pero –típico– la enfermera nunca llega. Sólo cuando te has cansado de esperar te das cuenta de que hay demasiado silencio. Así que te quitas los cables que te cubren y te levantas, muy despacio.

Sales del cuarto, caminas por los pasillos desiertos, encuentras un cadáver y luego otro y otro y otro, todos con el cráneo destrozado, y sólo entonces intuyes que algo anda REALMENTE mal. Típico.

Así que buscas un pantalón y unos tenis, te los pones y sales a la calle que, típico, está llena de muertos redivivos, lentos y rígidos pero implacables, que no te quitan la mirada de encima y que comienzan a caminar directamente hacia ti.

Sientes miedo. No es para menos: hay cadáveres con el rostro destrozado, con fracturas expuestas, con caudas de intestinos polvorientos. Pero te repones del susto y te dispones a huir de ellos, porque piensas que los dejarás atrás. La parte ardua no puede ser ahora. Será más bien cuando –típico– hayas encontrado a una jovencita viva y solitaria, necesitada de amor y compañía.

Y corres.

Y te siguen.

Y te alcanzan.

Mientras destrozan tu cuerpo sientes dolor pero es más fuerte el enojo, más la tristeza, y más (todavía) la desilusión.

Típico, sólo ahora te das cuenta: todas las historias de zombis tienen miles de extras, y tú no eres más que uno de ellos.

 

4. Esos malditos zombis

Efraím Blanco. Lengua de Diablo editorial, 2020.

En una microficción o un cuento breve caben 28 formas de contar un zombi o una distopía o una invocación espiritista o una distopía con zombis y rituales espiritistas. 

Con un amplio rango de voces narrativas y diversidad de ángulos, este volumen consigue, en una mordida, de un solo golpe, en estampida, ese efecto sobrecogedor de las ficciones breves, que en unas cuantas líneas crean un mundo y, si quieren, lo destruyen también (en este caso con un apocalipsis zombi).

El autor parece cómodo yendo de una voz a otra, de zombi a otro, inventando tipologías, y contagia esa facilidad al lector que va de una página a otra casi sin darse cuenta que se terminó el libro… aunque sin dejar de mirar por encima del hombro de vez en cuando. Aquí una muestra:

Una caja imaginaria

El zombi mimo traza con sus brazos podridos una caja imaginaria. En ella, simula atrapar a algún humano, al que muerde con salvajismo y luego le arranca el cerebro para devorárselo. Después agradece al público. Te mira a los ojos y sonríe, mientras camina detrás de ti imitando cada uno de tus movimientos. 

Son de lo peor. 

Efraím también es autor de otro libro muy recomendable: La Balada de los niños muertos (Premio Bellas Artes Juan de la Cabada 2019, ilustrado por Alan Aldana, editado por Naspec/INBAL/Secretaría de Cultura) un impactante conjunto de narraciones y poemas breves en los que se cruzan, con osadía política y creativa, vida y muerte.

 

5. Aquí todos estamos muertos

José Luis Trueba Lara. Grabados de Joel Rendón. Ediciones Castillo, 2021.

Lo más vivo de estos cuentos es la voz: creerás escuchar a quien lo cuenta acostado en una hamaca bajo un cielo de cocuyos o sentado cerca de un fogón con un concierto de chicharras de fondo. Todas son historias orales, que se cuentan en la montaña, campo adentro, o entre ceibas, cerca del mar, y que este versado escritor ha conseguido recrear con maestría, con un tono oral muy verosímil (aunque se hubiera agradecido una aproximación más crítica de la mentalidad machista en muchos de los relatos).

Historias de tradición maya, purépecha, tepehuana, guarijía, mexicanera, hñähñu, pame, nahua, mixteca, popoloca, teenek y chinanteca. En sus páginas hay más ánimas y diablos que muertos vivientes, pero en el cuento que da título al libro, viajaras al Mictlán donde los muertos viven casi como nosotros (nomás que huelen más feo). Herculano, un arrepentido marido, viaja hasta allá buscando el perdón de su esposa, pero ella tiene ya otro marido que le ofrece a Herculano aguardiente de pus y tacos de lombrices asadas en salsa de piojos. Así de sabroso comen por allá en el inframundo, y sabroso (y escalofriante) será también el rato que pases leyendo estos cuentos.

Cuando llegó al Mictlán, Herculano se dio cuenta de que ese lugar era igualito al mundo de los que todavía no se petatean. Aunque no me lo crea, los muertitos también tienen sus milpas y se ponen contentos cuando las plantas se llenan de mazorcas; además, ellos viven en casas y les nacen hijos. La Muerte no detiene los amores, pues ella sabe que, sin cariño, todos se secan hasta que se convierten en las polvaredas que se meten en los ojos para sacarnos las lágrimas. Por eso mismo hay unos que vuelven, y otros que ya nunca regresan. Y a veces, las querencias de los fríos son más calientes que los pleitos de los vivos. 

 

6. Los carcomidos

Agustín Cadena. FCE, 2020.

Su contrincante es o era un hombre. Su mirada -porque a pesar de la carcoma aún tiene mirada- es extrañamente lúcida. Contrasta con el rostro, que se ve ya muerto: un racimo de frutos amoratados a punto de reventar la cáscara. No tiene nariz; donde alguna vez la tuvo queda una llaga cuyos tejidos reflejan con destellos rojizos la luz de las camionetas. Cierto que al intentar hablar le salen sólo gruñidos, una especie de agónico gorgoteo de cañerías, pero sus ojos dicen cuanto es preciso decir. Van del miedo a la ira, de la tristeza a la amenaza y luego otra vez al miedo.

Arturo está a punto de enfrentarse a un «carcomido». Lo reconoce: solía ser su maestro, y pareciera que desde el fondo de esa enfermedad, que lo ha transformado en un monstruo, él lo reconociera también. Pero los dos no caben en la misma jaula y Arturo tendrá que demostrar que puede librarse de su antiguo maestro si quiere sumarse a un inquietante clan caza zombis. 

Arturo es uno de los protagonistas de esta trepidante historia. También están Cristina y Esteban, juntos emprenden la búsqueda de Natalia, hermana de Cristina, quien una noche no volvió a casa. Intuyen lo peor, pero lo peor está realmente por ocurrirles y deberán intentar llegar a una isla si quieren salvarse.

Esta historia de carcomidos o zombis, situada en una selva latinoamericana, consigue volver a nombrar, lo que ya se ha nombrado muchas veces, desde una perspectiva que renueva el interés y extiende el canon de narrativa de «zombis», ese subgénero de la narrativa de terror. Una muestra de la vitalidad de la novela juvenil en México: contra esas fórmulas desgastada que consideran a los jóvenes zombis. 

 

Pensar la muerte

Estos libros podrían ser parte de otra entrada que tal vez te interesará: «La ardilla que soñó y otros libros que dicen adiós». Además, también habría que sumar al listado Una canción que no conozco de Micaela Chirif y Juan Palomino (FCE, 2020), que reseñé a principios de año.

 

El viaje de Malka

Mónica Rodríguez. Ilustraciones de Alicia Varela. Ediciones El Naranjo, 2018.

-¿Se ha escapado de casa? -preguntó el árbol, que era un roble.

-No, está muerta -dijo Malka.

Y esta vez ya no dijo «ha muerto» sino «está muerta» que era parecido, sí, pero no era lo mismo, como si la abuela ya empezara a encontrarse a gusto en aquel estado.

La abuela de Malka murió, ¿o se fue en un barco? ¿Nadará en el fondo del mar con una sirena o volará en una ráfaga de viento entre tormentas? ¿Se habrá mudado a una isla paradisiaca o vivirá en lo alto de una montaña? ¿Se habrá ido a lo más profundo del bosque? ¿Estará con Dios?, ¿existirá Dios? ¿Quién puede responderle?

Malka emprende un viaje navegando estas preguntas en una barca, al lado de una marioneta curiosa, que no ancla respuestas en ninguna orilla y permite que el viaje del que lee sea tan particular y grande como el cariño de Malka por su abuela. 

 

La belleza del final

Alfredo Colella y Jorge González. A buen paso, 2020.

Este álbum lleva en el título el adjetivo que mejor lo describe. Se trata de un microensayo filosófico, con aires de fábula, en la que Nina, una tortuga anciana, se pregunta por su final preguntando a otros qué es para ellos el final. Esto es lo que le responde el ruiseñor:

 El ruiseñor silbó: 

-Cuando canto, pongo notas en fila. Y cada nota termina en el silencio.

-¿Y te da miedo? -quiso saber Nina.

-No, en absoluto. Sin el final de la nota, y la pausa después, no existe la nota siguiente.

-Y cuando las notas terminan y termina la canción, ¿no te da miedo?

-Todavía menos, tortuga. Si una canción no terminara, ¿cómo podría cantar canciones nuevas?

Paso a paso, acompasando su duda, con las teorías o certezas de la oruga, la golondrina, la serpiente, el ruiseñor y el río, llegará al final del libro que cumple lo que promete: desear volver a empezarlo o leer más. 

 

¡Yo quiero saber de verdad qué es la muerte!

Monsieur Mouch y Maria-Paz. Takatuka, 2021.

«Y, ahora ¿qué hacemos?». El gato de Julio caza un pájaro y a Emma le impacta mucho encontrar su cadáver. «¿Y si lo enterramos?», pregunta Emma. Pero Julio no está muy convencido. Una situación parecida a la que enfrentan abuelo y nieto en Querido pájaro (El Naranjo, 2016), álbum de María Baranda y Elizabeth Builes, sólo que aquí el enfoque es más informativo que literario.

Un nuevo enigma respondido en cómic en el que, con humor y curiosidad, esta pareja de personajes, Julio y Emma, repasan distintos ritos funerarios en el mundo y formas de encarar el final de la vida sin tabúes.

 

 

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Entrada No. 231.

Autor: Adolfo Córdova. Ilustración de portada: Matías Trillo.

Fecha original de publicación: 2 de noviembre de 2022.

2 Comentarios »

  1. Muchisimas gracias! Muy interesante La libreria Giannino Stoppani el dia 23 de octubre abriò parcialmente (solo la entrada). Tratandose de un edificio històrico (palazzo Re Enzo) el restauro està bajo la supervision de Bellas Artes, y ya se sabe “las cosas de placio van despacio”. Probalemente estarà disponibl a mitad de diciembre!! Un abrazo Imma Inviato da Postahttps://go.microsoft.com/fwlink/?LinkId=550986 per Windows

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