Detrás de esta lista no hay una metodología compleja, sólo un cuaderno en el que registro y comento los libros que leo. Estos son mis títulos favoritos publicados en 2016. El tiempo para leer, el acceso a las publicaciones y mi interés por ciertos temas, editoriales, experiencias lectoras y géneros literarios, condicionan la selección.

Esta vez he centrando mi recorrido en álbumes y libros ilustrados. Elegí los que me hicieron detenerme a pensar, a recordar y a imaginar, los que me condujeron a otros libros, los que me hicieron querer escribir o hablar. Proponen caminos muy variados pero todos respetan la inteligencia de los lectores y buscan algo… cuestionar, acompañar, dar sentido y atravesar la realidad del lector, con calidad artística y literaria.

Al final de cada reseña he incluido una especie de nota al pie (intertextos): «También favoritos», para mencionar otros libros con algún punto en común (editorial, autor, tema…); algunos no son ilustrados y están dirigidos a un público más juvenil o adulto, pero quise incluirlos porque me parecieron notables.

Todos han sido para mí unas linternas en el 2016: alumbran el cada vez más denso y fértil bosque de las publicaciones infantiles y juveniles, dan cuenta de ciertas búsquedas en la región, de alguna idea de infancia. El viaje es personal, pero están invitadxs todxs.

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el-bosque-dentro-de-mi1. El bosque dentro de mí

Adolfo Serra. FCE, 2016.

El arquetipo del niño salvaje (y su vínculo con el mito del buen salvaje) o la figura del huérfano abandonado en el bosque, de larga tradición en la literatura infantil, encuentran aquí otro camino, un nuevo retorno. Un niño, que no es criado por animales ni enfrenta temibles ogros o brujas, emprende un viaje. Pero no hay heroismos típicos ni batallas campales: el viaje consiste en observar, en contemplar la naturaleza, que significa también, como se anuncia desde el título del libro, hallar espacio para contemplarse. El niño recorre el bosque con calma, sin palabras, acompañado de una criatura (quizás una proyección de sí mismo o de otro parecido a él) y el paisaje, interior y exterior, se va abriendo y transformando. Cuando el bosque termina y empieza la ciudad, la criatura desaparece y el niño se queda solo. Tendrá entonces que mutar, aflorar, si no quiere perderse entre la gente, si quiere encontrar el camino de vuelta al bosque. La amenaza (bruja, ogro) parece esa fría civilización de edificios y personas repetidas, lo que en parte refuerza el cruce ideológico con el «estado de naturaleza» que describía Rousseau: la evocación de un momento originario, una esencia «buena», «salvaje», del humano.

Pero el libro, con tantas capas que también podría ser leído como una alegoría de la filosofía taoísta (portada y contra portada son una especie de ying-yang) y con una estructura tan cinematográfica que hace pensar en una posible versión animada, me parece memorable porque Serra no se detiene en ese juicio de valor: no le interesa evaluar si una cosa es mejor que la otra, quiere contar una historia fantástica. Por eso el libro no termina cuando el niño vuelve al bosque. El inesperado e inquietante final viene después, y hace que releamos todo, nos regresa a la ficción, a esa fabulación en la que están inmersos los personajes. Ese es el verdadero retorno que propone el libro para mí, el regreso a lo fantástico. Quizá sea nostálgico para el adulto que lee; pero para el niño resultará una poderosa afirmación de principios.

Ganador del XIX Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento.

También favoritos. De la misma editorial: Mi pequeño hermano invisible, de Ana Pez, Ema y el silencio, de Laura Escudero y Roger Ycaza y El pozo de los ratonesde Pascuala Corona y David Daniel Álvarez (ya reseñado aquí.) Y para jóvenes, la imperdible edición, ilustrada por Isidro R. Esquivel, de algunos de los más extraños e hilarantes cuentos de Francisco Tario: Entre noches y fantasmas, y el rescate editorial, en cuatro volúmenes, de los cuentos de Juan de la Cabada: El duende, La tierra en cuatro tiempos, ¡Y esta noche que no acaba! y Pasados por agua. Serán un descubrimiento.

 

querido-pajaro2. Querido Pájaro

María Baranda y Elizabeth Builes. Ediciones El Naranjo / Secretaría de Cultura, 2016.

Este libro no me ha soltado desde que lo leí. Escritora e ilustradora crean una atmósfera cálida en la que se antoja quedarse. Pareciera que siempre fuera de tarde, una tarde anaranjada y violeta, y luego la noche. Quizá porque es la atmósfera de una despedida.

Mateo y su abuelo viven ahí. Coleccionan tesoros, imaginan campos verdes con caballos alazanes galopando en medio de la casa y ejercitan sus lenguas comiendo dulces. Un día, el abuelo decide cambiarse el nombre, ahora se llamará Neptuno.
—Porque sí, porque me gusta —dijo él con una voz como de oso en una cueva oscura. Después agregó—: Es el octavo planeta y yo estoy en mi octava década, además es completamente azul.
—Pero tú no eres de ese color.

—¿Te parece que no? —dijo el abuelo y se quedó en silencio.

El buen carácter del abuelo y su complicidad con el nieto hará más llevadero el giro que da la historia: mientras busca y sueña tesoros, Mateo encuentra un pájaro muerto. Con el abuelo, prepararán una despedida. Un libro inolvidable que recuerda a Tantos animalitos muertos de Ulf Nilsson o La gran pregunta de Wolf Erlbruch, y que, como estos, intenta responder a los muchos porqués de la infancia.

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También favoritos. De la misma editorial: otro personaje entrañable, una especie de «flautista de Hamelin»: El viejito del sillón, de Antonio Orlando Rodríguez y Claudia Navarro. Y para más jóvenes, dos declaraciones de amor: Ella trae la lluvia de Martha Riva Palacio Obón y Supergigante de Ana Pessoa.

 

justo-cuando-23. Justo cuando

Eduardo Abel Gimenez y Cecilia Afonso Esteves. Comunicarte, 2016.

Cuando sale el sol / al otro lado de los párpados cerrados.
Cuando hay luna creciente / y aprendés a escribir la letra c.
Cuando la piedra toca el vidrio / pero todavía no empieza a romperlo.
Cuando el trompo da la primera señal / de que alguna vez va a detenerse.
Cuando se unen la primeras dos piezas del rompecabezas.

Un libro para unir los puntos de la memoria. Hecho de esos pequeños fragmentos de experiencias, tal vez mínimos pero peculiares, que vamos recabando a lo largo de la vida. Algunos primeros gestos, primeros aprendizajes, una textura, una sensación, una interrupción, un asombro… el poeta los evoca como si fueran pepitas de oro. Las ilustraciones de Esteves, minimalistas, son también pepitas que confían en la sagacidad del lector para «unir los puntos» (un antecedente en la misma línea: Manuel Marín en Palabras Manzana de Jorge Luján). Armadas con íconos y figuras geométricas, demandan un detenimiento especial, de observador curioso e incluso de artista: una hoja autoadhesiva con círculos, cuadrados y triángulos invita al lector a intervenir las imágenes. El uso del color también establece una dinámica fragmentada del tiempo dentro del álbum: cada doble página es de un color sólido distinto que actúa como fondo para la página con el poema y salta como forma a la página con las ilustraciones de Esteves. Cada doble página es asimismo un momento en la mirada/paseo de Gimenez. Tres momentos, en realidad:

Cuando la araña tiende el primer hilo. / Cuando la rana da el primer salto de su vida / Cuando la ballena termina de crecer. Siempre una tríada. Y una tensión que crece con la anáfora: Cuando, cuando, cuando… ¿por qué cuándo? ¿a dónde quiere llegar el poeta? ¿qué pasa entonces, al final? Unimos los puntos de nuestros propios recuerdos.

También favoritos. Del mismo género literario y ambos de Ramón Iván Suárez Caamal: En un jardín (Ilustrado por Mía May, Secretaría de Cultura de Campeche, 2016) y los poemas de terror de Historias del Niño invisible (Nave de Papel, 2016).

 

el-amario-chino4. El Armario Chino

Javier Sáez Castán. Ediciones Ekaré, 2016.

Le he dado vueltas y vueltas. Termino y vuelvo a empezar. Leo una historia y releo su reflejo. Pero, ¿hay reflejo?, apenas lo leo ya parece el original. Este álbum traza infinitos, . Sus viñetas se leen siempre en viceversa. En ellas están atrapados Anna y Otto, palíndromos y esposos que van y vienen, o vienen y van, de una estancia al cuarto de su pequeño hijo, Kurt (y de regreso). Pero Kurt… No está en su cama. ¡Qué raro! Un momento: ¡Mira! ¡Ahí sale! Estaba en el armario. 

Ese armario rojo pone muy incómoda a la Anna azul. Ese armario azul mucho molesta a la Anna roja. No es un mueble ordinario, según advierte el anticuario Mons Snow en un texto tomado de su obra Antigüedades chinas que funciona como prólogo (¿o epílogo?) del libro, se trata del enigmático Armario Chino. Su mayor particularidad es que sólo puede abrirse desde dentro. A través de él, Kurt sale de un mundo y entra a otro ¿Será el único que conoce las dos dimensiones…? O quizá todo sea un sueño para él y no haya más voluntad que la del silencioso armario.

Javier Sáez Castán (o Nátsac Zeás Reivaj, el ruso), Premio Nacional de Ilustración 2016 en España (completo desconocido en la isla de Tromelin), vuelve a entregarnos un nuevo clásico. 

El tono del libro me condujo a Borges, no sólo porque en él reconozco el uso de datos falsos que quieren pasar por verídicos, como el ficticio texto de Mons Snow (otro juego de reflejo entre palabras), sobre todo por aquel cuento de El jardín de senderos que se bifurcan, y su metáfora de «infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos».

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Pero más allá de estar inserto en esa tradición literaria de mundos paralelos (de la ciencia ficción al terror en Lovecraft, pasando por el armario de Las Crónicas de Narnia), el libro es también un deleite visual que funciona casi como un flipbook, por su sucesión de imágenes, como de secuencia animada. La estructura en sí es perfecta para la narrativa que soporta: ese sistema cerrado, circular, lleno de referencias metaficcionales que le dan aún más coherencia interna. «No empecemos otra vez, Otto», «Cómo se ha enredado esto. Parece como si hubiera infinitos hilos», dicen los personajes, ajenos al guiño autoparódico  (lo que nos divierte más).

«El Armario Chino es un extraordinario libro sin contratapa», ha dicho la prensa internacional, «El armario (el rojo) del que habla ese tal Mons, me pertenece», reclamó, desde el más allá, Mao Tse-tung, «¿El título tentativo de aquel cuento de Cortázar no era La continuidad de los armarios chinos?», cuestionó un bibliotecario argentino. Y aquí voy de nuevo: vueltas y vueltas le he dado, lo cierro y vuelvo abrirlo… este peculiar libro sin contratapa, cuyas viñetas se leen siempre en viceversa, pondrá de cabeza a los lectores.

También favorito. Por mirar los libros como sistemas y no como meros soportes para reproducir fórmulas exitosas, el audaz La isla de los lagartos de Manuel Marín (Petra Ediciones, 2016). 

 

tres-caidas-y-un-salto-al-mar5. Tres caídas y un salto al mar

Esteban Hinojosa Rebolledo. Ilustraciones de Abraham Bonilla Núñez. Ediciones Proceso, 2016.

Andrés estaba resuelto a no hacer ningún berrinche pero las cosas empezaron algo catastróficas. No fue por mudarse al pueblo costero ni por entrar a una nueva escuela ni siquiera por ver a su mamá cada vez más debilitada, lo que amargó la vida de Andrés fue la tiranía en la cancha de futbol de la escuela. Los canallas de sexto año la acaparaban todos los recreos sin ninguna clase de tregua.

Por suerte y ante las revoluciones que está por vivir, no está solo: lo acompaña, a veces contra su voluntad pero siempre con un enorme sándwich de pescado de por medio, su compañera de salón, Margarita Rosa, una niña de pocas palabras y mucho apetito.

Uno de los relatos para niños más divertidos e inusuales que he leído, ganador del Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2013, propone una mirada tan entrañable como atípica sobre los cambios que implica el crecimiento y la construcción de identidad. Y el final inesperado, en el que Andrés descubre algo nuevo de sí mismo, resulta un refrescante salto al mar. Una rareza para el tipo de novelas infantiles que se publican en México.

También favoritos. Por plantear personajes que hacen lo que les da la gana: Poleke de Guus Kuijer con ilustraciones de Agata Raczynska (Castillo, 2016), ya reseñada aquí y la nueva caja de preguntas de Ellen Duthie y Daniela Martagón, Lo que tú quieras (Wonder Ponder, 2016), reseñada acá.

 

la-mujer-de-la-guarda6. La mujer de la guarda

Sara Bertrand y Alejandra Acosta. Babel Libros, 2016.

No es un ángel, es una mujer, la más bella del mundo. Puede ver todo: incluso a Jacinta, esa niña que cuida de sus hermanos, los mellizos. Jacinta también la ve a ella. Mira cómo se acerca a un hombre tirado en la calle, parece muerto, y cómo con sus manos finas, que caen sobre el hombre como notas musicales, lo hace reaccionar. Luego la mujer se va. El hombre, Jacinta no lo había reconocido, es su padre.

Alguien más, otro personaje que se revela al final, nos narra esta historia que parece llegar de otro tiempo, como en los cuentos de hadas de Marina Colasanti, como en el propio cuento que inventa Jacinta, el cuento dentro del cuento con el que duerme cada noche a sus hermanos. La aventura de esos otros hermanos, cercanos a Pulgarcito, que deben escapar de algún tipo de gigante. Este juego de espejos y la ilusión permanente que tiene Jacinta de encontrarse otra vez a la mujer, dan hondura a su carácter y mantienen nuestro interés página a página. Queremos conocer el desenlace de los hermanos del cuento y el de los de la vida «real». Porque también hay en La mujer de la guarda un tono realista, como en las novelas cortas de María Teresa Andruetto. Entre esos dos tonos, maravilloso y realista (tiene, en efecto, algo de realismo mágico), surge esta voz envolvente e íntima. 

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La estructura inusual es otra de las cualidades del libro: primero un bloque de ocho dobles páginas ilustradas por Alejandra Acosta, luego el texto íntegro sin ilustraciones y al final otra vez Acosta con su galería surrealista, como de laberintos y composiciones imposibles de M. C. Escher, en tinta negra y azul. Una belleza, también como objeto, que inaugura una nueva colección de Babel Libros: Frontera Ilustrada. Un libro que va en contra de esa tendencia en los libros para niños y jóvenes de ofrecer certezas: La mujer de la guarda protege pero inquieta y no libra a Jacinta de esa incertidumbre en la que vive, si a caso, le da cierta esperanza, igual que al lector. 

También favoritos. Por reflejar tan magistralmente la psicología infantil: un rescate editorial El letrero secreto de Rosie de Maurice Sendak (Kalandraka, 2016) y, para lectores más jóvenes, la novela Matilde de Carola Martínez (Norma, 2016), situada en la dictadura militar chilena. Y por el tono inquietante y los personajes de otro mundo, la palpitante antología para jóvenes Criaturas, cuentos de extraña imaginación (Carlos Sánchez Anaya-Gutiérrez, coord., Ediciones Castillo, 2016). 

 

abrir-los-ojos-oir-llover7. Abrir los ojos, oír llover

Adriana Sumaya y Jesús Cisneros. La Caja de Cerillos Ediciones, Secretaría de Cultura, 2016.

Este libro me recordó la complicidad entre los hermanos protagonistas de Los bichos bola (Los Cuatro Azules, 2011): una salida al campo y el encuentro con un zorro los hace crecer, cada uno a su manera, pero juntos. En Abrir los ojos, oír llover la cotidianidad de los hermanos, Mateo y Darío, es más urbana (no hay expedición ni encuentro con un animal salvaje), pero la experiencia que comparten me pareció igual de honda.

Mateo tiene 11 años, es mayor que Darío, pero es sordo y eso lo sitúa en desventaja frente a su hermano en algunas ocasiones; quizá por eso Jesús Cisneros a veces lo dibuja más pequeño que Darío, que tiene 7 años y escucha bien. Una tarde se desata una tormenta. Los hermanos están en su cuarto, entre naves espaciales, fotos de futbol, medallas, trofeos, libros y lápices de colores. Darío mira por la ventana la tormenta y pronto desconoce el paisaje: Con sus descargas de luz blanca, los relámpagos eran como grandes y terroríficos ojos abiertos y los truenos se convertían en profundas voces enojadas que gritaban con furia. Cuando el miedo a la tormenta lo vence, Darío grita tan fuerte que Mateo siente la reverberación y corre a abrazarlo. Entonces tendrá con él un gesto que lo hará recuperar su estatura de hermano mayor. 

Lo que hace este libro diferente a otros de su tipo es su calidad artística y literaria, y cómo esta sirve para contar una buena historia más allá de los posibles objetivos didácticos y de inclusión. Una historia sobre dos hermanos cómplices, que se quieren y que crecen, cada uno a su paso, quizás en silencio, pero con el otro.

También favorito. Porque tiene un personaje con una capacidad diferente pero no da sermones sobre la inclusión, la magnífica novela para jóvenes: Lo que guarda un caracol de Paula Bombara (Loqueleo, 2016).

 

 leo-el-nino-fantasma8. Leo, el niño fantasma

Marc Barnett y Christian Robinson. Loqueleo, 2016.

Durante muchos años, Leo vivió solo en una casa en las afueras de la ciudad, donde leía libros y hacía dibujos en el polvo… Hasta que un día una familia se mudó a su casa. Él estaba tan feliz de tener algo de compañía que les preparó té de menta y pan tostado con miel, pero a la familia no le hizo mucha gracia. Leo es un fantasma.

Desde el principio el autor se conecta con los lectores de manera brillante: Una primera doble página que dice: Éste es Leo. / No todos lo pueden ver. Y, efectivamente no lo vemos en la casa, pero al pasar la página Leo aparece en escena acompañado de este texto que refuerza y cierra el trato con el lector: Pero tú sí. / Leo es un fantasma.

Para ahorrarles molestias, el amigable de Leo abandona la casa y se va a recorrer el mundo. Entonces conoce a una niña que cree que Leo es su amigo imaginario. ¿Cómo decirle que en realidad es un fantasma? Una historia muy original que da la vuelta al género de cuentos fantasmagóricos. 

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También favoritos. De la misma editorial: las biografías La palabra exacta. Roget y su tesauro de Jen Bryant y Melissa Sweet y Los matices de Matisse de Patricia MacLachlan y Hadley Hooper. Y por sus personajes que no siempre son lo que parecen Mi maestra es un monstruo de Peter Brown (Océano, 2016) y El cumpleaños de Ardilla de Toon Tellegen y Kitty Crowther (Ediciones Castillo, 2016).

 

trastario9. Trastario

Pedro Mañas y Betania Zacarías. Kalandraka, 2016.

Para renovar el interés en la rima (muchas veces tan reciclada y desgastada) puede bastar un simple cambio de perspectiva. Como en aquella Canción de cuna para dormir a un colectivo (un autobús) de Elsa Bornemann o en la Nana para dormir a un vampiro de Carmen Gil. Gianni Rodari, en su Gramática de la fantasía, fue un promotor de este procedimiento creativo que también usa Pedro Mañas. 

Con un humor e ingenio que no descuidan la métrica y el ritmo, Mañas explora todos los rincones y se detiene en los objetos más domésticos. Su convicción animista incluso los hace hablar: «Tic-tac.» / (Susurraba él.) / «Toc-toc.» / (Susurró la otra.) / Él le regaló un minuto. / Ella suspiró una gota. / Se ha enamorado el reloj / de la cañería rota.

Un cambio de perspectiva, un punto de vista original… o también: establecer un diálogo intertextual: apropiarse de un poema conocido y reescribirlo, como en Trabatrastos: Tres tristes trastos / trotan tráfico a través. / Trisca que trisca que trisca: / trolebús, tranvía y tren. / Tres tristes trastos / retumban tras el telón. / Truena que truena que truena: / tambor, trompeta y trombón. / Tres tristes trastos / me taladran la sesera. / Trina que trina que trina: / tostador, timbre y tetera.

Distintas formas, como si fueran distintos encantamientos, con los que Mañas va dando vida a toda la casa, desde un tornillo hasta una lavadora. Es la característica mirada del poeta la que consigue esta magia. No me sorprendería si después de leerlo, les guiña un ojo el reloj despertador.

También favorito. Porque da voz a otras voces y no discrimina ni al sonido más pequeño, Las onomatobellas, de Ruth Kaufman  (FOEM, 2016), libro ganador del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, en la categoría de poesía para niños.

 

el-bosco-ekare10. El Bosco

Thé Tjong-Khing. Ediciones Ekaré, 2016.

Uno de los libros más complejos, entretenidos y fascinantes que leí en el año. Un híbrido extraño, igual que los habitantes entre sus páginas, a medio camino entre libro juego, álbum sin palabras, narración fantástica y divulgación.

Un niño, Hieronymus cae desde un acantilado a un mundo de criaturas y bestias, la mayoría algo terroríficas, y pierde tres objetos: su gorro, su mochila y su pelota. La historia, el juego, consiste en seguir sus trayectorias y recuperarlos. Simple, porque el esquema narrativo es complejo, toma muchas direcciones: está articulado con múltiples historias que ocurren simultáneamente mientras el niño busca, persigue, es perseguido, auxilia, lo raptan… Cada mirada que intercambia un personaje con otro tendrá una consecuencia. Y a la vuelta de la página todo cambia de lugar. Pero no reina el caos, la composición es tan perfecta y está tan calculada que uno sigue fácilmente la ruta de las historias, algunas más predecibles que otras, para equilibrar, y otras menos aparentes.

Thé Tjong-Khing, devoto de El Bosco, no elimina los colmillos ni las garras ni los picos ni el filo de los cuchillos tan presentes en las pinturas del holandés, pero se concentra más en el paisaje y en los seres fantásticos. Si uno mira las pinturas de El Bosco, en las que se inspira el libro (al final viene un listado, una reproducción de «El jardín de las delicias» y breve biografía del pintor), es evidente la conexión con el juego de buscar y encontrar. El catálogo de personajes es tan amplio y hay tantos detalles que se antoja sacar una lupa. Si hubieran existido los libros para niños tal como ahora, quizás El Bosco hubiera publicado algunos, muy a la Benjamin Chaud, pero con mayor virtuosismo técnico.

Ahora sólo queda continuar la historia. Esa agradable mujer de vestido de lunares que devuelve el gorro al niño y le tiende la mano no es lo que parece.

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También favoritos. De la misma editorial: Diez pájaros en mi ventana de Felipe Munita y Raquel Echenique¿Dónde está Tomás? de Micaela Chirif y Leire Salaberria, ¿Cuánta tierra necesita un hombre? de Annelise Heurtier y Raphaël Urwiller, ¡Paténtalo! de Matgorzata Mycielska y Aleksandra y Daniel Mizielinsk y El gato de Brasil de Arthur Conan Doyle y Manuel Marsol.

 

biblia-sexto-piso11. Biblia

Serge Bloch y Frédéric Bover. Sexto Piso, 2016.

La nueva joya de la corona de los libros ilustrados de Sexto Piso y uno de los proyectos artísticos más asombrosos que he visto.

Esta adaptación a novela gráfica de la Biblia reúne 35 relatos del Antiguo Testamento ilustrados y reescritos con maestría. Las ilustraciones de Bloch, que en algo recuerdan al trazo de Alejandro Magallanes y a la espontaneidad del dibujo infantil, mezclan técnicas y géneros (del collage a la acuarela, de la caricatura al paisaje). El texto de Bover sintetiza en pocas líneas los extensos pasajes bíblicos y los convierte en poemas, lo que enfatiza la naturaleza épica de las historias. Ambos actualizan los relatos tan conocidos y al mismo tiempo desconocidos por todos, como sucede con muchos textos clásicos.

Jacob se oculta / En el fondo del abismo / Y en la oscuridad de la noche, sueña / Y en su sueño ve una escalera descender del cielo. / Por las escalera descienden y ascienden ángeles. Descienden hasta las profundidades y ascienden hacia la luz. Los ángeles cruzan en la escalera. Cada uno lleva consigo un poco de noche al cielo, y un poco de cielo a la noche. 

Aunque no fue publicada en el sello infantil de Sexto Piso, la cercanía con estos lectores es evidente. Por el estilo de Bloch, que en efecto ya ha ilustrado muchos libros para niños, y por la tradición en la que se inserta una publicación así. Algunos de los primerísimos libros para niños fueron adaptaciones de textos religiosos. Todavía hoy, muchos acceden a la lectura con las famosas «Biblias para niños». Ojalá ésta se convierta en una de ésas, creo que sería insuperable. 

También favoritos. De esta misma editorial la nueva edición de Las aventuras de Huckleberry Finn, con una tan necesaria nueva traducción y las ilustraciones de Pablo Auladell. Por su clave de cómic: Los vecinos de Guau Guau son una pesadilla de Mark Newgarden y Megan Montague (Océano, 2016), reseñado aquí, y esa otra biblia de humor gráfico: Calvin y Hobbes, diez años (Océano Travesía, 2016). Y para jóvenes la novela gráfica Nimona de Noelle Stevenson (Océano Travesía, 2016).

 

sonatina12. Sonatina

Rubén Darío. Ilustraciones de Jazmín Villagrán Miguel. Libros para Niños, 2016.

Aunque la lectura por prescripción escolar de antologías y clásicos haya sido muchas veces contraproducente, pues no a todos los niños y jóvenes les gusta repetir como autómatas Los motivos del lobo o Los zapaticos de color de rosa, las ediciones que circulan hoy, que me parece van en aumento y han ganado popularidad, dan la revancha.

Sobre todo porque muchos editores se plantean no sólo reeditar un autor canónico, sino extender y desdoblar sus poemas a través de la ilustración. Coautorías de escritor e ilustrador que actualizan los versos y les dan nuevos significados. Tal es el caso de este libro publicado en 2016 en Nicaragua, para conmemorar el siglo del fallecimiento de Rubén Darío. La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? El deseo de libertad de la princesa, encerrada en el palacio, se materializa con las ilustraciones. En ellas la princesa va hasta el espacio, anda en bicicleta y hasta doma dragones. La solución para su aburrimiento, según Darío y respetando el folclor europeo, es que un caballero venga a buscarla. Calla, calla, princesa –dice el hada madrina–, / en caballo con alas, hacia acá se encamina, / en el cinto la espada y en la mano el azor, / el feliz caballero que te adora sin verte…

Pero la princesa no da indicios de esperar al caballero. De hecho, termina ahuyentándolo con el fuego de su dragón. El contraste de esta actualización a través de la imagen con los versos alejandrinos es atractivo y provoca un efecto cómico. Pero el poema del padre del modernismo aparece íntegro, con su preciosismo del lenguaje y su amplio repertorio de figuras literarias, y eso hace que surja una nueva tensión, una tensión poética entre texto-imagen que mantendrá el interés de los lectores más pequeños.

También favorito. De esta editorial y autor Los motivos del Lobo ilustrado por Santiago Aburto.

 

2 conejos blancos portada13. Dos conejos blancos

Jairo Buitrago y Rafael Yockteng, Ediciones Castillo, 2015.

En representación de algunos de los libros publicados hacia finales de 2015 y que pude leer hasta 2016, este libro que ya había reseñado.

Aunque proliferen los álbumes, todavía no es tan común encontrar propuestas donde el texto y la imagen dialoguen como en este libro, en dos niveles de lectura tan claramente trazados. En uno, el del texto, una niña narra en primera persona su vida viajando con su padre. Mira y cuenta: cinco vacas, cuatro gallinas, cincuenta pájaros, un niño; perros que pasan, autos que pasan; la gente que vive en las vías del tren, las nubes. Todo, menos los soldados. Ella hace preguntas: ¿Para dónde vamos? Su papá no responde. Él está alerta, pensativo, silencioso. No responde, pero las ilustraciones sí. En ese otro nivel de lectura está el viaje que reconocemos y que empezamos a encontrar en más libros para niños: el de los migrantes de sur a norte.

Ya en el magnífico Migrar (Ediciones Tecolote, 2011) compartíamos la mirada de un niño que deja su casa y se sube La Bestia para llegar a Estados Unidos. Dos conejos blancos es un libro hermano, pero aquí no es la voz de la niña la que da orden y tiempo a la narración, son las imágenes, llenas de sombras y cielos, las que nos llevan. Los paisajes se abren y se cierran; los personajes suben y bajan, corren, se tallan los ojos, trabajan, juegan, pero están juntos, la hija y el padre. Él la sostiene y si se aleja la llama enseguida, porque el entorno es amenazante. Rafael Yockteng no lo maquilla, aunque tampoco dramatiza de más. Y el final no es conclusivo, porque es difícil decir qué pasará en estas historias, pero tampoco es desesperanzador. El lector, sabe, por lo menos, que son dos, y están juntos.

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También favoritos. Todos libros publicados en 2015, pero leídos en 2016: Un diamante en el fondo de la tierra de Jairo Buitrago y Daniel Blanco Pantoja (Amanuta), Criatura de mar y otros cuentos de David Almond, Escucha las sombras bajo el palmar de Mariana Osorio Gumá (Ediciones Castillo), Monos, mensajeros del viento de Juan Carlos Palomino y Ana Paula (Tecolote), Botánica Poética de Juan Lima (Calibroscopio), La más densa tiniebla de Antonio Malpica y Joaquín Aragón (El Naranjo), Escalera al cielo de Andrés Acosta y Richard Zela (Ediciones SM), El cuervo de Edgar Allan Poe (UANL), Con el ojo de la i de Mar Benegas y Olga Capdevila (A buen paso), Apapachaditos, arrullo de juegos del grupo Abriendo Rondas (Ediciones La Terraza), Viernes Verdes de Dipacho (Lumen) e Invencionario de Silvia Katz (Taller Azul).

 

el-agua-introduccion-a-la-musica-de-concierto14. El agua. Introducción a la música de concierto

Ana Gerhard. Ilustraciones de Magarita Sada. Océano, 2016.

La tercera entrega de esta serie de libros (le preceden Las aves y Seres fantásticos) para acercar la música de concierto a los niños es otro acierto editorial. Libro-disco con 20 obras de diversas épocas y estilos compuestas por grandes figuras de la música clásica como Bach, Vivaldi, Beethoven, Debussy, Händel, Liszt, Ravel y, representando a México, Silvestre Revueltas y Mario Lavista.

Es posible sólo escuchar el disco y la breve introducción sobre cada pieza, el libro tiene cierta autonomía también, pero el sentido es combinar ambas experiencias. Una pequeña biografía del compositor, información sobre cada pieza musical y una guía de audición integran cada doble página. Escucharás las enormes olas, representadas por arpegios de las cuerdas y las maderas, que llegan a los agudos para descender vertiginosamente hacia los graves. Por encima de todo, con su sonido penetrante el triángulo va creando una sensación de tensión cada vez mayor, y el toque de los platillos evoca el romper de las olas contra la quilla del barco…

La selección de Ana Gerhard es en sí misma muy sugerente y despierta curiosidad: «Agitada por dos vientos», «Nocturno marino… para el fin del tiempo», «Juego de las olas», «Árbol de lluvia»… Además incluye algunas de las adaptaciones musicales de clásicos infantiles como «Naufragio del barco contra las rocas» de Scherezada y «Barcarola» de Los cuentos de Hoffmann. Un glosario de términos y una cronología de compositores y periodos musicales cierran el concierto.

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el-detective-intringulis-y-el-secuestro-de-mimi15. El dectective Intríngulis y el secuestro de Mimí

Amaicha Depino e Ileana Lotersztain. Ilustraciones de Fabián Mezquita. Ediciones Iamiqué, 2016.

Además de tener una de las portadas más cómicas que he visto, este nuevo misterio por resolver del detective Intríngulis hace que uno sienta desesperación por saber, por aprender a leer todas las pistas y desentrañar quién secuestró a la caprichosa mascota de Madame Glamour.

Una pisada, una mancha de sangre, un vidrio roto, una nota de rescate ofrecen más información que la que el criminal (y el lector) imagina. Aquí descubrimos cómo el más mínimo error puede condenar a cualquiera. Primero un cómic y luego dos dobles páginas informativas, con diversos saberes científicos, casos reales (y hasta insólitos) y pequeñas infografías. Completan la indagatoria en la que nos vemos involucrados una serie de experimentos para hacer en casa. Todo con el humor sutil que caracteriza a esta editorial. Otro hit de Iamiqué que habla al Sherlock Holmes que llevamos dentro.
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También favoritos: De esta editorial Ciencia para pasar el invierno de Valeria Edelsztein y Javier Reboursin y ¿De dónde vienen esas voces? de Lucila Carabelli y Mariana Ruiz Johnson. Y por invitarnos a resolver un misterioso asesinato, con una documentación exhaustiva sobre el México de principios del siglo XX, Tinta y ceniza de Luis Bernardo Pérez (SM), novela policiaca ganadora del Premio Gran Angular 2016.

 

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Imagen de portada de Adolfo Serra.

 

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