Maestra contemporánea del cuento de hadas, Marina Colasanti, también poeta, pintora y periodista, ha sido reconocida con el prestigioso Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. En esta entrevista, que recupero del archivo del blog, comparte cómo descubrió la literatura universal, a muy corta edad y por accidente; los juegos de infancia al lado de su hermano, en medio de mudanzas, amigos imaginarios y guerras; y algunas claves de su trabajo como cuentista. Cada respuesta la retrata como una autora cercana y respetuosa de los lectores, que ha sido reconocida por el jurado del Premio precisamente por «la calidad literaria de su obra expresada en el rico lenguaje poético, el elogio a la fantasía y el uso y dominio de lo simbólico; por la relectura valorativa del cuento de hadas, así como por la construcción de personajes profundos, bien consolidados y con un gran mundo interior».

 

‘¿Las serpientes se enroscarán en las ruedas de nuestras bicicletas?’

Marina Colasanti ilustra1
Ilustración de Marina Colasanti para su cuento: «El castillo que se va».
Nieve y bosque. Los caballos galopan al límite, arrastran el trineo en el que va la niña. Los lobos están muy cerca. Ella mira hacia atrás, su capa hondea como un látigo entre las dentelladas. ¡Más rápido! No es suficiente, tras un último impulso, un lobo salta dentro del trineo. ¡Ella salta también!, hacia el frente, intenta montar uno de los caballos pero cae con un grito… sobre el sillón de terciopelo azul. Su abuela despierta de la siesta con ese grito. ¡Marina!, le dice. Pero esa no era Marina, era una niña rusa que escapaba de una jauría de lobos hambrientos, una piel-roja escondida en una cueva, una pirata sumergida en el mar, una exploradora, una náufraga, una viajera, una contadora de historias de otro tiempo. Desde niña, Marina Colasanti es otra, otras, muchas. Su infancia se divide en tres, como tres son las pruebas que pasan los héroes en los cuentos de hadas. África, Europa y América. Nació en 1937 en Asmara, la capital de un país muy pequeño, Eritrea, antiguo dominio italiano y vecino bélico de Etiopía. A los cuatro años de edad, y en plena guerra, su familia se muda a Roma. Luego, a los 11 años, vuelan para siempre a Río de Janeiro. Entonces sus juegos se llenarán de selva: “¿Será que podremos andar en bicicleta en el jardín o las serpientes se enroscarán en las ruedas?”, se preguntan su hermano, Arduino, y ella antes de partir. En su autobiografía de la infancia, Mi guerra ajena (Babel, 2013), Marina cuenta que un día, para satisfacer las ansias del viaje a Brasil que se demoraba en llegar, su madre les regaló dos plátanos, escasos y caros en aquella época. No era raro comerlos en África, pero ya hacía tanto que no probaban uno. Mares y tesoros. Al pie de una ventana en el cuarto de su abuela, Arduino y ella comen muy lentamente cada plátano, y cuando no hay más, raspan las cáscaras con los dientes hasta dejarlas translúcidas. Selva, monos, guacamayas, y plátanos. En Brasil habrá montones. Pero Marina pudo no haber volado a Brasil (¿sería hoy otra mujer italiana, muy distinta, radicada en Roma?), su papá decidió de pronto que ella se quedaría con su abuela, para acompañarla. Eso Marina lo supo muchos años después. En aquel momento, su padre dijo que ella no podía ir a Brasil porque allí no había dentistas calificados para continuar el tratamiento odontológico contra sus caninos rebeldes. Marina era una niña decidida, y luchó.
Marina Colasanti con su mamá
Año 1947 o 48. Marina con su madre, en la casa de su familia en Roma. poco antes de mudarse a Brasil.
Le parecía que hacía falta un milagro para cambiar la opinión de su padre, así que fue con su abuela a una iglesia donde tenían una imagen de Nuestra Señora de Lourdes y le prometió dejar de comer postre hasta que la dejaran viajar. Ni un pedacito de fruta aceptaba, aunque le rogaran. Y para ayudar un poco a la Virgen, también le escribió una carta a su padre. Marina no cuenta qué le decía exactamente en la carta, pero meses más tarde llegó la respuesta del padre. Decía que había encontrado un buen dentista en Brasil. Montañas, secretos. Como personaje de cuento, Marina había pasado las pruebas y voló al tercer continente, con su cuaderno marrón, sin su teatro de marionetas, a la conquista de una tierra lejana y exótica. Como en una de las novelas que leía, de Stevenson, de Verne, de Salgari. Niña convertida en ave. Lluvias torrenciales, plátanos en abundancia, tigres, rayos.  

‘No queríamos hacer nada más que leer y seguir leyendo’

¿A qué jugabas cuando eras niña?

Hasta los ocho años mi niñez estuvo inmersa en el ambiente muy especial de la Segunda Guerra Mundial. Así que fue una niñez casi sin compañía de otros niños, mientras nos trasladábamos de una ciudad a otra, de una casa a otra. Éramos tan solo mi hermano, un año más grande, y yo. Para llenar tanta soledad, tuvimos dos amigos imaginarios, también una pareja de hermanos, que fueron nuestros compañeros de aventuras a lo largo de un año o dos. Se llamaban Nino y Pía. De dónde sacamos esos nombres, no tengo idea. Cuando era posible inventábamos aventuras en la nieve y en la naturaleza. Casi no tuvimos juguetes, no eran tiempos para eso. Me acuerdo que tuve una única muñeca. Pero leíamos muchísimo, y de las historias de los libros inventábamos otras historias. Nuestra soledad terminó después del final de la Guerra, y entonces tuvimos amigos y fuimos pielesrrojas (mi nombre en la tribu era Sole Ridente, Sol Risueño). Hasta venir a Brasil, donde, otra vez solos, jugamos mucho a Tarzán en el inmenso parque que pertenecía a mi familia. Pero entonces ya tenía 10 años, y luego dejé de jugar.

¿Por qué dejaste de jugar?

Porque después de ese periodo de Tarzán y de exploración de la naturaleza, ya leía cosas de grandes y tenía que tratar de adaptarme a una nueva cultura, una nueva lengua, una nueva escuela. Y luego pasé un año interna en un colegio de monjas, y ahí lo último que podía pensar era en jugar. Por eso me ubicaba tan bien en la imaginación.

¿Cuál es tu primera historia de lectura?

Tenía poco más de 6 años (me alfabeticé a los 5), y mis padres, para entretenernos, pues recién llegábamos a una nueva ciudad donde no conocíamos a nadie, nos regalaron una colección de clásicos adaptados para la juventud. No eran para los más chiquitos. Nuestros padres se equivocaron. Y fue una suerte y una dicha. ¡Descubrimos la literatura universal! No lo entendíamos todo, pero lo que entendíamos era tan estupendo que fue una revelación, una epifanía. No queríamos hacer nada más que leer y seguir leyendo.  

‘Los cuentos de hadas no pertenecen al género infantil y juvenil’

Marina Colasanti
Principio de los años 60, en Ipanema. Marina estudia Bellas Artes, quiere ser pintora.
Marina empezó otra vida en Brasil. Ya convertida en una joven vivaz de cabello corto, decidió estudiar Bellas Artes, pero luego trabajó de periodista y presentadora de televisión… hasta que descubrió los cuentos de hadas. O ellos la descubrieron a ella. Así lo cuenta en una entrevista realizada por Galia Ospina para la revista Babar: “Un día tuve un espacio a rellenar (en el periódico en el que laboraba), pero nada para poner; ni un juego, ni un dibujo, nada. Entonces pensé que a lo mejor podría trabajar con un cuento clásico, escribirlo otra vez cambiando el orden y pidiéndoles a los niños lectores que lo arreglaran. Yo misma haría la ilustración. Elegí La Bella Durmiente, que todos los niños conocen. Pero de regreso a casa, cuando comencé a escribir, poco a poco me salió otra historia, un cuento de hadas que titulé Siete años, y siete más. ¡Quedé estupefacta! Había entrado en la cueva de Alí Baba, y decidí inmediatamente que no la quería dejar. Pero no sabía la palabra mágica, no sabía cómo había logrado entrar en ese otro universo. Tuve que trabajar internamente para descubrirlo.” Y así lo hizo. Entró más de cien veces a esa cueva. En marzo de 2015, en el Salón del Libro de París, con Brasil como país invitado de honor, se presentó el primer libro que reunió todos los cuentos de hadas que había escrito hasta entonces: 117, e ilustrados por ella. Marina hoy publica poesía, da conferencias, firma libros, descansa en su casa de la montaña con su marido, Affonso Romano de Sant’Anna (también escritor y periodista), camina por la playa de Río, entrevista a la mujer que vende las frutas, se ríe mucho, adopta pichones que cayeron de su nido, platica con cualquier lector que se le acerque, pinta y habla con las hadas.  Conocí primero su voz. Fue en Bogotá, en el Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil (Cilelij). También entonces la leí por primera vez, pero en voz de Maria Teresa Andruetto. En un día de campo literario organizado por el congreso, Andruetto leyó el cuento de Marina, “Como un collar”. Veía a Marina, callada y sonriente, con un broche plateado y un suéter azul rey. La voz en sus cuentos de hadas me parecía que la describía de principio a fin, a ella también, como a un personaje de su escritura. Luego la oí cuestionar ¿qué era lo real? ¿quién medía lo fantástico? ¿no era mágico también transformarse de bebé a mujer?
Marina cerca de los 2 años de edad en Trípoli, Libia.
La fantasía había sido su refugio en la guerra, la fantasía es un sitio real. La vi por segunda vez en Buenos Aires. Y otra vez al lado de María Teresa Andruetto, en la conferencia inaugural de las Jornadas Internacionales de LIJ. Estaba ahí por casualidad y tomé un taller con ella. Cabello rojo, suéter verde. Biblioteca, bosque. Los cuentos de hadas no pertenecen al género infantil y juvenil, es un error generalizado. El valor de un cuento de hadas es su posibilidad de muchísimas lecturas, para cualquier edad, decía. Habló de los cuentos de hadas con un misticismo que provocaba un silencio profundo en el salón. Dijo que mientras escribía cuentos de hadas no podía escribía nada más que eso. Sentía una voz de otro tiempo llevarla a lugares que no entendía cómo podía conocer. Sus hijas le habían regalado una edición exquisita de los cuentos de los Hermanos Grimm. Le parecía un objeto precioso, pero no quería leerlos. Temía contaminar su arte.

¿Por qué escribes cuentos de hadas?

No salí a buscarlos. Me llegaron, o me llamaron. Y si te metes con ellos, ya no es posible abandonarlos. Escribir cuentos de hadas es una experiencia de pura emoción, como si cada uno fuera un regalo de los dioses.

¿Qué tienen los cuentos de hadas que fascinan?

Los cuentos de hadas nos fascinan porque nacen de fuentes míticas, están conectados con los sentimientos más hondos del alma humana.

¿Cuál es tu cuento favorito?

De niña me encantaba La Sirenita, es una bellísima historia de amor (muy anterior a Andersen), que analicé en un ensayo. Pero fue contaminada por el terrible espíritu dulzón de Disney. Hoy me gusta mucho Barba Azul, que habla del enfrentamiento entre crueldad e inocencia.

¿Por qué los clásicos?

Si no leemos los clásicos perdemos nuestra génesis literaria, perdemos nuestra historia, un trance por el pasado que sigue siendo muy necesario, importante.  

‘Quiero un lenguaje palpitante como una vena’

Marina colasanti ilustración
Ilustración de Marina Colasanti para su cuento «Como un collar».
Marina ha sido reconocida porque el tono de sus cuentos de hadas se acerca tanto al de los clásicos que uno cree estar leyendo un manuscrito de hace 300 años, encontrado recientemente. Y también por llevar más al centro, en esa tradición, a protagonistas mujeres. Es una escritora feliz con su obra. Castillos, amuletos. Se conmueve con sus textos, se le pone la piel de gallina; sonríe cuando encuentra la frase justa, se ríe y golpea la mesa si da con su desenlace perfecto. Y sigue escribiendo. Una idea toda azul, su primer libro de hadas, fue nombrado el Mejor Libro para Jóvenes de la Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil de Brasil en 1979. Lejos como mi querer ganó el Premio Norma-Fundalectura en 1996 y en 2010 Passageira em trânsito, obtuvo el Premio Jabuti en la categoría poesía. Y, sin embargo, es muy difícil conseguir sus libros en México. Confiamos en que esto cambie con su reconocimiento reciente, el mayor para un autor de LIJ en Iberoamérica: el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil 2017. En conferencia de prensa tras recibirlo dijo que la noticia significaba para ella «el coronamiento de toda una vida de trabajo», y también dejó claros algunos de sus principios como escritora: “No intento ir en búsqueda de lo que quieren leer los lectores, sino escribir lo que quiero escribir y desear que les guste, porque cuando le da uno a los niños lo que ellos quieren, es verdad que no les das nada, tan solo distracción y diversión, pero no es mi tarea divertir, mi tarea es emocionar, hacer pensar, abrir interrogantes, esa es mi tarea”. El galardón será entregado el próximo 28 de diciembre, en la FIL, Guadalajara. Los ganadores anteriores de este premio han sido Juan Farias (España, 2005), Gloria Cecilia Díaz (Colombia, 2006), Montserrat del Amo y Gili (España, 2007), Bartolomeu Campos de Queirós (Brasil, 2008), María Teresa Andruetto (Argentina, 2009), Laura Devetach (Argentina, 2010), Agustín Fernández Paz (España, 2011), Ana María Machado (Brasil, 2012), Jordi Sierra i Fabra (España, 2013), Ivar Da Coll (Colombia, 2014), Antonio Malpica (México, 2015) y María Cristina Ramos (Argentina, 2016).

¿Qué buscas cuando escribes?

Lo que busco cuando escribo es mi propia emoción. Si una historia no me emociona, tampoco me interesa, y no la escribo. Y estoy siempre en la búsqueda de la calidad máxima del lenguaje (máxima, seguro, dentro de mis posibilidades). Quiero darle al lector, de cualquier edad, palabras frescas como si fueran nuevas, puestas una al lado de la otra de para crear alguna sorpresa, para establecer una vibración vital. Quiero un lenguaje palpitante como una vena.

¿Cómo se consigue que un niño ame los libros?

Amándolos cerca de él, frente a él, con él. Sembrando libros en su cotidiano, que estén presentes, cerca de sus manos y de su deseo.

¿Qué te sorprendía de niña? ¿Qué te sorprende hoy?

Con una vida siempre al borde de cambios, necesitando constantemente conocer y ambientarme en nuevos países, nuevas ciudades, nuevas situaciones, creo que fui una niña muy atenta. Pero no sorprendida. La belleza y los mecanismos de la naturaleza siguen sorprendiéndome, pero no es exactamente sorpresa, sino encantamiento. No me sorprendo. Intento entender. Igual que los árboles, las hadas no han cambiado, son las mismas desde hace siglos. Siguen transformándose en lo que quieran. Viven entre los bosques y las selvas, bajo el agua, en cuevas. A veces van de un continente a otro, cuentan historias, publican libros. Marina dice que no se sorprende, ella vive en el encantamiento. Desde niña escribe, juega, es otra, otras. Nieve, lobos.


PARA LEER A MARINA

entre la espada y la rosa Con silbo de serpiente, la flecha lo alcanzó. Un estremecimiento, un volar de plumas y sangre, un rasgar de carnes. Atravesado el cuerpo gris, ni siquiera así se aplacó el hambre de la punta de hierro. Que avanzó aún más. Y fue a clavarse en el corazón de la princesa. Se agitan al viento las negras ramas. Caída sobre la nieve, deshecho el capullo del chal, la princesa cierra lentamente los ojos que había demorado tanto en abrir. Pero de la herida en el pecho del palomo rueda una perla, después otra, otra más. Catorce perlas escurren como gotas sobre el albo cuello de la princesa. Y, preciosas, anidan alrededor de su garganta. Como un collar. (Fragmento del cuento «Como un collar» en Entre la espada y la rosa, Babel, 2007). La musicalidad en los cuentos de hadas de Marina Colasanti hipnotiza. Sus historias y su lenguaje parecen de otra época, la de los hermanos Grimm o la de Andersen, fluyen con una ligereza seductora, etérea, que deja con ganas de más. Igual que en los cuentos clásicos, sus personajes se enfrentan al abandono, a la muerte, a la pérdida del padre o la madre, a la fortuna, a la pobreza… y tienen esa cualidad binaria y arquetípica de “buenos y malos” cuya eficacia en el desarrollo de una historia es indiscutible y que, con la prosa poética de Colasanti, fascinan una y otra vez.

OTROS TÍTULOS

MÁS DE MARINA COLASANTI: http://www.marinacolasanti.com

 

Foto de portada cortesía de Marina Colasanti. 

Entrevista publicada originalmente el 19 de marzo de 2015.  

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7 Comentarios »

  1. ¡Bravo! Bellísima Marina, y bellísimos esta entrevista y tus comentarios, Adolfo. «Elogio a la fantasía», dice el jurado. Vaya, quizá en la medida en que más autores extraordinarios como la propia Marina obtengan su grandeza desde los reinos imaginativos la academia dejará de odiar o humillar tan sostenidamente la imaginación, aunque sea por desgaste. ¡Esperemos! Y sigamos resistiendo mientras tanto, así sea con dedos ensagrentados al borde de los riscos.

    Es una lástima que aquí sea tan difícil conseguir libros de la autora. Espero de todo corazón que su compilación de cuentos de hadas se traduzca al español (no sé si se ha hecho ya) y circule por toda Latinoamérica. Los necesitamos tanto en estos tiempos oscuros y miserables que es de no creer.

    En fin, gracias por compartirnos un trabajo tan hermoso, como siempre.

    Un abrazo.

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