Mi abuela es un río, mi abuelo tiene un ojo de vidrio. ¿Y si les cuentas tú?
Una de las cosas que más disfruto es leerle a alguien más. ¿Y si celebramos el Día Mundial del Libro leyéndole a otro? En particular: a tu abuela o abuelo […]
Expediciones a la literatura infantil y juvenil
Una de las cosas que más disfruto es leerle a alguien más. ¿Y si celebramos el Día Mundial del Libro leyéndole a otro? En particular: a tu abuela o abuelo […]
El año pasado escribí por aquí, en una entrada más bien pensada para adultos, que la infancia y la vejez se parecen en algunas cosas, que a veces los ancianos y ancianas se sienten un poco ignorados e incomprendidos, como tal vez te ha pasado a ti; que no les gusta que les digan todo el tiempo qué hacer y que los regañen, ¿te suena?; o que vuelven a ver el mundo con ojos de asombro ¡e incluso los obligan a bañarse y a comerse las verduras!
Por esa cercanía natural, y porque jugar con las palabras y escuchar cuentos es otro gusto que comparten, seleccioné aquí libros que son celebración de ellos y ellas, historias de abuelos y nietas cómplices, de abuelas y nietos que juegan, cantan, escapan, conocen el mundo juntos. Ya sea que sigan lejos o que les hayas tenido siempre cerca, la idea de esta entrada es que pruebes contarles o leerles un cuento tú. Quizá ya lo hayas hecho y a lo mejor hasta les escenificaste o bailaste un par de escenas. Si es así, aquí hay más opciones, con un par de títulos de descarga gratuita y muchos más que puedes conseguir con tu librero o bibliotecaria de confianza.
También hay libros en donde las personas mayores tienen una vida más allá de su título de «abuelo» o «abuela». Esos me gustan particularmente. Imaginar a la abuela de Caperucita no en función de una espera (que llegue su nieta) sino yéndose de excursión con amigas o un novio el día anterior hasta que la sorprende una tormenta y por eso cae enferma. Esos mundos propios me hacen pensar en libros como Las tortugas nunca duermen de Esther Pardo y Miguel Díez Lasangre (Ekaré, 2018), Nuncaselolvida de Alejandra Algorta e Ivan Rickenmann (Babel, 2019) o El nombre verdadero de Alejandra Correa y Matías Acosta (La Gran Nilson/ Ediciones de la Terraza, 2020). Este último sí es contado desde la perspectiva de una nieta, pero centrándose en la rica vida de su abuelo. Lo reseñé entre los mejores libros que leí el año pasado y se puede descargar de manera libre aquí.
Yo creo que más adelante haré otra entrada preguntándome más cosas sobre la vida privada de la mujer mayor a la que Caperucita llamaba «abuela». Sobre ella y otros libros que retraten ancianos. Por lo pronto aquí estos. También puedes empezar por preguntarles o recordarles sus historias (¡incluso grabarlas en audio o video y compartirlas con tu familia!), luego arrancarte a leer y hasta escribir un cuento juntos. Y si desafortunadamente ella o él ya se adelantó, estas sugerencias pueden ayudarte a recordarles o podrías hacerles tú mismo un libro homenaje.
Y si eres abuelo o abuela y estás leyendo esto, compártele a tu nieto o nieta esta entrada. Confío en que disfrutarán estas lecturas o buscarán en sus libreros otras con abuelos y abuelas.
Este libro canta el recuerdo de una nieta. En él, la abuela recoge flores, busca nubes-dragón, enseña a jugar, juega, baila, sueña, prepara dulces que provocan cosquillas en la panza, cuenta cuentos de chaneques y coyotes y canta, canta mucho, «canta de su tierra los sones». Breve y hondo poemario para leerle al oído a tu abuela.
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Este libro tiene principio y final de novela, pero casi todo (un todo breve e intenso) es poema en prosa (más que prosa poética). Está hecho de pequeños ensayos sobre un abuelo que es un misterio para el que cuenta.
«Como mi abuelo tenía un ojo sí y otro no, era un hombre medio sí y medio no. Medio alegre, medio callado, medio fuerte, medio alto, medio cariñoso, medio desconfiado, medio solitario, medio triste, medio bravo, medio amargo, medio de la derecha, medio de la izquierda. Un día, su ternura aparecía entera. Otro día, no había ternura alguna. Dividido en dos, mi abuelo era término medio».
En una casa silenciosa, donde «todas las palabras habían sido dichas», vive este abuelo, con la abuela, ya más por costumbre que por amor. Y cuando el nieto va de visitar siente una mezcla de miedo y admiración, respeto y curiosidad. «Yo no abrazaba a mi abuelo. Sentía miedo de que su ojo de vidrio me hiciera un guiño». Es un abuelo de mirada dulce pero perturbadora, que le lee, que vigila a los hijos y lo espanta. A veces la abuela está ahí para aliviarlo, ¿o es al revés?:
Si tu abuelo o abuela a ti también te da un poco de miedo, pero igual lo quieres, querrás más este libro.
En su excursión por la playa, Mina encuentra una preciosa caracola que será un regalo perfecto para la abuela. Pero en la noche de la concha sale… ¡Carlo!, un cangrejo ermitaño, y al mismo tiempo, bajo el mar, los amigos de Carlo se pregunta dónde estará, y salen a buscarlo. ¡Qué susto se llevará Mina! ¿Y la abuela?, ¿qué le enviará de regalo ahora? ¿Le gustará jugar a las cartas? Divertida, extraña y original historia como todas las que dibuja y escribe esta autora.
Es Juan, un niño de siete años, originario de San Pablo, un pueblo en las montañas de Guatemala. Su abuela le dice que no puede dormir con ella, pero le arma una cama con unos costales de arroz, y más adelante le exigirá a la mamá de Juan que le consiga una cama. Juan quedó al cuidado de su abuela cuando su mamá se casó con otro señor. Su abuela lo cuida y le enseña a trabajar pero él desearía ir a la escuela. Duda si su abuela lo quiere porque no lo manda a la escuela. ¡Lo que pasa es que su abuela no sabe que Juan ya cumplió 7 años! Cree que tiene 5, ¡cuida a tanto nieto! Apenas Juan le dice, ella se sorprende y lo inscribe, y será la más orgullosa cuando los maestros le ofrezcan un inesperado reconocimiento.
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Juega futbol como nadie, cuenta historias misteriosas sobre marineros y come chocolates a escondidas. El abuelo de Alejandro hace caaada cosa… que lo hará ver la vida distinta. A lo mejor a ti también te cambia para siempre.
En la página de la dedicatoria, este libro dice: Para nuestra primera abuela que fue africana y para el pueblo afroboliviano. Y es precisamente a su abuela a quien recurre Rita para consolarse. En la escuela, otras chicas se ríen de su cabello y los chicos no quieren que juegue futbol, pero su abuela le cuenta una historia para que resurja en ella el carácter de sus antepasados. En particular de Martina, «una gran guerrera del reino Bantú» que vivía «en la Madre África», secuestrada y traída a América como esclava, pero que siguió cantando siempre sus canciones, como resistencia.
Y cantando, la abuela enseñará a Rita y a sus amigas a bailar la saya mientras sigue contando las historias de los que llegaron hasta que alcanzaron la libertad. Rita enseñará a sus amigas a jugar futbol y nombrarán a su equipo «Las Martinas». Ellas también, con el apoyo de su abuela, lograrán jugar libres, sin que nadie se los prohíba.
Un libro que con sus palabras y trazos coloridos te llevará a una región muy verde de Bolivia, los Yungas, entre cocales y cafetales, aromas de plátanos fritos y pancito de suelo recién horneado y sonidos de cuancha y tambores.
El nieto es Rodolfo. Cada tarde su abuela y él juntan sus manos, mientras Rebeca, la hermana de Rodolfo, observa. Sus manos son muy pequeñas todavía como para participar en el juego (ya sé que esto no tiene mucha lógica, pero así son algunos juegos familiares). A Rebeca le preocupa lo que dijo su abuela de volverse chiquita. ¿Qué tal que un día, de tan pequeñita, se le pierde? Esto de encogerse también es abordado en Lili nieta, Lulú abuela de Nacho Casas, Marie Gómez y David Silva (Norma, 2014), sólo que ahí la nieta lo toma con naturalidad y hasta con sus ventajas. A Rebeca la idea le hace tener pesadillas. Desearía que su abuela tuviera las uñas largas para que faltará más tiempo antes de que las manos de Rodolfo fueran más grandes. Pero su abuela toca el piano y le encanta cultivar plantas y las uñas le estorbarían para eso. Cuando una noche pega un grito mientras tiene la pesadilla de su abuela chiquitita, son las manos de su abuela la que van a abrazarla y acurrucarla hasta que su sueño se compone.
Por cierto, el título de este libro me recordó un poema de la escritora española Celia Viñas: «Canción tonta en el sur», que tiene estos versos:
…en los cuentos de Abuelita Milagro. Este es el efecto que provocan en sus nietos: los hacen buscar cosas maravillosas en la vida. Y, de hecho, con la abuela a su lado, y las palabras de este escritor en cada página, las encuentran. Asistirás a duelos de adivinanzas; te santiguarás con la Prima Trinidad, llena de supersticiones y experta en remedios para ahuyentar espíritus; probarás el arroz con leche, los merengues, los casquillos de guayaba más ricos del mundo; escucharás los refranes y otras sabidurías del maestro Benito Manso, que cuando le quitan la escuela empieza a dar clases bajo una enorme ceiba; conocerás a un bandido, el Grillo Fiera, una ciénaga repleta de cocodrilos, el cachumbambé de la vieja Inés, a la Señora Santana con su nube de mosquitos que no la pican y más…
Hasta que un día, injustamente, Abuelita Milagro y sus nietos, la Prima Trinidad y Benito Manso, se ven obligados a dejar su casa y migran en busca de algún pueblo llamado Felicidad. En el camino, arriba de un carretón, entre palmas y arboledas, seguirán las historias y escucharás reír, con una risa bajita «que, lo creas o no, era como el arrullo de las palomas», a la Abuelita Milagro, una mujer que ama la vida y contagia ese amor a quien la lee.
Inés y Esteban tienen muchas preguntas sobre la vida de su abuela «¿no te aburrías sin tele, Internet ni consolas de video juegos?; ¿cómo hablabas con tus amigas si no había teléfono ni celulares?; ¿cuántas Barbies tenías?», pero la mayor pregunta es: «¿cuál fue el peor, peor, castigo de tu infancia?» (qué buena pregunta para hacerle a tu propia abuela, ¿no?). La abuela les responde que fue cuando contó «una mentira gorda que la directora de la escuela bautizó como ‘un embuste tramposo'», y la hicieron ir a pedir perdón salón por salón a todas las niñas de la escuela. Pero ¿cuál es esa mentirota? La abuela no se la ha contado nunca ha nadie, es su gran secreto. No podrá negarse cuando Esteban le pida de regalo de cumpleaños precisamente que se las revele. Y esa historia será un divertidísimo y alocadísimo regalo. ¡Ni te imaginas las cosas que se inventó! Lo que sí es que te hará preguntarte por la infancia de tu propia abuela y si tenía que echarse una que otra pequeña o gran mentira para librarse de hacer la tarea y demás deberes. Una necesidad que siguen enfrentando niño, niñas y jóvenes hoy, ¿no? Como dato curioso: la abuela que narra es la propia escritora. Con todo lo que se inventó, se notaba desde niña que haría de las palabras su arte.
¡Sí, es verdad! Participó en festivales sagrados, fue confundida con un fantasma (que hacía yoga) o un pequeño terremoto (que hacía yoga), vio a su esposo convertirse en el dios-pájaro Garuda y hasta montó una pequeña fábrica de dulces (con la ayuda de Ganesha, a quien también le encantaban los dulces).
¡Pero lo mejor eran sus historias y sus recetas! Los deliciosos lassis de mango o los malpuros, para celebrar la amistad entre hermanos; churis, unos dulces que saben a luna llena; halwa americano, para volver verano el invierno; lolos, panqueques fritos que traen buena salud y ahuyentan la viruela; maajun, cuadraditos sabor a pistache, nuez, almendra y uvas pasas; o kulfi, un helado casero que lleva dos rebanadas de pan y leche condensada ¿te imaginas eso? No tienes que hacerlo, ¡puedes prepararlo! El libro incluye recetas fáciles de todo esto y más.
Te apuesto que después de leer este libro querrás escribir tú también una de tu abuela (y con ella). Si lo haces, ¿me cuentas? ¿y me pasas alguna de sus recetas?
Así empieza mucho de lo que cuentan los güegües… o abuelos. De cuando no había nada y las cosas fueron recibiendo poco a poco su nombre. Ellos nos relatan todo eso como una herencia, para que no se olvide de dónde venimos… y para divertirnos y maravillarnos un rato con las palabras. Esta podría decirse que es la historia de los nicaragüenses pero puede leerse también como una historia de cualquiera que ame el maíz. Tiene muchos enredos, un casorio muy animado y una guerra terrible. Está escrito como una partitura y dibujado como un mural, escrito y dibujado excepcionalmente, sin pelos en la lengua y más de un adulto se ha infartado e intentado prohibirlo, pero ya es un clásico que convoca a chicos, medianos y grandes. Si lo ven por ahí corran por él.
Este libro los hará suspirar de contento y si alguno de sus abuelos ya partió, también de añoranza. Pero es muy muy muy hermoso. Una niña va contando la vida de su abuela y con su abuela, mujer sabia y amorosa. Cuando llegue la muerte a buscarla, se volverá tecolote. Si tu abuela o abuelo hablan con naturalidad del día en que ya no estén, amarán este libro inolvidable.
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Una niña y un niño, primos, pasan todos los veranos en casa de sus abuelos. Allí corren por el campo, cosechan duraznos, hacen casas para pájaros, persiguen gallinas y juegan con las medias y el bastón de sus abuelos (todas cosas que extrañamos mucho ahora pero a las que podremos volver). El último verano que nos comparte la niña narradora en este libro, se vuelven pintores. Pintan flores, mariposas, casas, retratos en delgadas tejas que después el abuelo colocará en el averiado techo. ¡Pero es una sorpresa para la abuela! ¡Y será una sorpresa para los dos (y para nosotros) lo que pasará después! Un cuento para llenar de color el interior de nuestras casas y días.
Él sabe leer las sombras de los árboles, el canto o la queja de los pájaros, la marcha de las hormigas, las telarañas, los colores del halo de la luna… Confíen en mí si les digo que este libro les hablará a sus almas. Reúne las experiencias del escritor maya Jorge Miguel Cocom Pech al lado de su abuelo, en su infancia y adolescencia. Momentos llenos de misterios y de preguntas, ¿qué son las avispas?, ¿qué son las libélulas? ¿quién soy yo?, escritos con un cuidado que nos recuerda que la escucha y el habla pueden ser sagradas.
Así empieza un viaje río arriba, río abajo, en la historia de la humanidad y sus muchos cauces. Escucha la voz de científica y escritora de la abuela, sí, es como un río. Ella te cuenta con precisión y lenguaje poético (inusual mezcla) dónde nacen y dónde mueren los ríos. ¿Mueren los ríos? Si les gustan la ciencia y la filosofía, les encantará este libro. Si les gustan los símbolos, la geografía, los datos sorprendentes, los lugares secretos, los habitantes inesperados, también. Y, claro, si aman escuchar el correr de un río, amarán escucharlo arriba de una balsa, con sus abuelos, mientras pasan estas páginas.
Claro que cualquier buen libro sirve para compartir un momento con los abuelos y abuelas, pero pensar específicamente en ellos, les significa más. Y, tan invisibilizados como muchas veces están, disfrutan ver a otros abuelos y abuelos en las historias. En el blog ya he reseñado estos otros libros que pueden ser aliados: Querido pájaro de María Baranda y Elizabeth Builes (El Naranjo), Sueño de una matriarca de Minerva García Niño de Rivera (Tecolote), Memorias de una abuela apostadora de Dayal Kaur Khalsa (Ekaré), El día que explotó la abuela de Flor Aguilera y Manuel Monroy (Loqueleo), La casa de mis abuelos de Germán Argueta y Rosi Aragón (Edelvives), Guachipira va de viaje de Arianna Arteaga Quintero y Stefano Di Cristofaro (Ekaré), Mambrú perdió la guerra de Irene Vasco y Daniel Rabanal (FCE), Si mi luna fuera tu sol de Andreas Steinhöfel y Nele Palmtag (Castillo) y un informativo sobre la dictadura, difícil, pero esencial: Abuelas con identidad de Ileana Lotersztain, Carla Baredes y Eleonora Arroyo (Iamiqué).
Existen también diversos libros donde el abuelo o abuela en cuestión fallece, como Los rojos camaradas de Ana Romero y Natalia Gurovich, Historia de un pulóver azul de Florencia Gattari y Marina Zanollo o el clásico Nana vieja de Margaret Wild y Ron Brooks, que sin duda pueden acompañarnos después del adiós.
donde se pueden adquirir estos libros?
¡Adolfo! Esta entrada en particular viene al caso a propósito de mi proyecto para la Especialización. Grazie 🙂
Me llena de emocion esta pagina gracias por su labor y por enriqueser la mente de los niños
Gracias, Talina. Me alegra que aprecies mi trabajo. Un abrazo.
Espero ansiosamente un libro de la abuela Moraima 🙂
Mala querida, sí, yo también. Tengo muchas cosas escritas, tengo que ordenarlas. Pero lo habrá. ¡Abrazos!