Yo quería ser sirena: Flavia Zorrilla Drago
Es un pez volador, un pez conejo o ardilla. Sale del mar pero vuelve. Tiene una pregunta: ¿y en las profundidades insondables del océano, habrá solo arena? Flavia dibuja peces. Sobre […]
Expediciones a la literatura infantil y juvenil
Es un pez volador, un pez conejo o ardilla. Sale del mar pero vuelve. Tiene una pregunta: ¿y en las profundidades insondables del océano, habrá solo arena? Flavia dibuja peces. Sobre […]
Es un pez volador, un pez conejo o ardilla. Sale del mar pero vuelve. Tiene una pregunta: ¿y en las profundidades insondables del océano, habrá solo arena?
Flavia dibuja peces. Sobre azul, colgando del techo, entre los árboles. El primer boceto que vi de ella era para un mural: un bosque con peces. Ahora, que me cuenta que cuando era niña tenía la firme intención de convertirse en sirena, pienso que tal vez no son sus peces los que se salen del agua: es su mundo el que se sumerge.
«Me encantan y aterrorizan las profundidades del mar. Yo quería ser sirena, pensaba que era muy emocionante eso de recorrer el fondo del mar y ver cosas tan bonitas y diferentes a lo que se puede ver en la tierra».
Será que submarina, cualquier realidad es posible: hombres pájaro, campos con sardinas, fiestas de osos y leones y mujeres hechas de enramadas.
Flavia Zorrilla Drago nació en la Ciudad de México en 1985. Estudió diseño gráfico y se especializó en ilustración en la Escola Massana Centre d’Art i Disseny en Barcelona y, con una beca de Artes Aplicadas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México, en L’École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs en París. Como vive de lo que dibuja y nunca pretendió ser una artista conceptual de pose y técnica rebuscada, ha ilustrado para marcas como Nestlé y Hèrmes, ha estampado sus personajes en tazas promocionales de Chocolate Abuelita y hasta hizo escenarios animados para Plaza Sésamo. Dibuja todo el tiempo.
Cuando iba en cuarto de primaria llenó un cuaderno Scribe cuadriculado de 100 hojas con dibujos de vacas, antílopes y lémures. «Creo que no puse mucha atención en las clases, dibujaba muchísimo desde entonces: sirenitas, cheetaras y virgencitas de Guadalupe sexys», dice.
A la literatura infantil y juvenil entró con fuerza. Con apenas un par de libros publicados, el año pasado ganó uno de los reconocimientos más importantes en México: el XXIV Catálogo de Ilustradores de Publicaciones Infantiles y Juveniles 2014 de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (que han obtenido creadores como Luis San Vicente, Valeria Gallo y Gabriel Pacheco).
Ya ilustró para la SEP, la editorial Tres Abejas y BrainSt. Pronto publicará en la primera colección de LIJ de Pearson en Latinoamérica, en Petra Ediciones y en Castillo. Le gusta reinterpretar clásicos. Fue una gran lectora de cuentos maravillosos.
«Siempre me gustaron los cuentos de hadas, Grimm, Perrault, Collodi, pero mi favorito es Italo Calvino, fue mi cuñado Salvador el que me regaló los libros con historias de cuentos populares italianos, y creo que a partir de querer ilustrar esos textos me interesé más por la relación entre las historias y las imágenes».
De niña, Flavia lloraba con la historia de vida de Van Gogh. «Mi madre siempre tuvo muchísimos libros de pintura en la casa, en especial me gustaban las pinturas de Van Gogh y Marc Chagall, por los colores, y El Bosco por sus extraños personajes e historias bizarras. Pero no me gustaba cuando mi mamá me contaba la vida de Van Gogh, me hacía llorar el hecho de que alguien que ahora es tan famoso, mientras estuviera vivo no fuera valorado mas que por su hermano».
La hermana de Flavia, Paola, once años mayor, y Salvador, su cuñado, fueron claves en su formación como ilustradora.
Cuando tenía unos 9 años se enfermó de salmonelosis y ellos le regalaron el libro Las tres manzanas de naranja, ilustrado por Carlos Pellicer. «Creo que fue mi primer álbum ilustrado. La verdad nunca había visto un libro ilustrado como ese y me enamoré de la historia y de los personajes». Más adelante, a los 11, Salvador le regaló un libro de hadas ilustrado por Allan Lee. «Fue el primer ilustrador del que me volví fan. Luego salió El Señor de los Anillos, y me la pasaba dibujando duendes y hadas en la secundaria».
Cada vez que terminaba un dibujo iba con Paola y Salvador para que lo vieran.
«Creo que estudié diseño por culpa de mi hermana, cuando era chiquita la veía en la casa sacando fotos o haciendo dibujos y me pegaba como chinche a ver lo que hacía. Vi que ella se divertía y luego me pareció que era divertido y que quería hacer cosas divertidas en la vida… como ella. No me gustaba la idea de ser ‘artista conceptual’ me parecía muy pretencioso, no digo que no haya cosas geniales en el arte conceptual o pretenciosas en la ilustración, pero creo que simplemente no me visualizaba como artista. Cuando salí de la carrera comencé a coleccionar libros ilustrados, pero jamás imaginé, ni mientras estudiaba diseño, que podría vivir de ilustrar libros. Eso lo pensé después, cuando conocí los libros de Isol y Oliver Jeffers».
La ilustración con la que Flavia ganó el Catálogo de Ilustradores de la FILIJ se titula «Solitario en la ciudad» y muestra a un grupo de animales y humanos que beben, fuman y se divierten en una fiesta. En ese tono, muy a la Roald Dahl, que no toma a los niños por criaturas angelicales a las que hay que encerrar en un castillo de pureza, uno ve en su página de internet un registro de ilustraciones también con un tono adulto: desnudos, tres chicas en una cama y el diablo rodeado de los siete pecados capitales.
«No me preocupan los desnudos ni encajar tampoco, creo que si un desnudo describe la idea que tienes que comunicar es válido. También creo que hay distintos niveles de lectura. Un niño no va a ver en un desnudo lo mismo que un adulto. Los niños no tienen esos prejuicios».
Se nota una mirada que va cambiando en sus imágenes, como los tonos de color. Es una ilustradora que se busca con tranquilidad y confianza. Su residencia en París, y todas las veces que se perdió en la ciudad, la influyeron. El rojo se volvió más oscuro y el verde más turquesa. Y, como en la ilustración del punto que se pierde en el circo o de la silueta solitaria en la ciudad, aumentó la tensión narrativa y su autonomía como creadora.
«Hoy ya me veo a mí misma como una ilustradora profesional. Yo empecé trabajando como diseñadora y de vez en cuando ilustraba cositas, pero era sobre todo decorativo. Ahora trato además de trabajar en la estética de la imagen, trabajar en lo que quiero decir, no me había dado cuenta de la importancia de eso y es tan importante como la técnica misma».
Comenzó por la imagen. Del cine. Como un chapuzón. Paola recuerda a su hermana a los tres años, o incluso un poco más chica, disfrazada de sirena. Había visto Splash, el éxito ochentero de la mujer sirena (Daryl Hannah) que se enamora del neoyorquino (Tom Hanks), y tenía una pijama de cuando era bebé que ya no le quedaba y se ponía solo las mangas, el resto quedaba colgando. «Ella decía que esa era su cola de pez», recuerda Paola.
Después, en 1989, llegó La Sirenita de Disney. Flavia tenía 4 años. La obsesión aumentó. Se colgaba collares y dibujaba peces amarillos y niñas con pelo rojo.
«Tenía ropa interior, cubrecama, muñecas… y me la pasaba dibujando sirenitas. Se me hacía lo mejor del mundo poder respirar bajo el agua». Pero su verdadera personalidad era de Cheetara, de los Thundercats, dice Paola. «Corría a toda velocidad con un palo de escoba y pegaba un brinquito y preguntaba si su cabello ‘había volado’ como el de Cheetara», recuerda su hermana. «Unas vacaciones descubrimos que se quedaba viendo como flotaba su cabello en la alberca, y se convirtió en Cheetara Acuática. Pese a todo, nunca le gustó mucho nadar».
Flavia jugó siempre, sola o con sus primos. A la casita, a que eran huérfanos y tenían muchas aventuras, a que eran los Thundercats o unos exploradores de Indiana Jones. También instalaban casitas del terror y cobraban 5 pesos por la entrada, y jugaban a que tenían una galería de arte y vendían sus dibujos.
No consiguió ser sirena, pero siguió dibujando. De aquel sueño, del juego, queda el misterio de las profundidades del océano, el misterio de poder vivir de dibujar.
Y su mundo maravilloso y sumergido.
Cuando me enteré del proyecto tenía muchas expectativas pero definitivamente no era una conocer a la ilustradora de algún Crunch que ya tiene mucho que fue comido por mí jajaja.
Adolfo: Muchisímas felicidades por el tan bonito lugar que has creado y labrado ¡Todas mis expectativas han sido superadas! y apenas es la primera entrada; un gusto poder participar y enriquecer de cualquier forma tu proyecto. Saludos.
Flavia: Me gusta mucho tu trabajo, sobretodo el contraste que ocupas de loscolores cálidos con los otros, de lejos me atrevería a llamarme critico o conocedor del arte grafico pero el tuyo es vistoso, agradable y trabajado. ¡Felicidades! Siempre es agradable conocer personas tan talentosas. Todo el éxito del mundo, ya te sigo en FB, ansioso de ver más de tu arte.