De un director que movía cubetas cuando todavía había goteras, como hace uno en casa, a un director que fija el nuevo rumbo desde una oficina a 2.5 kilómetros de distancia. José Mariano Leyva, director de la Biblioteca de México, actualmente ejerce las funciones de director de la Vasconcelos.

En el transcurso de la última semana llamé 19 veces a la Dirección General de Bibliotecas para intentar entrevistar a Marx Arriaga o al propio Levya y saber si, como creen algunos, esta dirección a distancia de la BV, un espacio que recibe cerca de 5 mil personas al día, sería permanente. Nadie responde al teléfono. Tampoco mis mails (reconozco falta de tiempo y vocación para ir a interceptarlos).

¿La posible justificación de este absurdo? Una engañosa política de austeridad, con la misma densidad ideológica que las rebajas de invierno (2×1) de Liverpool, y una reunificación familiar: La Biblioteca Vasconcelos surgió como la hermana moderna de la Biblioteca de México José Vasconcelos (sí, se llaman casi igual, como esos padres que bautizan a sus hijos Cristiano y Cristóbal), una hermana gigantesca e inmanejable atada administrativamente a la otra.

Uno de los logros de Daniel Goldin había sido ganar para ella cierta autonomía. Una de las primeras decisiones de Marx Arriaga fue quitársela, subordinarla otra vez. Como el propio Arriaga deja ver en su comunicado, Goldin había aceptado esta condición —seguramente no sin inquietud— y su salida se debió a «desacuerdos en el manejo de personal» (léase «desacuerdo en despedir al 30% de los empleados y acatar rabietas»). Sin Goldin en medio, ¿José Mariano Leyva podría reencaminar a la hermana rebelde? Claramente. Si alguien llamara preguntando por el director de la Vasconcelos, técnicamente sería correcto si le pasaban a Leyva. ¡Brillante!, pero por las dudas que nadie responda al teléfono.

Tampoco Alejandra Frausto pudo atender mi llamada. Entiendo, anda muy ocupada. Pero después de muchas vueltas el 8 de febrero por la mañana logré hablar con una de las colaboradoras de Ximena Molina, la jefa de la oficina de Frausto. Le planteé a ella mis dudas y me prometió (sí, fue muy entusiasta) que me llamaría de vuelta para enlazarme con Molina. Como imaginé que se les había perdido mi número, llamé varias veces pero ya nomás me quedé escuchando el eco de las olas por el auricular.

El 9 de febrero Alejandra Frausto publicó un comunicado que, por lo menos a mí, me indignó tanto como los arrebatos de Marx Arriaga. Afirma que Daniel Goldin renunció un 21 de enero (en realidad fue un 31) y apoya a Arriaga como director general de bibliotecas. Quizá su intención era reconocer a Daniel Goldin y expresar que ella sí quería que él continuara al frente de la BV, pero al ratificar a Arriaga e insistir en la versión de la renuncia voluntaria ofende la inteligencia de los lectores, se lava las manos y da por terminado el asunto. 

Esta «transformación» en algunos rubros pareciera descalabro, retroceso y una contradicción al discurso de «escuchar al pueblo». Miles de usuarios se manifestaron en redes sociales desde que se empezó a filtrar la información de los recortes a la Biblioteca con el hashtag #MiBibliotecaVasconcelos y otros más siguen firmando la petición de restitución de Goldin en change.org (más de 18 mil) aunque ya se haya dicho que fue todo un sueño.

Fotografía de Verónica Juárez Campos.

Pero más allá de la zozobra, estos acontecimientos han abierto muchas preguntas y han puesto sobre la mesa una discusión que quizá seguirá ocurriendo al margen del Estado, en voz de los ciudadanos. Dos voces claves se escuchan en esta entrada del blog, y ambas alrededor de la hospitalidad: Michèle Petit, amiga de Daniel y referente de mediación lectora en Iberoamérica, y Carola Diez, conocedora como pocas de las idas y vueltas de la educación y las bibliotecas en México e integrante del reducido equipo (tres personas) al que Daniel Goldin invitó para encarar al altísimo elefante.

Desde París, en el texto «Esta es tu casa», Petit comparte su consternación y nos recuerda la importancia de la diversidad que se hospedó allí y el reconocimiento internacional que se ganó el espacio con programas como el diplomado sobre primera infancia «Arte, juego y lectura». Por cierto, Ruth Galicia Islas, una de las expertas que cursó ese diplomado y que trabajaba en la sala de bebés, destacó, en la lectura en voz alta que se organizó afuera de la BV el domingo 10 de febrero, la insistencia de Goldin en ofrecer más herramientas de trabajo al personal. Mirar e interesarse genuinamente por el otro como política, algo que también destaca Petit. Ruth y Magolo Cárdenas, otra gestora cultural incansable, se sumaron a los testimonios que publiqué en la entrada pasada y que los invito revisen aquí.

Michèle Petit no pierde la esperanza, desea que el nuevo equipo dé continuidad al proyecto y que Goldin «continúe inspirándonos» desde otros espacios.

En «Biblioteca Vasconcelos en plural, hospitalidad radical al centro», Carola Diez expresa su opinión desde dentro y reflexiona sobre aquello que sostenía la «hospitalidad radical» que impulsó Goldin. Ella tampoco pierde la esperanza: «Ojalá este cambio, cargado de violencia institucional, sirva como punto de partida para discutir públicamente y en los actos una mejoría en la relación entre las personas y las instituciones del Estado». 

Lo espera y lo emprende: Carola es una de las ex colaboradoras que continuará proponiendo actividades de manera voluntaria a la Vasconcelos con el objetivo de «sostener acciones y servicios que han demostrado ser de utilidad, tener buena respuesta y coste cero», como me contó. La próxima es mañana 20 de febrero, un encuentro abierto para mediadores y mediadoras de lectura que inició con  Abraham Román en septiembre de 2018 y que está prevista para concluir en julio de este año: «Formar lectores en la Vasconcelos». En esta ocasión el tema: «Estado, labor voluntaria y sector social en la formación de lectores» Con preguntas eje como: ¿qué responsabilidad tiene Estado en la formación de lectores?, ¿cuáles son las tareas de l@ mediador@?, ¿es necesario el trabajo no remunerado en favor de la lectura?, ¿cómo se está viviendo la transición política en el sector cultural? A las 17:00 horas en el mezzanine norte de la BV. Como nota al pie, es curioso que en el diseño del flyer hayan puesto la imagen de otra biblioteca ¿o una librería? «Detalle» sintomático del corto circuito sucedido allí dentro (donde hay carpetas con cientos de miles de fotos de registro de las actividades).

También el 28 de febrero a las 17:00 horas en el vestíbulo de la antigua oficina de Goldin tendrá lugar la tan exitosa sesión de «¡Mirar Libritos!» sobre bibliotecas, libros y lectura, articulada con preguntas como: ¿qué han dicho los libros a l@s niñ@s sobre la lectura, los libros, los lectores?, ¿son importantes las bibliotecas?, ¿cómo se construye un espacio hospitalario? Y sobre eso también, entonces, los siguientes textos que agradezco tanto a Carola y Michèle haber compartido en este espacio.

Adolfo Córdova

 

Esta es tu casa

por Michèle Petit

 

México siempre ha estado asociado para mí con la hospitalidad, probablemente porque muchos refugiados han sido acogidos allí, desde los republicanos españoles hasta los argentinos que huían de la dictadura. O porque cuando algún mexicano invita, te dice: «Esta es tu casa».

México es el país al que Daniel Goldin me convocó para animar un seminario hace veintiún años, antes de que publicara y difundiera mi trabajo en toda América Latina. Como lo hizo con muchos otros investigadores.

En los últimos días, a menudo se ha recordado su maravillosa colección infantil “A la orilla del viento”. También hay que destacar las importantes colecciones sobre lectura que diseñó en el FCE, luego desde Océano, y los numerosos seminarios que compuso y orquestó como si fueran obras musicales. Goldin no ha cesado de proponer herramientas de pensamiento y espacios de debate, y de renovar sus formas, como no ha cesado de forjar vínculos entre personas de diferentes países, disciplinas y generaciones, contribuyendo a la circulación de conocimientos y experiencias y a la constitución de un movimiento internacional de mujeres y hombres que, cada uno con su propio arte, ha dado vida a eso que llamamos promoción de la lectura y, más ampliamente, educación artística, literaria y científica.

«Esta es tu casa» es también lo que Goldin y su equipo significaron para aquellos que cruzaron las puertas de la Biblioteca Vasconcelos en los últimos años, fueran estudiantes o personas en situación de calle, jóvenes o ancianos, usuarios en pleno uso de sus capacidades o debilitados por alguna discapacidad, heterosexuales o gays… y más. Como dijo Goldin un día: “La hospitalidad tiene que ver con el diálogo, con esa capacidad que tú tienes de construir con el otro un espacio”.

Con el otro. Al llegar a los Vasconcelos, Goldin empezó por observar y escuchar a los demás. En las primeras semanas, caminaba por la biblioteca con su cámara para obligarse a mirar bien, a registrar atentamente, y conversaba con los que se encontraba. Así descubrió una “extraordinaria diversidad que convive bajo la protección del libro, lean o no”, como dice él. Consideró que en la actualidad garantizar la hospitalidad no era suficiente, que las personas tenían que ser coautores de lo que se les proponía, generadores de contenido. Esa ha sido y siguió siendo su convicción durante casi seis años, aprovechando —en tiempos de austeridad presupuestaria— «las inmensas posibilidades de la pobreza», como explicó de forma algo provocadora.

“Lo que más me conmueve”, me escribió Goldin, “es cómo de pronto la gente descubre que su propia vida tiene sentido, que tienen valor. Que no son público sino actores…”. Sujetos, todos, con algo que ofrecer, una historia que contar, como en las «bibliotecas humanas» que impulsó junto a Ramón Salaberría y Carola Diez. Fue así que una multiplicidad de personas descubrió que tenía talentos que podía compartir. Y en este laboratorio, se inventaron nuevas formas de vivir juntos, de hacer sociedad; donde cada uno, cada una, podía hacer oír su voz, y las relaciones entre humanos, pero también entre humanos y el mundo a su alrededor, encontraban un poco de calma. Un aspecto que en esta época de gran brutalidad es bastante notable.

Este espacio público de lectura se convirtió en «un referente mundial», como escribió Teresa Colomer de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​como también señaló Evelyn Arizpe de la Universidad de Glasgow [en la entrada pasada de este blog]. Desde Argentina hasta Francia, en conferencias y reuniones, a menudo conté a detalle lo que Goldin y su equipo estaban haciendo, porque su inventiva y ética podían inspirar a muchos profesionales en un momento en el que la razón de ser de las bibliotecas debe ser repensada. Mencionaba entonces algunas de las muchas actividades gratuitas que se llevaban a cabo en la Vasconcelos: la lectura en voz alta de la Odisea, el café con ciencia, los talleres de fotografía o de dibujo o de autobiografía («Mi vida es una novela»), las historias del barrio, las activas salas de música y lenguaje de señas, el tejido colectivo de mantas para personas sin hogar, el taller para repensar la masculinidad: «De machos a hombres», etc. O ese programa tan vasto de atención a la primera infancia, que incluyó el diplomado de nueve meses «Arte, juego y lectura», ofrecido a los facilitadores de la sala infantil y otros interesados. O esas tardes de «Cómo leer …», donde lo que uno aprendía a leer era un soneto, un haikú, un aforismo, una danza clásica de India… o un manga, un árbol, el racismo, mil objetos. Mil proyectos.

Como México es mi casa, una casa que amo, me involucro en sus asuntos, que también son míos. Celebré cuando la izquierda ganó las elecciones, igual que muchos, feliz por Daniel y los que trabajaban con él. Pensaba que al fin se les otorgarían los medios para consolidar este proyecto que ponía el nombre de México en alto y contribuía a su proyección cultural. Rápidamente me desilusioné cuando supe que a muchos de ellos no les renovarían los contratos. Y me sorprendí e indigné cuando me enteré que el 31 de enero Daniel había sido tratado de una manera tan prepotente que no le había quedado otra alternativa que renunciar.

Ya dijo que no está en su horizonte volver a dirigir la Vasconcelos —en las condiciones en las que se habría visto obligado a trabajar—. Esperemos que aquellos y aquellas que se queden allí puedan mantener viva la cultura que él insufló. Y que a Daniel Goldin se le ofrezcan aún mayores posibilidades para ponerse manos a la obra, para practicar ese arte en el que sobresale, con su pensamiento libre, nunca limitado por recetas o dogmas.

De modo que, en ambos lados del Atlántico, él continúe inspirándonos.

 

Conversatorio: Con qué recursos contamos para darle valor a una biblioteca que dé valor a sus usuarios

Última sesión de las jornadas «Los primeros 10, los próximos 100: pasado, presente y futuro de las bibliotecas públicas». Participan Michèle Petit, Francisco Cruces, Teresa López Avedoy, Verónica Juárez, Alejandra Quiroz y Daniel Goldin. 10 de noviembre 2016.

 

Galería de fotos de Verónica Juárez Campos

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Biblioteca Vasconcelos en plural, hospitalidad radical al centro

por Carola Diez

 

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo.

La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo.

La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.

Italo Calvino, Las ciudades invisibles.

 

Hace muchos años Daniel Goldin sobrevivió a un accidente que estuvo a punto de costarle la vida. De ese umbral se trajo una manera de caminar desigual, con subidas y bajadas, como si siempre tuviera un pie en tierra firme y otro pie en otro lado, menos preciso, abierto al enigma. Un paso de navegante que definió su gestión. No sólo literalmente —sus caminatas cotidianas por la biblioteca son legendarias— sino también en las ideas y las prácticas que le dieron vida y sentido al proyecto de la Vasconcelos de 2013 a 2018.

Esa cualidad fronteriza y una curiosidad inagotable marcaron un rumbo que llevó a la Vasconcelos a husmear en ámbitos inexplorados por la biblioteca pública. A buscar articulación con personas e instancias de los más variados quehaceres y procedencias que nunca se habían vinculado con un espacio bibliotecario. Esta búsqueda generó una red de experiencias enorme, con los más diversos alcances y beneficios.

Pero para llegar ahí había que levantar un muerto muy pesado. Nacida en medio de escándalos de corrupción, con seis directores en sus primeros siete años y un edificio sin terminar, la BV fue el gran símbolo del ‘elefante blanco’ (aún lo es para bastantes despistados). Como punto de partida se adoptó una premisa no negociable: la misión fundamental de la biblioteca pública es igualar las oportunidades de acceso a los bienes culturales [1] para toda la población. Esta idea, una obviedad aparente, ponía un horizonte ambicioso: TODO es materia potencial de interés para la biblioteca pública. Empezó a sonar un término con el que yo no me había topado: hospitalidad radical. (Lo asocio hoy con un célebre para tod@s todo).

Para ilustrar, a riesgo de aburrir, enunciaré una pequeña parte de la increíble diversidad que presencié y disfruté; la lista será larga, pero aspiro a transmitir esa polifonía. Vi cómo se enhebraron ideas y acciones junto a urbanistas, antropólogos, fotógrafas, activistas de las más variadas luchas, peluqueros, feministas, médicas, rockers, divulgadores de la ciencia, vecinos. Cada una de estas personas tiene una cara, una voz, una acción que recuerdo ahora.

La vida en la BV nunca fue de lujos: infinidad de veces corrimos al mercado, a la papelería, al centro comercial a comprar galletas para ofrecer en el receso de una actividad, pilas para el micrófono, un cable que hacía falta, verduras gigantes para un evento de poesía, un techo de lona que diera sombra para poder trabajar con los niños en el jardín, material para un taller… Cosas indispensables que si no salían de nuestra bolsa sencillamente no iban a estar. En cuanto a los excesos que nos permitían nuestros sueldazos, almorzamos en la fonda o (cada vez más) llevamos tuppers de casa. Regresábamos a casa en transporte público o en bici. No era raro encontrar al director con un paquetón de papeles y libros bajo el brazo volviendo por la noche en metrobús cuando el automóvil asignado a la dirección estaba prestando algún otro servicio.

En la biblioteca sonaron las voces de buena parte de la elite cultural mexicana. En la misma condición, pero en mucho mayor proporción sonaron otras voces, inauditas: tejedoras, gente callejera, educadores en cultura de drogas, artistas originarios, especialistas en primera infancia, escritoras, maestros y maestras, disidencias sexuales y de todo tipo, jóvenes bailarines, discapacitadas. Muchas de las actividades se iniciaron en temerarias conversaciones con gente desconocida por las calles de la Guerrero. Se tejieron proyectos con traductoras, emprendedores, investigadores, promotores de ajedrez y scrabble, madres lactantes, artistas japoneses, luchadoras sociales, músicos, personas sordas…

Presencié maravillada cómo, para concretar estas apuestas, era necesario estirar casi al infinito una asignación presupuestal  siempre exigua y mal etiquetada, ajena por completo a las necesidades y dinámicas cotidianas de una biblioteca viva.

Buscando los mecanismos por los cuales pudiera darse un ‘encuentro íntimo en el espacio público’ se trabajó con conciencia de lo grande y a favor de lo pequeño. Huíamos de la idea simplista de ser un ‘centro cultural’ entendido como un espacio y unas actividades; intuíamos que había más, algo especial y distinto que la biblioteca aportaba. Queríamos que los talleres, círculos de lectura, cursos o eventos tuvieran este sello. No sólo que —de cajón— se incorporaran libros y recursos del acervo, sino también que cada iniciativa pudiera transmitir, en la medida de sus posibilidades, un sentido de propiedad colectiva, de ejercicio consciente de derechos, autonomía y accesibilidad. Se trabajó en la forja de algo que llamamos provisoriamente ‘sentido bibliotecario’. Y que en palabras muy simples, significaba ‘No es lo mismo que ocurra en la biblioteca o en cualquier otro recinto’. Los desafíos a la creatividad no faltaron, sobre todo teniendo en cuenta que no se contó nunca con personal o presupuesto suplementario (siempre es bueno recordarlo).

Otro aporte a la construcción de una metodología de desarrollo para bibliotecas fue la relevancia que siempre tuvieron el registro y la investigación sobre las prácticas. Con un pie en el saber bibliotecario más sólido (no olvidar el papel que jugó Ramón Salaberria, subdirector de la biblioteca y piedra angular de esta transformación) y otro pie en el cruce de saberes y disciplinas, se procuró una documentación extensa, con sentido, analizable y a la vista. Hay más información y análisis de esta biblioteca que de ninguna otra pública mexicana (hasta donde yo sé). Puede seguirse esta trayectoria en las extensas y activas redes sociales de la BV.

Orientaron el trabajo ideas fraguadas durante más de treinta años de pensar e incidir en el mundo de los libros, la lectura y la formación de lectores. Hubo en este tiempo aristas difíciles, malos momentos, decisiones que no compartí, formas que no me gustaron, palabras desafortunadas, experiencias truncas y fracasos. Por supuesto. Siempre se pudo hablar al respecto.

La hospitalidad radical, ese lugar de encuentro e igualación de oportunidades hacia donde avanzaba la Vasconcelos no es algo que se logra con un tronar de dedos o en dos meses de capacitación. Procurar encuentros significativos para tod@s en el espacio público implica procesos de revisión, autocrítica, cuestionar viejas prácticas, actualizar el rol profesional… Digamos que no ha sido la tendencia bibliotecaria en nuestras tierras; nadie tiene modelos acabados de esto que se busca, aunque nunca sobra echarle un ojo a la experiencia de los colegas latinoamericanos y a sus procesos de gestión; destaco los aportes y la inspiración que siempre ofrecieron Colombia y Chile.

Para forjar una matriz de biblioteca que ofrezca condiciones de equidad, que priorice la experiencia del usuario y responda a los tiempos movedizos que vivimos, es necesario experimentar y analizar, decidirse a hacer transformaciones en los objetivos y en las prácticas. Lo cual lleva TIEMPO y requiere CONTINUIDAD pues se trata de procesos que atraviesan lo laboral, lo profesional, lo personal, la identidad e ideología… ¡puf! Así de múltiple y complejo se fue revelando el fenómeno de la lectura, la producción y la biblioteca pública.

En estos años, la Vasconcelos pudo traer un pedacito de utopía a la vida real, y mostró (parcialmente) que otra manera de hacer biblioteca es posible. No es poco: para las bibliotecas públicas nada ha sido fácil. El olvido y el atraso de este sector vital son evidentes desde las ideas que orientan su trabajo hasta la infraestructura y los acervos, pasando por la formación y el cuidado mínimo de los bibliotecarios, sin olvidar la mirada desdeñosa de muchas áreas académicas especializadas. Quienes estudian las condiciones del desarrollo y la equidad (y casi cualquier persona sensible o sensata) saben que para los que están más al margen contar con horizontes ambiciosos y alcanzables resulta vital. Eso se logra sólo si hay referentes tangibles.

La Vasconcelos no es que haya inventado nada, siempre se echó mano de las mejores herramientas de la profesión bibliotecaria: el autodidactismo, el aprendizaje horizontal, la transferencia solidaria de información y recursos, audacia en la gestión… Ciertamente hay mucho pensamiento y proyectos mejores en esta dirección; crecimos mirando las ideas que otros habían llevado a cabo, pensando nuestras propias necesidades y realidades, retomando recursos y mecanismos, haciendo parte de un movimiento global de renovación bibliotecaria que es por definición de construcción colectiva. El mérito es, en todo caso, haber planteado en la vida real un modelo bibliotecario (incipiente) en movimiento, funcional y exitoso, que benefició a muchísima gente, en especial a quienes tienen más difícil el acceso a los bienes y el ejercicio de los derechos culturales.

Mucho esfuerzo fue necesario para poner en rumbo a este barco tan grande. Manos que remaron duro y con ganas, sorteando los obstáculos que aparecen al innovar en un ámbito mayoritariamente conservador como el medio bibliotecario mexicano. En este navegar fueron emergiendo las honrosas excepciones, brillaron las aristas audaces en medio de un conservadurismo generalizado. La del bibliotecario es una profesión colectiva y múltiple; dice Alejandra Quiroz que en la biblioteca el yo se diluye para convertirse en nosotr@s. Islas que estaban por ahí, que apenas si aparecían en el mapa, se constelan con otras que andaban en lo mismo pero cada cual en su cada qué.

La travesía apenas estaba empezando. No debería ser tan fácil revertir el curso de esta nave de gran calado a la vieja usanza, con un simple golpe de timón. Ojalá este cambio, cargado de violencia institucional, sirva como punto de partida para discutir públicamente y en los actos una mejoría en la relación entre las personas y las instituciones del Estado. Los usuarios y la nueva administración tienen ahora la palabra.

 

[1]Siempre entendimos como bienes culturales las prácticas (dialógicas, de investigación, artísticas) y no únicamente los materiales.

Galería de Ruth Galicia Islas, Guadalupe De Rivas Fernández, Sandra Figueroa y Áurea Xaydé Esquivel

Foto de Verónica Juárez Campos.

 

Fotografía de portada de Verónica Juárez Campos.

 

9 Comentarios »

    • Así es querido Eduardo y amigos de la Biblioteca Popular Madre Teresa. Lamentablemente la Vasconcelos hoy, y en tan poco tiempo, ha dejado de ser aquel sitio. Tiene su afluencia, sin duda, pero ya no es un laboratorio del mundo. Ojalá en algún momento recupere el rumbo. ¡abrazo!

  1. Agradezco a Linternas y Bosques la cobertura de este suceso ya que en mi país no se ha conocido. Indudablemente, las acciones de Daniel Goldin permanecerán en la memoria de sus muchos beneficiarios por mucho tiempo. Ojalá las autoridades actuales pudieran reflexionar y tuvieran la hidalguía de dar marcha atrás a semejante decisión.

    • Gracias María Cristina. Para mí era una obligación moral hablar de esto, no sólo como gesto de vigilancia al actual gobierno, también de solidaridad y reconocimiento con Daniel Goldin y su equipo, que lograron una activación excepcional de un espacio público. Y lamentablemente ya no habrá marcha atrás. Marx Arraiga ha empezado a dar entrevistas y prácticamente niega -finge demencia- lo que pasó. Y se ha nombrado ya a un nuevo director. Lo que sigue es permanecer atentos y continuar trabajando en nuevos espacios.

  2. Yo era usuaria común de la BV, ahí conocí a Daniel Goldin, porque se le veía por todos lados, más de una vez me orientó acerca de algún libro, me indicó dónde estaba la Bebeteca, me habló pacientemente acerca de algún taller. Yo me preguntaba qué tipo de puesto tendría ese hombre en la BV que siempre estaba ahí, cuando supe que él era el director me di cuenta del por qué la BV funcionaba tan bien. En ninguna entidad de gobierno he visto a un director trabajando con tanto corazón y rumbo. Los festejos del 30 de abril en la BV son muestra del compromiso del proyecto con la niñez, ya veremos este año si se siguen haciendo tanto con tan poco. Una verdadera pena su salida de la BV, yo espero que le den cabida en algún sitio mayor.

    • Coincido contigo Adriana, como dice Petit, ojalá que siga habiendo oportunidad para que Daniel proyecte en equipo todo lo que sabe. Para mí también era muy sorprendente verlo en acción en la biblioteca. Me tocó ver justamente a esos usuarios medio perdidos que le iban a preguntar cómo devolver un libro y él interrumpía lo que estuviera haciendo e iba y les explicaba pacientemente. Siempre puso al usuario primero. El festejo del Día del niño era algo increíble. Funcionaba en buena parte por su poder de convocatoria, porque transmitía un gusto por celebrar y compartir ese momento al que daban muchas ganas de sumarse.

  3. José Mariano Leyva Pérez Gay fue durante el gobierno de Mancera una de sus herramientas, encargado del Fideicomiso del Centro y de triangular negocios con Cal y Arena, la editorial de su tío Rafael Pérez Gay y su otro esbirro de Mauleón; también obtuvo como regalo el predio de Coyoacán para hacer la Titería, regenteada por Lourdes Pérez Gay, su mamá y su hermana Amaranta Leyva. Esa familia no da paso sin huarache, para ellos todo es botín. Van en bola y tienen una larga trayectoria de tracalerías. Atacarán a quien tengan que atacar, harán negocios con quien sea necesario. Dudo que encuentres al nuevo director en la Vasconcelos día con día como hacía Goldin.

    • Interesante investigar por ese lado, Noelia. Al parecer ya hay un nuevo director oficialmente nombrado y han liberado de Leyva de sus dobles funciones. Aquí o allá hay que permanecer vigilantes de lo que suceda.

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