Más historietas y novelas gráficas, más sentido del humor, más libros silentes, más álbumes y libros ilustrados para jóvenes; mayor diversidad lingüística, exploración de formatos y cruce de géneros literarios; más ensayo, poesía y libro informativo; nuevas traducciones de clásicos y de libros de distintos idiomas, no sólo inglés; libros para niños pequeños sin ilustración, sólo texto; sagas mexicanas y más temas locales y que reflejen la realidad violenta de México; libros audaces e incómodos… Ilustradores, escritores, mediadores de lectura, traductores y especialistas imaginan la literatura infantil y juvenil que falta explorar en México.

Reunirse para mirar el lugar en el que estamos y pensar las nuevas fronteras que hay que cruzar ha sido medular en la historia del arte. Ello ha dado pie a cualquier tipo de vanguardia y extendido nuestra capacidad de nombrar realidades, de nombrarnos, con nuevos lenguajes y reconocer la inestabilidad como una fortaleza. La cultura infantil y juvenil forma parte de esa historia, aunque su integración sea más reciente y por eso todavía cueste a algunos aceptarla en la reflexión o admitir que camina sola y requiere de una agenda autónoma.

En marzo de 2013 en Bogotá, en una de estas reuniones para pensar la LIJ, el II Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil (CILELIJ), María Teresa Andruetto leyó una ponencia titulada «En busca de una lengua no escuchada todavía». Esta idea tan sugerente, relectura de una frase de Clarice Lispector, abrió un debate sobre la particularidad de lengua, la defensa de sus muchos matices y la búsqueda de nuevas formas de decir en una industria editorial que favorece los acentos «neutros», «comprensibles» para muchos lectores, que, escribe Andruetto: «demanda uniformidad no sólo en los modos de decir sino también en los modos de pensar». Una postura política y artística contra la repetición e imposición de fórmulas y un recordatorio sobre el lugar del lector: «Cuanta más diversidad y profundidad de escrituras tengamos, mejores lectores necesitaremos. O mejor dicho, es al revés: mientras mejores lectores podamos construir, más hondas y diversas serán las escrituras que se manifiesten en la gran patria de la lengua, porque literatura y construcción de lectores son dos caras de una misma moneda, o mejor aún puntos de una rueda que con su dialéctica alimenta y sostiene el desarrollo subjetivo de un pueblo».

En esa línea, la de abrir más espacios de publicación -de pensamiento- para imaginar nuevas formas de decir y reconocer la diversidad de lectores, el 18 de mayo pasado, en el Centro Cultural Bella Época de la Ciudad de México, se presentó «Resonancias», una nueva colección de álbumes y libros ilustrados para adolescentes, jóvenes y adultos del FCE (abajo la presentación completa).

 

Hace más de 25 años, el surgimiento de la colección A la orilla del viento llenó un vacío, reconoció a un lector e impulsó a los creadores. Socorro Venegas, coordinadora de Obras para niños y jóvenes y fomento a la lectura del FCE, reconoció la importancia de esa colección y el lugar de la nueva: acompañar a los lectores que crecen, que cruzan a la otra orilla y encuentran un páramo, que quieren seguir leyendo libro álbum o libro ilustrado pero lo que encuentran ya no toca sus inquietudes.

José Carreño, director del FCE, reafirmó la necesidad de crear esta nueva colección subrayando que en México hay 37 millones de jóvenes entre los 12 y los 29 años de edad. «37 millones 504 mil 392 para ser exactos, este universo es mayor que la población de la mayor parte de los países de Europa y de América Latina, este solo universo está revolucionando el mundo». Además, reconoció que, más allá de la colección de novela juvenil A través del espejo, este era un sector desatendido que busca publicaciones que combinen «los lenguajes tan poderosos de la literatura y las artes visuales» como  la novela gráfica y el libro álbum.

«La colección Resonancias se compondrá de proyectos integrales y experimentales, donde la selección del formato, el papel, las tintas, la tipografía y el diseño le den identidad a la obra como objeto, como totalidad», se lee en el comunicado de prensa que envió la editorial.

La presentación generó muchas preguntas, una de ellas: ¿cuáles libros? Socorro Venegas mencionó tres que se habían publicado en Los Especiales de A la orilla del viento y que se mudarán a la nueva: El gran cocodrilo de Efraín Huerta y Jorge Alderete, El sueño de Antonio Ventura y Jesús Cisneros y La madre y la muerte/La partida de Alberto Laiseca, Alberto Chimal y Nicolás Arispe.

Y adelantó los primeros tres títulos que saldrán este año ya en el nuevo sello: Capullo Rojo de Kobo Abe y Mauricio Gómez Morín, Una canción que no conozco de Micaela Chirif y Juan Palomino y La cantante y el león de Ricardo Chávez Castañeda y Manuel Monroy.

Esa pregunta me condujo a otra, que, algunos días después de la presentación, decidí enviar a 27 especialistas, ilustradores, editores, traductores, escritores e ilustradores presentes en la presentación del 18 de mayo (ya fuera en la mesa o entre el público):

¿Qué libros para niños, niñas y jóvenes no estamos haciendo en México? Es decir, ¿qué tipo de libros les gustaría ver circulando, qué libros les faltan a los lectores, qué libros necesitaría incluir la oferta editorial de LIJ y por qué?

No necesariamente estoy hablando de títulos en específico, quizá pienso más en un tipo de edición y de aproximación artística ¿son ciertos temas, ciertos géneros, alguna forma de ilustrar o escribir?

Sé que hay todavía muchos desafíos en la larga cadena del libro en nuestro país, pero así como el libro álbum implicó abrir un mercado, configurar un nuevo lector, ¿cuál creen que sería la próxima frontera que hay que cruzar?

Pudieron contestarme 12. A continuación, sus respuestas. Muchas de ellas coinciden y apuntan hacia explorar más el lenguaje del cómic y los libros sin palabras, reconocen la pertinencia del nacimiento de la nueva colección del FCE y mencionan, como antecedente en México Ilustres, de La Caja de Cerillos Ediciones. Además defienden la particularidad de los temas y el lenguaje en México, la necesidad de arriesgar más, pensar proyectos que problematicen la relación texto-imagen, recuperar tipos de libros que se hacían antes e impulsar otros géneros como el ensayo, la poesía y el libro informativo. 

Sabemos que se publican muchísimos libros para niños y jóvenes en México (e Iberoamérica), pero estas respuestas recuerdan que podría haber mucha más diversidad y experimentación, y, al mismo tiempo, señalan nuevas -o antiguas- posibilidades para crear, para leer.

Mi intención es realizar más entregas de esta entrada y ampliar la invitación, sin duda habrá que preguntar directamente a niños, niñas y jóvenes, para seguir pensando e imaginando esos libros no editados todavía. El camino que se vislumbra es muy emocionante.

 

Ricardo Peláez, ilustrador. Faltan historietas.

Foto de Ivan Stephens.

Mi respuesta no tiene dudas: faltan historietas. Este lenguaje ha producido la cantidad y la calidad suficiente de obras como para ser de lectura indispensable en todo proceso de formación lectora. La historieta me ha acompañado desde la infancia en mi desarrollo lector y profesional, en mis aprendizajes de vida como hijo, pareja, padre, ciudadano… En todo momento he encontrado materiales -específicamente de historieta- que me han dado herramientas para afrontar las encrucijadas y dilemas que se me han presentado. De muchas de ellas, incontables ya, he pensado lo que se piensa cuando se está ante una obra que resuena y transforma profundamente tu interior: ¡¡¿¿CÓMO NO LEE TODO MUNDO ESTO??!!

Por su valor estético, por su poder narrativo, su sutileza y refinamiento discursivo (por mencionar unas razones que engloban muchas más) pienso, cuando cierro una de esas historietas, que es una pena que no estén a la mano de muchas más personas.

 

David Lara, ilustrador. Recuperar el sentido del humor.

Foto de Cintia Bolio.

Yo creo que se hacía mucho humor y se dejó de lado, ahora los temas se tornaron más reflexivos. Me ha tocado ilustrar libros de niños con historias de enfermedad de cáncer, niños que se suicidan y otros libros con tragedias que ya no me dio el ánimo de ilustrar. Lo he comentado con varios escritores y me comentan que no es sólo una percepción mía. En mi caso, lo ligaba a mi propio estilo de dibujo, cargado de negros, que da un aspecto lúgubre a las ilustraciones. El punto es que cuando he solicitado temas divertidos no los hay, al menos para mí, por lo mismo he renunciado a seguir ilustrando tragedias. No es que no me parezcan necesarias esas historias, pero habiendo tantos ilustradores ¿por qué tendría que ilustrar todas esas y por qué Trino tendría que ilustrar todas las historias divertidas? Los editores son los primeros que tienen que desencasillar sus ideas y plantear retos a los autores, el que sigue es recuperar nuestro sentido del humor.

Ejemplo de buen humor eran Rius y Naranjo, entre tantos y tantos caricaturistas, que justo se fueron cuando estas otras formas de literatura gráfica están despuntando, pero dejaron un camino trazado que hay que estudiar. Hay por ahí una colección de libros que se llamó de la «De la caricatura al cuento» en el que se retó a caricaturistas habituados al cartón editorial a hacer un libro infantil ilustrado. Siento que no estamos haciendo este tipo de libros que apelaban al humor, no a la moraleja.

La formación de esos autores era de caricaturista, diariamente hacían un cartón, otros más se formaron haciendo tira cómica para suplementos dominicales. Los ilustradores hoy no tenemos oportunidad de hacer este trabajo remunerado diariamente. Siento que nos falta madurar como autores, en mi caso como ilustrador que narra historias con imágenes, pero es necesario ir solventando estas carencias realizando un trabajo constante, no un libro cada tres o cuatro meses cuando nos va bien.

 

Martha Riva Palacio Obón, escritora. Mayor diversidad lingüística y cruce de géneros.

Existe una tendencia a hablar de la literatura infantil y juvenil como un bloque homogéneo pero en realidad no lo es. Creo que, por ejemplo, falta explorar más a fondo esa zona indefinida en la que la literatura juvenil se traslapa con la adulta. En inglés también se han quedado cortos, comenzaron hablando del adulto joven (young adult) pero después decidieron agregar otra categoría, que aquí en México no se menciona mucho: el nuevo adulto (new adult). Entre divisiones, subdivisiones y vacíos inexplicables porque, al fin de cuentas, cada quien se vuelve adulto en su momento, estamos hablando de un periodo de transición de aproximadamente diez años.  Por otro lado, creo que sería interesante experimentar con géneros que no solemos asociar con el público juvenil como es el ensayo literario o poético. (Colecciones como Caja Chica, por cierto, ya están publicando ensayos de no ficción y/o de divulgación. Lo cual me alegra.)

Nos encontramos en un momento crucial en el que existe el riesgo de que la LIJ termine siendo utilizada como una literatura de encargo, cuyo único fin sea reforzar una visión acotada, terriblemente literal de la infancia y de la adolescencia donde sólo hay espacio para una forma única de ser y narrar.  Estamos perdiendo la noción del otro, empezando por la diversidad lingüística. (Nuestro idioma tampoco es un bloque uniforme, ¿por qué dejamos fuera relatos que nos parecen “demasiado” locales?) ¿Cuál es la siguiente frontera? Yo diría que crear justo proyectos que permitan diferentes niveles de lectura, que apuesten justo por las zonas grises, marginales, entre edades, géneros e incluso disciplinas. Por eso celebro que se haga una colección de libros álbum para adultos como Resonancias. 

 

Rafael Cessa, mediador de lectura. Colaboraciones insólitas, libros incómodos.

Libros para jóvenes. Literatura mexicana. Poesía. Libros originales, inéditos. Libros de jóvenes autores. Colaboraciones insólitas/audaces. Libros que tiendan puentes entre lo clásico y lo contemporáneo. Libros para un lector actual pero sin fecha de caducidad. Libros cercanos al cómic y al manga. Libros que sean experiencias culturales como ir a un concierto, al cine, al teatro, a un museo. Libros incómodos, que nos señalen.

Me gustan mucho los libros de La Caja de Cerillos Ediciones, por ejemplo: La historia según Pao Cheng, de Salvador Elizondo, ilustrado por Diego Molina, con prólogo de Margo Glantz. Me parece que ahí hay una búsqueda. 

 

Luis Téllez, escritor y especialista en LIJ. Libros silentes, novela gráfica, poesía, libro informativo.

Más que libros que no estamos haciendo todavía, creo que hay libros que se dejaron de hacer, pienso en la colección de pequeños libros silentes del CONAFE, libros que eran para lectores de múltiples edades, que con sólo imágenes narraban historias divertidas, misteriosas y complejas. Viene a mi mente, también, la colección Letra y Color de El Ermitaño, que era un acercamiento a distintas estéticas mexicanas y que, paradójicamente, eran en blanco y negro, eran libros que invitaban a que el lector los coloreara sin ser el cliché del libro para colorear, muy por el contrario: imagínate a niños coloreando obras de Vicente Rojo, Posada, Carlos Pellicer o figuras de códices mixtecos, no veo esos acercamientos al arte en los libros de ahora, acercamientos que harían más profundas las lecturas de, por ejemplo, novelas gráficas.

Ahora, ciertamente existe la colección Ilustres, de La Caja de Cerillos, que publica textos de autores mexicanos del siglo XX y XXI que, inicialmente, no requerirían ilustración, pero cuya lectura se redimensiona con la propuesta visual de los artistas que los interpretan gráficamente y proponen una lectura alterna a la del texto, pero faltan más de estos libros, que acerquen a los lectores jóvenes a la literatura del siglo pasado, una literatura fundamental para conocernos como sociedad, pero cuyo lenguaje se está alejando de los jóvenes.

Y sí, la novela gráfica falta y falta mucho, para niños, para jóvenes, para adultos, adaptaciones de novelas mexicanas ya escritas, pero también las obras que nazcan en ese género. Y también faltan libros que propongan al texto como único discurso, un poco en el sentido que Verdehalago publicó una colección de libros pequeños (de tamaño) y breves de texto. 

Ahí lo dejo por lo pronto, porque me puedo seguir hacia la poesía y hacia los caminos del libro informativo, pero creo que con estas líneas queda claro que se dejaron de publicar cosas necesarias y falta, aún, mucho por inventarse y publicarse.

 

Juan Palomino, ilustrador. Explorar las formas, expandir los límites.

Foto de Alejandra Carbajal.

Personalmente, no sé si la cuestión sea partir de la necesidad de ciertos temas o enfoques para planear los títulos de una nueva colección. No creo que la literatura infantil, como ninguna otra, tengan que obedecer a un programa, porque eso tiene el peligro de convertirla en una herramienta más que en una forma de expresión rica y plural.

Justo lo que me gustaría ver, desde esta perspectiva, es la exploración de las posibilidades tanto de los contenidos como de las formas que pueden tomar estos géneros híbridos. Creo que la literatura infantil y juvenil se tiene que sacudir las etiquetas y los objetivos didácticos. No veo por qué, aun en estos tiempos, los libros para niños y jóvenes siguen muy subordinados a la necesidad de transmitir un mensaje, una moraleja. No digo que la existencia de este tipo de libros esté mal, pero creo que ahí es donde se puede pensar en expandir los límites en los que hasta ahora sigue operando.

Por otro lado, creo que el complejo y borroso género del libro álbum tiene muchas vetas por mostrar en sus posibilidades narrativas, no sólo en cuanto a los temas de sus historias, sino como objetos con ciertas características. Me gustaría ver, en esta colección, propuestas que jueguen con las múltiples variables con las que se puede articular un libro así, proyectos muy conscientes de su objetualidad, que aprovechen, por tanto, todas sus posibilidades expresivas. Creo que queda mucho por descubrir y por experimentar en este sentido.

En relación con esto, creo que lo interesante de esta nueva colección es que podría permitir más libertad de temas y de aproximaciones formales en los géneros ilustrados, que muchas veces se ven forzados y limitados por la necesidad autoimpuesta de caer en lo que consideramos literatura infantil. 

También creo, y justo por el hecho de ser una colección del Fondo de Cultura Económica, que existe la responsabilidad social de acercar este tipo de libros a sectores más amplios de la sociedad; con precios más accesibles que los de otros libros ilustrados, pero también, quizá, explorando deliberadamente soluciones materiales que permitan que se produzcan obras pensadas desde un inicio para costar poco, sin demeritar sus atributos materiales, que son siempre muy importantes en esta nueva manera de mirar a los libros no solo como contenedores, sino como objetos en los que cada una de sus características se articula en una intención expresiva. 

Otra responsabilidad de esta nueva colección del Fondo es dar prioridad a los autores y las propuestas nacionales. Hay muchas nuevas voces a las que es necesario dar acompañamiento, profesionalización y oportunidades de publicación.

Finalmente, creo que el reto último para una apuesta de este tipo, y que va más allá de que se produzcan y existan estos libros, está en la formación de lectores de imágenes y de libros que combinan los lenguajes gráfico y escrito. La sociedad actual está bombardeada continuamente con imágenes, pero estas están generalmente planeadas para ser eficientes y para depositar su mensaje en nuestras mentes de manera inmediata y fácil, y lo que creo que deben proponer estos géneros es justo lo contrario; deben de provocar, sí, pero también deben invitar a que el lector se detenga, deben hacer preguntas más que dar respuestas, deben poner al lector en cuestión, y esto, en un contexto en el que el público está habituado a otra cosa, necesita mediación y acompañamiento. 

 

Emmanuel Peña, ilustrador. Autores totales, libros retadores.

Me gustaría que en esta posibilidad de nueva colección existiera lugar para la voz de autores totales (escritores, dibujantes) y mexicanos y títulos con temáticas más cercanas. Hay diseñadores ilustradores muy completos que podrían hacer una labor muy dedicada por crear estas posibles obras totales; incluso se podrían crear mecánicas en las que los dibujantes pudieran retroalimentarse de la voz de los mismos autores de literatura, y volverse más solventes ante los proyectos en cuestión.

Más autores para más lectores distintos. Los libros que imagino, en este librero nuevo, son estos que retan al mercado actual, que son redondos en la historia, pero no predecibles, que tienen ingenio y que se vuelven parte de sus lectores. Creo que si el libro en papel sobrevive es por su valor estético. Las editoriales deberían estar dispuestas a afrontar el desafío creativo que implica hacer un libro, considerarlo un trabajo exhaustivo. 

 

Ix-Nic Iruegas, traductora. Nuevas traducciones de clásicos y de otras geografías.

En un esfuerzo por acotar la respuesta a mi ámbito de acción, debo decir que hacen falta libros para niños y jóvenes originalmente escritos en otros idiomas. Si bien sé, porque eso hago, que se traducen libros escritos en inglés de muy buena calidad no detecto a la mano tantos libros de otras latitudes. Desde luego, la dificultad de encontrar traductores literarios de idiomas menos comunes que el inglés, el francés o el italiano, por nombrar algunos de los más comunes, seguramente no facilita esta propuesta, pero el intento bien puede valer la pena. ¿Qué se está escribiendo para niños y jóvenes en Europa del Este? ¿Qué en África y Asia? Es verdad que la industria editorial anglófona ha robustecido el nicho de la LIJ reconociendo a niños y jóvenes como mercado vibrante y activo y con ello ha fomentado la creación de obras dirigidas a este grupo. No obstante, como lectora, como traductora, como madre de una adolescente, me gustaría saber si hay mercados igual de robustos en otras latitudes y ponerlos a disposición de los jóvenes lectores mexicanos. En un momento de radicalización y nacionalismos rampantes, entrar en contacto con otras formas de ver el mundo, no puede mas que ayudar.

Por otro lado, estoy convencida de que América Latina en general y México en particular necesitan tomar las riendas de su actividad traslaticia. Los lectores no ibéricos merecen traducciones acuciosas realizadas con ellos en mente. Hace falta, por ejemplo, una reinterpretación de los clásicos que leyó mi generación en traducciones peninsulares, con frecuencia hechas a partir de otras traducciones y no del idioma original. Y con esto no estoy hablando de textos repletos de localismos (a los que yo en absoluto me opongo, por cierto) pero sí de un manejo del idioma al que el lector pueda sentirse cercano, en el que olvide que está leyendo una traducción. Ahí hay un reto interesante que detecté desde mi trabajo traduciendo Alicia en el país de las maravillas junto a Ignacio Padilla. No queríamos que Alicia dejara de ser “inglesa”; al mismo tiempo no queríamos que fuera “española”. Un ejemplo sencillo que he usado mucho: dedicamos un buen rato a la discusión de si Alicia debía comer una torta, una tarta o un pastel. La niña que fui trató de imaginar a Alicia comiéndose una torta de moras y la imagen primera fue, en efecto, la de un bolillo partido a la mitad, con mermelada de moras en medio. En nada se parecía aquello a un pastel. Y en un texto como aquel, tan lleno de imágenes desquiciadas y complejidades lingüísticas, nos parecía injusto sembrar en el lector una imagen o una duda no pensada por el autor. En nuestra traducción, Alicia come pastel.

En resumen y desde el punto de vista de una traductora, la innegable riqueza y calidad de la producción literaria de nuestro país no debe cerrar la puerta a obras escritas en otros idiomas y en otros tiempos y, afortunadamente, editoriales importantes y rigurosas como el FCE, están siempre en busca de obras que vigoricen su catálogo en beneficio de sus lectores más jóvenes.

 

Abraham Balcázar, ilustrador. Memoria histórica, proyectos narrativos complejos.

Foto de Khrystell Zavaleta.

Me gustaría ver entre los libros para niños y niñas los temas que pensamos son sólo para jóvenes o adultos. En la charla del FCE [presentación de «Resonancias»] hablaron de la obra de Augusto Mora, de los 43 o tal vez las autodefensas. Me parece importante que los niños reciban su propio diario sobre el acontecer nacional, obvio con sus ajustes en el código, pero creo que debemos atender los problemas de nuestra sociedad más que los de la sociedad en general. Muchos libros hablan sobre la muerte, el suicidio, la enfermedad, etc. Y está muy bien, pero si se trata de México debería ser todavía más local y crear un pequeño registro histórico de lo que estamos pasando.

Por otro lado, celebro harto la colección de FCE pues el dibujo en la literatura está muy estigmatizado. Los mismos editores de literatura de adultos ven hacia abajo a los editores de literatura infantil. Comentábamos en una charla hace poco que una razón oculta del porqué hay tantas mujeres editoras en la LIJ es justo esa condescendencia de pensar que la infancia es tema de mujeres y del hogar, no de hombres pensantes, etc. Si el Fondo hace una apuesta por los libros ilustrados para los adultos jóvenes está creando un vínculo con los lectores adultos que en su momento pedirán libros álbum para ellos. Como ilustrador que trabajo para diversos medios, siempre que tomo una ilustración para niños mi narrativa se limita al uso de muy pocas imágenes o a generar imágenes muy cargadas de sentido en una sola presentación y los proyectos narrativos complejos se van al baúl de trabajo personal. Como creador veo claramente cómo se limita mi trabajo en lo que podría ser mucho más elaborado.

 

Katia Álvarez, mediadora de lectura. Libros silenciosos, para contemplar.

La pregunta me hizo pensar sobre todo en un estilo y aproximación artística. Recordando la mención del viernes [en la presentación de «Resonancias»] sobre libros silenciosos, siento que estos son muy raros en general y en lo personal creo que son un género bellísimo. Me encanta la sensación de perderse en una imagen y sus detalles, y cómo eso puede generar reflexiones diferentes o estados de contemplación que a veces el texto interrumpe para dirigir nuestra atención a la trama. Me gustaría mucho, entonces, leer libros con historias complejas pero que se desarrollen con un ritmo lento y contemplativo. Aprovechar la imagen para entrar a temas complejos desde otro punto de vista y crear una conexión no tanto desde lo intelectual, sino desde lo emocional y sensorial. Como en Emigrantes de Shaun Tan, que habla a un público de todas las edades o los libros de Jon McNaught, que publica historietas sobre lo cotidiano con pura imagen y te envuelve en una atmósfera nostálgica en donde puedes apreciar muchos detalles desde otro ángulo.

Hay más libros ilustrados para jóvenes y adultos que libros álbum. Por ejemplo, La Caja de Cerillos tiene una colección de narrativa ilustrada muy interesante con cuentos más «serios» de autores como Cristina Rivera Garza o Margo Glantz, y Libros del Zorro Rojo edita textos de autores como Paul Auster o Italo Calvino.

 

Manuel Monroy, ilustrador. Preocupación filosófica y sistémica por integrar otras perspectivas. 

Qué tipo de libros me gustaría encontrarme en la sección de niños y jóvenes, pienso en temas científicos, y no me refiero a los libros informativos que sirven de apoyo a las asignaturas escolares, sino al registro reflexivo que el Ensayo como género, permite. Pienso en Umberto Eco y su enorme despliege de recursos teóricos y técnicos de escritura para abordar prácticamente cualquier tema. Por ejemplo, en su libro Historia de las tierras y los lugares legendarios. Me parece fascinante la manera cómo la cartografía geográfica del periplo de Ulises sirve de eje narrativo para integrar múltiples citas científicas, literarias o filosóficas de otros siglos que aproximan al lector a las condiciones ideológicas de la visión homérica. Entrelíneas, y esto me resulta importante, subyace una preocupación filosófica y sistémica por integrar otras perspectivas. 

Acerca de la oferta editorial y las editoriales transnacionales en particular, percibo un desafio permanente: Cómo gestionar las tensiones existentes entre las prescripciones institucionales, la rentabilidad según los criterios del marketing y la creatividad (gráfica o textual) que se aleja de las pautas ideológicas convencionales. Me atrevo a decir que parece una pregunta anómala pero confío en que las cosas pueden ser de otra manera. Sí, hemos visto que los temas en la literatura infantil se han abierto a tópicos no tradicionales como los conflictos familiares, la política, la religión, las enfermedades, la violencia, la muerte o las distintas sexualidades, sin embargo, sería interesante analizar si esos contenidos han sido condicionados en función de las agendas institucionales y/o si se suscriben a modelos probados.

 

Selma Olivares, mediadora de lectura. Pensar la violencia, inventar sagas mexicanas.

En mi experiencia como lectora, los niños y preadolescentes no dejan de pedir libros de terror. Me gustaría quizá encontrar más libros de historias de terror más cercanas a su vida, como leyendas mexicanas, pero ediciones bien revisadas y bien escritas, con un trabajo de investigación previo.

Pensando en la triste y violenta realidad de nuestro país, quizá también me gustarían ver en circulación libros que promuevan la reflexión en torno a ese tema. Creo que la violencia es un tema que tratamos de “esconder” de los niños, aunque están inmersos en ella, igual que todos nosotros. Podría ser valioso abrir espacios para leer, pensar y conversar sobre la violencia y generar ideas para prevenirla. La única referencia que tengo es el libro No es normal de Jacobo Dayán, un libro interesante, dirigido al público juvenil. Sin embargo, la edición de Conaculta no es necesariamente amigable o invitadora.

Por otro lado, me parece que los jóvenes tienen también interés en leer series o sagas, y hasta donde yo he visto, las que están disponibles son extranjeras. Me pregunto ¿qué historias de jóvenes podrían escribirse sobre grupos de niños o jóvenes mexicanos o latinos? Quizá sería interesante también, como lo has hecho en otras ocasiones, preguntar directamente a los niños y jóvenes. Sobre la frontera a cruzar, pienso que sería interesante que hubiera más libros para niños y jóvenes más interactivos. Es decir, que en los textos se les pregunte, que se les rete, donde puedan también escribir y/o dibujar.

 

¿Y ustedes? ¿qué piensan? ¿Qué libros para niños, niñas y jóvenes les gustaría ver circulando en México?

La ilustración de portada es de Carmen Segovia. Fue realizada para Soon in Tokyo y las Bibliotecas Públicas de Barcelona.

15 Comentarios »

  1. se me olvido decirte que me llamo Olga Cuellar soy colombiana y tengo este blog , por si quieres ver algunas imagenes mias :olgacuellarilustracion.blogspot.com
    gracias

  2. Hola Adolfo como estas, tu no me conoces , pero soy una seguidora y admiradora de tu blog, desde hace rato ,soy autora e ilustradora de libros para niños.Te quiero comentar que gracias a la pandemia soy dueña de los derechos de algunos de mis libros , entre los cuales tengo libros silentes y uno de tiras cómicas o historietas para chiquitos , si te interesa te mando algunos archivos . Quisera saber si tengo alguna posibiidad de entrar en esas»Resonancias» o solo es para Mexicanos???? saludosssssss

  3. Hola Adolfo. Disfruté mucho tu artículo hace unos meses y ahora lo he vuelto a retomar. Actualmente vivo en España y me parece que las novedades infantiles tienen un ritmo impresionante, no paran. Me pregunto constantemente si no se editan demasiados libros que luego no llegan a los lectores. ¿Cómo ves esto en México? ¿Realmente hay espacio para nuevas editoriales? Por otro lado, también pienso en la distribución de libros, por ejemplo, en provincia. Hay tantos libros valiosos que no llegan, por ejemplo, a Querétaro (el ejemplo que mejor conozco). ¿Cómo mejorar el acceso a libros de calidad, de editoriales que se arriesgan?

    • Hola, bueno, a riesgo de sonar un poco obvio, las redes sociales son aliadas para ello. En particular los grupos de Facebook. Por otro lado, intentar contactar a organizadores de ferias del libro también he visto que funciona. Allí se puede armar una mesa para que los niños cuenten directamente su experiencia. O en espacios afines como bibliotecas, museos y la propia escuela. ¿Iba por ahí tu pregunta? Por otro lado, yo estoy preparando una entrada sobre libros escritos por niños. Le echaré un ojo a tu blog (qué bonito proyecto) y si tienes más información acá te dejo mi mail para que me la envíes: adolfo.cordova@gmail.com Un abrazo grande.

  4. Tenía pendiente leer este artículo y me alegra haber encontrado el tiempo para hacerlo, pues me ha parecido muy sugerente, orientador y hasta retador. Las respuestas y opiniones, todas muy interesantes. Pero, confieso, esperaba algo más… Como escritora y editora que trabaja el tema de la diversidad cultural y lingüística, generalmente muy subestimado por las grandes editoriales, me llama la atención que ninguna de las personas que opinan o son citadas, mencione a los idiomas indígenas y menos aun a su literatura cuando se refieren a la diversidad lingüística. Me pregunto, de esos 37 millones 504 mil 392 jóvenes, que afirman existen en México, más los otros tantos millones de niñas y niños ¿Cuántos son indígenas? ¿Cuántos de ellxs son bilingües? ¿Cuántos hablan más de dos idiomas además del español y muchos también el inglés? Esa diversidad ¿no cuenta? Cuando hablan de sagas no puedo dejar de pensar el la rica tradición oral, escrita y pictográfica de esos pueblos y las sagas de sus héroes o divinidades, tan complejas en tramas y simbolismos como las homéricas. ¿Por qué siempre lo europeo como referencia y tanto desconocimiento de lo propio? Creo que asumir y reconocer esa diversidad sin complejos es un tema pendiente en la LIJ, porque para esos millones de niñas, niños y jóvenes que viven entre dos culturas, que manejan a la perfección códigos culturales diferentes, que saben bien que esa otra cultura los desconoce o los niega, para ellas y ellos, se hacen muy pocos libros en México y en el resto del continente.

    • Hola, Beatriz, muchísimas gracias por tu opinión. Tienes toda la razón. En realidad este primer sondeo fue muy acotado porque sólo pregunté a personas que asistieron a la mesa que organizó el FCE y, en ese sentido, no pude cubrir un rango tan amplio de perfiles, pero sin duda el hecho de que la literatura de tradición oral o las literaturas en lenguas originarias no hayan aparecido es síntoma más de su invisibilidad. Muchas gracias por mencionarlo. Sin embargo, sí que hay varios especialistas preocupados por la diversidad lingüística (Martha Riva Palacio, por ejemplo, lo dice tal cual) y me parece que casi todos coinciden en ofrecer una mayor diversidad de géneros y formatos. Aunque no mencionen explícitamente las lenguas indígenas, siento que sí hay voluntad por lo diverso en contra de la homogeneización de contenidos. El constante referente a Europa tendrá que ver con la historia propia de la LIJ y del libro como objeto material, pero coincido contigo en que debería ser más equilibrado. Hay esfuerzos, aunque falte tanto, pienso en el primer Congreso Internacional de Fomento a la Lectura en Lenguas Indígenas que se realizó este año en Oaxaca, por ejemplo. O las ediciones bilingües de Donde viven los monstruos o El principito, la apuesta por la editorial Ideazapato por recuperar cosmogonías indígenas… En cualquier caso, falta. Y es un problema complejo que se cruza con el de la discriminación y el clasismo tácito de mucha de la LIJ contemporánea. Pienso hacer más entradas con esta misma pregunta. Si me compartes tu correo electrónico me encantaría incluirte como una de las consultadas. Un abrazo.

  5. Coincido con Selma Olivares en la propuesta de crear sagas mexicanas, y pueden ser de fantasía mezcladas con personajes de la tradición (chaneques, naguales, etc) o tocar otros temas. A través de mi experiencia como promotora de lectura me atrevo a proponer poesía. Necesitamos hacer llegar la poesía a los niños no sólo por los libros de texto. En esta época tan dura e insegura que vivimos es primordial sensibilizarnos. Para ello contamos con la poesía, que no sólo expresa belleza o amor, sino cualquier tema que se quiera expresar.

    ¡¡Saludos y felicidades por el blog.!!

    • Muchas gracias, Salomé. Sí, coincido contigo. Quizá el reto sea darle la vuelta a las sagas, como dices, anclarla más con nuestra identidad y pensar en historias que quiebren el desgastado modelo estadunidense. De las pocas que hay en México, que recuerdo ahora, está la de Mundo Umbrío de Jaime Alfonso Sandoval y El libro de los héroes de Antonio Malpica.
      Y ¡más poesía! Es posible, aunque se diga que «no vende». Quizá sea más difícil de colocar por la cantidad de prejuicios que circulan alrededor, pero seguro coincidirás que cuando uno la acerca a los niños, niñas y jóvenes se enganchan enseguida. Además del Premio Hispanoamericano de Poesía Infantil del FCE, la editorial que más consistentemente publica poesía es Castillo. Por si quieres buscar más títulos ahí encontrarás muchos.
      ¡Abrazo y gracias por seguir el blog y participar!
      Adolfo

    • Muchas gracias, Gabriela. Sí, la idea es preguntarnos y mirar lo que se publica, empezar por ponerlo sobre la mesa ya es algo. Me parece que hacen falta más libros exactamente como tú lo dices: que se la jueguen, y me gusta que lo planteas desde la perspectiva del lector. Coincido contigo, ellos saben cuando el autor se implicó o no. Quizá el resultado no tiene que ser siempre arriesgado pero por lo menos que desde el lado del creador haya exploración de algo distinto. Salirse del lugar cómodo. Un abrazo grande hasta Uruguay. (¿Cómo ves esta cuestión allá?)

      • Hola, gracias por tu respuesta. Bueno, tengo que decir que Uruguay no se escapa de los reclamos del mercado. Más bien, no se escapa de una «idea» de mercado, que muchas veces deja por fuera a muchas personas, de las grandes y de las chiquitas, que esperan de los libros obras de arte y no solo motores para leer «más fluído», o «educarse en valores». Lo didáctico sigue teniendo mucha fuerza, de todas maneras aparecen, y cada vez más, riesgos bienvenidos por los que atendemos este tipo de libros. Aparecen fantásticos escritores e ilustradores, y emprendimientos editoriales (más chicos o más grandecitos), que se tiran al agua. Por suerte, me parece que los nuevos vientos llevan a que muchas familias busquen con más interés qué libros llevar a casa. Eso es maravilloso. Yo trabajo como mediadora de lectura, y por suerte muchas veces, se quedan padres, me mandan mensajes, mes escriben correos, preguntándome acerca de libros. Nada más el hecho de que haya un interés en profundizar la búsqueda ya es maravilloso. Te paso nuestra página por si te interesa chusmear: http://elsonidodeloslibros.uy/
        Cariños y me encantó el artículo.
        Gabi

      • Muchas gracias a ti, Gabriela, por seguir la conversación. Sí, la perspectiva es emocionante porque, parafrasean a Mafalda, a pesar de esta “ola de manía muychiquista” en la que también está inmersa la LIJ, no dejan de aparecer libros fascinantes. Hay que bucear pero están y cada vez hay más. Ya entré a su blog. Me encantaron nombre y contenidos, ¡ya los sigo! Muchas felicidades. ¡Abrazo grande!

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