Leer: ¿gimnasia o recreo? Claves en la formación de lectores
¿Leer en el salón de clases o en el recreo? ¿Acercar libros como se acercan instrumentos musicales y lápices de colores o entrenar lectores con la disciplina del atletismo? Parece […]
Expediciones a la literatura infantil y juvenil
¿Leer en el salón de clases o en el recreo? ¿Acercar libros como se acercan instrumentos musicales y lápices de colores o entrenar lectores con la disciplina del atletismo? Parece […]
Parece el nuevo credo y se defiende con fervor: hay que promover la lectura por placer. ¿Y nada más?
Los especialistas coinciden en que también se debe hacer un poco de gimnasia, pues el aprendizaje de la lectoescritura pasa por un proceso de obligatoriedad en el que hay que poner al juego en pausa.
No sé, dice Álvaro. Entonces, ¿obligo a mi hijo a leer? ¿Debe hacerlo la escuela? ¿Qué hago para que deje un poco los videojuegos y lea más?
Álvaro es músico y padre soltero de un niño de 10 años. Sus dudas son compartidas por todos los que quisieran ver a sus hijos crecer entre libros.
La solución no parece un enigma tan grande, pero muchos esfuerzos se invierten en resolverlo. Sabemos que es bueno que haya libros en casa, que los padres deberían ser lectores, que “obligar” no es una palabra que sirva… Pero si en la práctica no todo sale como en la teoría, quizá sea porque no estamos viendo el cuadro completo.
En la escuela la lectura debería estar emparentada con las artes y promoverse desde el lugar del que se aborda la danza, el teatro, la música, dice Marcela Carranza, profesora e investigadora especializada en literatura infantil y juvenil. Leer como una actividad lúdica.
Pero en la cabeza del hijo de Álvaro resuenan las instrucciones de siempre: hacer un resumen del libro, prepararse para un control de lectura, leer con límite de tiempo, leer de tarea junto con las divisiones, las multiplicaciones y las planas.
Lara Reyes, maestra de primaria y profesora asociada en la Universidad Autónoma de Barcelona, diseñó y aplicó un programa de formación de lectores con sus alumnos que ha tenido mucho éxito. Para ella, los controles de lectura llenos de preguntas obvias o las actividades repetitivas basadas en resúmenes con dibujo, sin conexión con las prácticas sociales de lectura, provocan un desinterés que va alejando a los niños de la lectura literaria por placer.
Luego, dice Lara, la repetición de estas prácticas tan poco estimulantes, en el paso a la educación secundaria, deriva en una pérdida de lectores que en la adolescencia es difícil de remontar.
La lectura se asocia más con la transmisión de un mecanismo (como quien enseña a dividir) que con una práctica social placentera.
“El adulto que lee literatura asiduamente, no lo hace por obligación; lo hace por el placer que encuentra en las novelas policíacas, en los cómics mangas o en los relatos históricos”, señala Lara.
Una pista para Álvaro y su hijo de 10 años: el gozo. La lectura como sinónimo de teatro, música, danza, cine.
Azucena Galindo, directora de A Leer/IBBY México (Organización Internacional para el Libro Juvenil) coincide: la imposición de lecturas genera rechazo. Los niños que tuvieron un acercamiento placentero a la lectura y desarrollaron su propio camino lector tienen un mejor desempeño escolar en etapas posteriores de la vida.
La forma en que se acercan los libros a los niños en la escuela es la clave. “El cómo”. Un “cómo” que sí admite el “deber”. Debe ser gozoso, aunque los expertos recuerdan que también debe haber disciplina.
Leer también es hacer gimnasia, es un entrenamiento físico. Un niño no empieza a disfrutar una lectura con la misma naturalidad y gozo con el que trepa a un árbol o hace un castillo de arena.
Para la especialista Teresa Colomer se debe encontrar el punto medio entre obligatoriedad y placer.
“Hay que proporcionar a todos los niños la experiencia de leer. Y eso a menudo no es espontáneo. Siempre hay una tensión entre la dificultad y el interés de cualquier actividad.
“Obligar es un instrumento (para promover la lectura), aunque no es el único, ni siquiera el principal. No es tampoco absoluto porque se pueden negociar sus límites: ‘Hay que escoger un libro de la biblioteca, pero el que se quiera’, ‘Se puede devolver sin acabar, pero se tienen que haber leído tantas páginas’, ‘Tienes que leer un rato cada noche, pero lo haremos juntos’, ‘Tú lees tres líneas seguidas y yo te leo las tres siguientes”, detalla Teresa.
Aprender a ser un lector crítico no siempre es placentero, agrega Brenda Bellorín, investigadora y crítica de LIJ, hay que ejercitarse y como cualquier ejercicio físico, requiere de tenacidad y esfuerzo, de tiempo y espacio.
«En este sentido, creo que la escuela debe procurar ese tiempo y espacio, y eso pasa a veces por el deber en la medida de que depende de unas rutinas. Hacer lectores es cosa de un proceso largo, no se decreta, pero para generar ese proceso hay que crear cierta infraestructura que garantice las situaciones de lectura, así como estar muy pendiente que la selección de libros sea estimulante y variada”, explica Brenda.
Otra pista más para Álvaro: revisar cuál es la aproximación de la escuela de su hijo a la lectura y trasladar a casa algunas de estas recomendaciones: ¿Hay un espacio de lectura en la sala, en una habitación? ¿Podemos negociar un mínimo de lectura al día mientras el niño está aprendiendo a leer? ¿cómo elegimos qué leen nuestros hijos antes de que ellos sepan elegir?
De ahí que sea necesario, continúa Azucena de IBBY México, que haya espacios de lectura en las escuelas, como las bibliotecas, en donde se promueva el contacto con los libros y con los otros, el diálogo, el debate y la reflexión acompañados de un mediador capacitado.
«Aunque no son los únicos responsables, sí es obligación de la escuela formar lectores, porque el hábito va a incidir en su desempeño escolar», dice Azucena.
Para lograrlo, dice Brenda, debe haber distintas prácticas de lectura: desde que el maestro lea en voz alta hasta que ellos puedan escoger y deban comentar libros de la biblioteca de aula o del colegio. «En algunas de estas actividades hay más juego para que elijan y se diviertan».
Lara también recomienda ayudar a los lectores a encontrar libros que les interesen, que les ofrezcan algún reto, experiencias de lectura distintas.
«Como afirma Graciela Montes, hace falta que la escuela se asuma como la gran ocasión para que todos los alumnos lleguen a ser lectores plenos. La lectura no es algo de lo que la escuela pueda desentenderse», recuerda Lara.
Y tampoco la familia. No hay duda. Así que Álvaro puede empezar por aplicar en casa algunos de los consejos y recomendar en la escuela varios más. O sentarse un rato a jugar Angry Birds con su hijo y luego invitarlo a leer juntos un cuento de los hermanos Grimm.
Leer: gimnasia y recreo.
Me encanto este artículo, es una realidad que formar lectores es un trabajo bastante serio, que requiere preparación, pero sobre todo mucho corazón. En mi experiencia como docente de preescolar, creo firmemente que la manera en que acerques a los niños a la lectura, hace la diferencia, para mi es maravilloso transitar de los primeros días de clases en que los niños buscan juguetes y otros materiales para compartir en el recreo o al iniciar el día, al momento en que si sugerirlo, corren a nuestra biblioteca de aula o me piden traiga de casa alguno de sus libros favoritos para leerlo a un compañero o me piden conseguir libros de este o aquel autor. En definitiva solo puede enseñarse a amar, lo que tú como maestro amas. Saludos =)
Muchas muchas gracias, Marcia, muy valioso leer tu comentario. Coincido con lo que dices (y además, qué bonito lo dices). Así es, se requiere corazón para intentar transmitir esa calidez, ese refugio, que puede ofrecer la literatura. Luego hacer espacios inclusivos, amables, llenos de lecturas significativas es otro reto grande. ¡Muchas felicidades por conseguirlo con tus alumnos! ¡Un abrazo grande!
Muchas gracias, Poecraft. Qué bueno que procures ese acercamiento a la lectura desde los primeros años de vida, sin duda es clave porque abre el mundo a los niños. Es verdad que en la adolescencia hay muchos otros distractores (y también un coctel hormonal) que pueden alejar de la literatura, pero también, en algunos casos, los libros resultan un refugio para incomprendidos y rebeldes (es cierto que hay algo de cliché en esto). Por otro lado, precisamente ahora me parece que la literatura juvenil sí es una especie de moda, aunque quizá no tanto en la adolescencia, como dices, sino más después de los 20 y más, pues es una tendencia que los adultos lean libros para jóvenes. Gracias por comentar y seguir tan activamente Linternas y bosques. ¡Nos seguimos leyendo! ¡Saludos!
Muy interesante el artículo. Como promotor de la lectura entre mi familia, me interesa involucrar a los más pequeños, entre a más corta edad se les integre a la lectura más posibilidad de éxito habrá. Como bien se menciona, en la adolescencia es ya muy complicado pues la lectura nunca ha sido una moda juvenil, sino todo lo contrario, la tv, películas y sociedad en general ven al lector como sujeto antisocial y retraído. Nada más lejos de la realidad.
Saludos.