Bosque adentro desaparecen los hombres. El cazador no regresa con la piel del venado. Los perros extravían a sus amos. Nadie vuelve a la aldea cuando han encendido las antorchas.

Juan los devora a todos.

Juan, que una vez fue niño.

Que una vez, hace mucho, fue Rey.

Ilustraciones de Xun Wang para corto animado.
Ilustraciones de Xun Wang para corto animado.

No pude salir del bosque donde vive Juan de Hierro. ¿Qué le sucedió? ¿Qué maldición lo convirtió en un hombre salvaje, un poderoso mago, una especie de anfibio que se oculta en el fango? ¿Por qué desaparece a todo el que cruza el bosque? ¿Cómo logra liberarlo un joven de la maldición que lo hacía tan temible?

Existen personajes que nos inquietan. Nos fascinan. Soñamos con ellos. Hacen que nos desvelemos y, cuando al fin dormimos, les hablamos. Corremos a su lado con patas de palo o de perro en vez de piernas. Compartimos sus poderes y sus penas, los sentimos en nuestra piel híbrida de escamas, de plumas, de cristales rojos, de pelos largos; curtida por cada palabra que leímos sobre sus vidas.

No son ellos quienes nos siguen, somos nosotros quienes los perseguimos. Continuamos buscándolos cuando cerramos el libro. Queremos acompañarlos más allá del papel. Inventar bosques en los que sus manos sigan lanzando flechas y mordiendo manzanas. No van por nosotros, nosotros vamos tras ellos.

Y cuando los cazamos, se quedan.

Porque los personajes, secundarios o protagonistas, villanos o nobles, cohabitan con nosotros no solo por lo que leímos que fueron, también por lo que imaginamos que podían ser. Perseguimos el tiempo antes y después del principio y el fin de su historia. Proyectamos nuestras preguntas esenciales al terreno de la ficción: ¿de dónde viene este personaje? ¿a dónde irá después? ¿quién es? Escribimos donde el autor dejó espacios, donde no dijo más.

Este impulso me hizo empezar una búsqueda de personajes, una arqueología de ogros y dragones blancos, voladores, de la suerte; que me movió hacia la periferia, entre los personajes secundarios, algunos incidentales, olvidados; otros más seductores que el protagonista.

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Ilustración de Matt Buck.

El primero de ellos es Juan de Hierro, un personaje retomado por los Hermanos Grimm, que da título a un cuento publicado por primera vez en 1850.

Da título al cuento, pero es un personaje secundario, a medio hacer, en los bordes de la acción, complejo (aunque sea cuento de Hadas, los Grimm tienen muchos personajes que no son buenos o malos, sino ambos). Al principio del relato es un villano, un hombre cruel, endurecido y oxidado como el hierro, que mata a los que entran en su bosque. Luego es un mentor, “ayudante sobrenatural” (en las tipologías de los folcloristas), mago superpoderoso que ayuda al niño protagonista cada vez que lo necesita. Y al final de la historia se revela como un noble rey que había sido víctima de un encantamiento.

Cuando empecé mi búsqueda de personajes secundarios en obras emblemáticas de la LIJ primero volví a Las historias o cuentos de antaño de Charles Perrault. Su Caperucita Roja, su Bella Durmiente, su Cenicienta, su Pulgarcito… son célebres porque él es el primero en escribir estos cuentos tradicionales pensando en un público infantil. Sin embargo, en los ocho cuentos que escribió en prosa y los tres en verso no encontré ningún personaje secundario que me llamara suficiente la atención. El impacto de sus historias es innegable, estamos en el cuento de hadas típico, con personajes planos, acciones que se suceden sin adornos estilísticos ni descripciones prolongadas; y aunque el lobo feroz pueda contar su versión del cuento, ninguno de sus secundarios es, en sí mismo, misterioso. O al menos no lo fue para mí.

De Perrault a los Hermanos Grimm hay un salto de cien años. Ya sabemos: para escribir sus historias los hermanos escucharon muchas voces, muchos testimonios, algunos recogidos de manera oral, otros por carta o libros. El resultado son narraciones sencillas y otras muchas más elaboradas, con giros, encantamientos, rituales y castigos que dejan atrás los engaños de un gato que se puso botas.

Cuentos como “El fiel Juan”, “Las tres hojas de la serpiente”, “Los tres cabellos de oro del Diablo”, “El hueso cantor”, ”El ahijado de la Muerte”, “La ondina del estanque”, están llenos de personajes extraordinarios que no figuran en el imaginario como Caperucita, Cenicienta, Pulgarcito o Blancanieves. Quizá simplemente porque no tenían un título corto y singular: Caperucita, Cenicienta, Pulgarcito y Blancanieves. Es más fácil recordar “Rapunzel” o “Hansel y Gretel” que “El muchacho que se fue de casa para averiguar qué eran los escalofríos” o “La mesa, el burro de oro y el palo brincador”. El nombre singular facilitó reconocerlos en la mar de cuentos que escribieron los Grimm (algunos tan parecidos entre sí que da dolor de cabeza tratar de recordar si era Juan el fuerte, Juan con suerte, Juan el jugador, Juan-medio-erizo, Juan el perezoso, Juan el fiel… o cuál pastora, cuidadora de oca, chica de la fuente… era la que se disfrazaba de vieja).

Pero vuelvo: los Grimm, que escriben que los corazones estallan (literalmente) de alegría o de dolor, los padres regalan a sus hijos a asesinos o eligen a la muerte como la madrina ideal de un recién nacido; dejan muchos cabos sueltos en su explosión de secundarios. Dice Philip Pullman que muchos personajes de los Grimm quedaban incompletos por las preguntas sin resolver propias de la transmisión oral de las historias: ¿Y por qué fue así? ¿Y de dónde venía? ¿Y quién le hizo eso?

¡Quién sabe!

Así encontré a Juan de Hierro.

Quién sabe qué pasó con él, pero alguien lo encantó y se volvió un hombre primitivo.

Esta es su historia.

 

Shayna Feinstein
Ilustración de Shayna Feinstein.

El cuento

Resumiendo: Juan de Hierro (o el Hombre Salvaje, Primitivo, de la Selva) vive en un bosque, se esconde en el fondo fangoso de un lago, en los dominios de un rey que un día envía a un cazador para que le traiga un ciervo y nunca vuelve.

El Hombre Salvaje devora o ahoga o entierra a todo el que entra en ese bosque. Nadie vuelve. Ni los perros. Así que el bosque se queda solitario. Hasta que un día un cazador desconocido pide permiso al rey para explorar la zona y aunque éste le advierte que si entra no saldrá más, el cazador insiste. (“Ese bosque no es seguro y temo que, si te aventuras en él, te quedarás dentro, igual que los otros”).

Cuando está cerca de un lago en el bosque, ve cómo un brazo sale del agua, toma a su perro y se lo lleva al fondo. El cazador vuelve con ayuda y vacía el lago. Ahí descubren a Juan de Hierro.

“Cuando llegaron al fondo, vieron tendido un Hombre Salvaje cuyo cuerpo era marrón como el hierro oxidado. Estaba cubierto de pelos de pies a cabeza. Le ataron con cuerdas y le llevaron al castillo”. (¿Por qué no se defiende? ¿Por qué no los devora? A saber.)

En el castillo aparece el personaje que ha de protagonizar la historia: el pequeño hijo del rey, quien, por accidente, pierde su juguete favorito, una canica de oro, dentro de la jaula del Hombre Salvaje. Después de un par de días y aprovechando que el padre salió de cacería, el salvaje convence al joven príncipe para que le abra la jaula.

Ilustración de Marilee Hayer.
Ilustración de Marilee Hayer.

El Hombre Salvaje escapa al bosque y se lleva al niño con él para evitar que lo castiguen. Una vez ahí, le dice que él es Juan de Hierro y que no volverá a ver a sus padres, pero que si lo obedece, él lo cuidará y le dará todos sus tesoros.

El niño fracasa en la tarea que le encomienda: cuidar que nada toque un manantial de oro. Él mismo sumerge un dedo; luego toda la cabellera, que le queda dorada. Juan de Hierro lo echa, pero como tiene un buen corazón (hace pensar en El hombre de hierro de Ted Hughes), le dice que cada vez que necesite su ayuda vaya al bosque y grite su nombre.

El niño vaga por otros reinos, cubriendo siempre su cabello dorado; crece, se vuelve jardinero de un palacio, se enamora de la princesa (quien conoce el secreto de su cabellera) y le pide ayuda a Juan de Hierro para ganar una guerra a favor del Rey y tres torneos para merecer la mano de la princesa (con tres armaduras y caballos de colores diferentes). Lo consigue todo y al final del cuento, en su boda con la princesa, reaparece Juan de Hierro:

“Y cuando ya se habían sentado a la espléndida mesa, cesó de repente la música, se abrieron las puertas y entró un rey de porte majestuoso, seguido de un gran séquito. Se dirigió al príncipe, lo abrazó y le dijo: ‘Yo soy Juan de Hierro. Me habían hechizado, transformándome en un hombre salvaje; pero tú me has redimido. Tuyos son todos los tesoros que poseo”.

Este final es la gran sorpresa y uno de los misterios principales. No se entiende por qué justo cuando se casa el príncipe se rompe un hechizo del que no teníamos idea: un rey convertido en salvaje. Podríamos entender ahora por qué al principio del cuento, después de que el niño le abre la jaula a Juan de Hierro, él se lo lleva al bosque (es un poco inverosímil que lo rapte para siempre solo para que no lo castiguen). Tal vez ese hecho tenía que ver con iniciar una relación con ese niño, algo que eventualmente rompería el hechizo.

Son algunas de las preguntas que hay que hacerse para tratar de entender al personaje, aunque es verdad que muchas cosas en los cuentos de hadas suceden sin justificación, a veces sin conexión aparente con lo dicho en la historia. Otra vez: ¿Y eso por qué? ¡Quién sabe!

 

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Daguerrotipo de los Hermanos Grimm, de Hermann Biow, 1850.

Los antecedentes

En 1815 los hermanos Grimm publicaron una primera versión de “Juan de Hierro” que titularon “El Hombre Salvaje” (De Wilde Mann), una historia referida a los hermanos por la familia aristócrata von Haxthausen.

En esa primera versión un hombre salvaje bajo algún hechizo destruye los sembradíos de los campesinos, hasta que un rey ordena que lo atrapen (lo que consiguen con una… ¡cerveza!).

Todo se sucede más o menos igual que el cuento que recién resumí. Al final, el rey le regala un reino al joven héroe, y ese hecho rompe el hechizo del Hombre Salvaje que resulta ser otro gran rey, y la montaña boscosa en la que se escondía se convierte en un castillo. Ese bonito detalle se pierde en la versión final de los Grimm.

De 1812 a 1857 los hermanos publicaron siete ediciones de su antología Cuentos para la infancia y el hogar, y como eran muy estudiosos cada vez hacían modificaciones (estaban fascinados con las variantes argumentales que encontraban, la reacción de los lectores y los distintos dialectos alemanes en los que podían documentar los relatos, eran unos filólogos muy aplicados). La versión de “El Hombre Salvaje” se publicó en varias ediciones hasta que en la de 1850 la reemplazaron por “Juan de Hierro”, un cuento que Wilhem escribió a partir de una variante de la historia narrada por la familia Hassenpflug y del relato de Friedmund von Arnim, “Juan de Hierro” (Der eiserne Hans), incluido en el libro Cien cuentos de las montañas (1844).

La tipología Aarne-Thompson (un estudio que clasifica los cuentos folclóricos) reconoce su estructura como la de “El Salvaje” y la de “El joven de cabello dorado”. La mayoría de los expertos coinciden en que la línea argumental de la que procede este cuento se ubica en la Edad Media, en una novela de tradición literaria cristiana llamada Roberto el diablo (Robert der Teufel, siglo 13).

Pintura de Lepaulle, 1835, para la ópera de Giacomo Meyerbee, Roberto el diablo.
Pintura de Lepaulle, 1835, para la ópera de Giacomo Meyerbee, Robert le diable.

En ésta se narra cómo una condesa que no podía tener hijos jura que aceptaría un hijo aunque viniera del diablo. Sus deseos se cumplen y da a luz un niño poseído por el diablo, con extraordinarios poderes, que aterroriza a todos. La madre le pide al hijo diabólico, llamado Roberto, que la mate pues la pena de ver que es un demonio le resulta insoportable. Roberto decide entonces desterrarse e intentar redimirse. Un ermitaño santo le revela que debe vivir con humildad, como un bufón, así que viaja hasta la corte de un emperador romano y ahí actúa de bufón y vive con los perros. Solo la hija del emperador está segura que tiene un origen noble.

Luego de siete años, Dios le indica a Roberto que defienda al emperador de una conspiración que busca derrocarlo. Le da un caballo y una armadura blancos. Roberto salva al imperio y se casa con la princesa.

Así lo describe Jack Zipes en su libro El cuento de hadas como mito.

Desde esta estructura diríamos que en su origen, Juan de Hierro es un poco el diablo y otro poco Dios. Roberto encarna aquí lo que en otras versiones son dos personajes: un ser demoniaco (Juan de Hierro) que siembra el terror y un joven que se va de casa, crece y vuelve convertido en Rey (el joven príncipe guiado por Juan de Hierro, que así descrito hace pensar en Max de Donde viven los monstruos). El ayudante sobrenatural aquí no es Juan de Hierro, sino Dios.

Esta estructura original se mezcló con otros elementos paganos y de la tradición oral y el folclor europeo de la Edad Media y así nacieron las diversas caras de Juan de Hierro. Por ejemplo la italiana y la rusa.

 

El Hombre Salvaje de Italia

Francesco Straparola (1480-1557).
Francesco Straparola (1480-1557).

“Guerrino y el Hombre Salvaje”, de Giovanni Francesco Straparola, precede a los Grimm 300 años. Publicado en 1550 en su libro Las noches agradables (Le piacevoli notti). Obra fundacional (y muy olvidada) que influyó a escritores como Perrault, Jeanne-Marie Leprince de Beaumont y Molière.

En esta versión, el príncipe (sin nombre en el cuento de los Grimm), se llama Guerrino. No es un niño, sino un joven, y se acerca a la jaula del Hombre Salvaje porque tiene curiosidad, lo quiere ver, no como fruto de un accidente. Lleva consigo un arco, que le gusta mucho, y cuando el Hombre Salvaje empieza a platicar con él y se gana su confianza, incluso es cariñoso, le arrebata la flecha.

Guerrino quiere recuperarla, así que roba la llave de la jaula, que la madre guarda bajo la almohada, y libera al hombre con la condición de que se vaya lejos. El salvaje acepta, le devuelve el arco y huye, sin llevarse al joven.

En esta variante, el Hombre Salvaje no atemorizaba a nadie, de hecho su condición es fruto de una desilusión amorosa (aquí no hay misterio). El salvaje deforme y atormentado vaga por los bosques (suena a Frankenstein), pero solía ser un joven apuesto obsesionado con una joven. Su incapacidad para cortejarla hace que ella lo rechace y él se retira a los bosques, a vivir entre los animales. De tanto comer hierbas, su barba y su pelo se vuelven verdes y su cuerpo se deforma hasta que parece un monstruo.

iron-john-e1310162712706El rey lo captura porque un día se topa con él en los bosques y su aspecto es tan extraño que se siente amenazado. Con ayuda de dos barones lo golpean y lo atrapan.

En esta versión, no hay entonces ninguna maldición sobre Juan de Hierro, solo es el arquetípico hombre salvaje que se recluye en los bosques y vive de la naturaleza (tatarabuelo de Tarzan, y en el arquetipo de niño salvaje, de Mowgli y de la tribu del Señor de las Moscas. Hablando de parentescos vale decir que con el componente mágico, el Hombre Salvaje, Juan de Hierro, también es pariente de magos como Merlín, quien, sabemos, guía al joven Arturo. La figura del druida, el bardo, el chamán y el profeta encaja con ellos. Es más, algunas versiones cuentan que Merlín era hijo de un demonio y una monja, casi hermano de Roberto. Sin duda, Juan de Hierro, Merlín y Roberto tienen mucho en común).

Pero volviendo a esta versión de la historia: Cuando la madre de Guerrino se entera que el Hombre Salvaje ha escapado gracias a su hijo (el propio Guerrino se lo confiesa porque la ve muy afligida), le da pavor pensar en la furia del rey y le ruega que huya porque teme que su padre lo mate. Lo envía con dos sirvientes y le da una buena cantidad de joyas.

Guerrino deambula y más adelante cuando los sirvientes planean asesinarlo para quedarse con el botín, un joven a caballo, llamado Rubinetto, cruza su camino, se hacen amigos y cabalgan juntos hasta llegar a una tierra donde gobierna el Rey Zifroi.

El reino de Zifroi vive amenazado por la presencia de dos bestias terribles: un caballo y una yegua (bueno, ni tanto, pero parece que estas eran muy ferales). Luego de una serie eventos, Guerrino, guiado por Rubinetto y su caballo, vence a las bestias y pasa otras pruebas imposibles de manera mágica. El rey le concede la mano de una de sus dos hijas. La otra se casa con Rubinetto y todos son muy felices (incluidos los atormentados padres de Guerrino, invitados a la boda).

Rubinetto es ni más ni menos que ¡el Hombre Salvaje! Recupera su antigua apariencia de joven apuesto y su antiguo nombre gracias a un hada que se encuentra un tiempo después de escapar de la jaula. El hada, además, le traspasa sus poderes y le regala un caballo mágico. Rubinetto ayuda a Guerrino en agradecimiento por haberlo liberado.

 

El Hombre de Cobre de Rusia

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Alexander Afanasiev (1826-1871).

Los rusos también tiene su versión de Juan de Hierro en el cuento “Príncipe Iván y princesa Martha” (1863), de la colección de relatos del gran folclorista Alexander Afanasiev.

Aquí no se explica cómo el Rey tiene a un hombre “de cobre, con la cabeza de hierro y los brazos de acero” en una jaula, pero lo tiene. Un día su hijo pequeño, Iván, es engañado por el hombre cuando le pide agua. Iván abre la puerta para dársela y el hombre escapa.

El Rey enfurece y destierra al niño (todo es un poco drástico en estos cuentos). Iván llega a un reino donde lo emplean en los establos. Un día, al rey de esa tierra le declara la guerra otro rey y Martha, la hija del rey, se queda a cargo. Ella decide enviar a Iván, que sospecha que es algo más que un simple mozo de cuadra, a gobernar otro reino.

Gobernando ya su reino, un día, Iván sale de cacería y se encuentra con el Hombre de Cobre quien lo invita a su lujosa casa a tomar algo. Ahí, el hombre le pide a su hija menor (en esta versión, el salvaje tiene tres hijas) que le sirva al invitado una copa con un galón de licor. Iván cree que no podrá tomarla toda pero cuando empieza a beber se la pasa de un solo trago.

El Hombre de Cobre le pide que salgan a dar un paseo y lo reta a que levante una piedra enorme. Iván se sorprende al notar la increíble fuerza que posee porque la piedra no le pesa más que una pluma. Vuelven a la casa del hombre y toma otros dos galones y vuelve a probar su fuerza y luego toma otros tres galones y vuelve a probar su fuerza.

El Hombre de Cobre le advierte a Iván que ahora debe reforzar el piso de su casa y sus sillas si no quiere romperlo todo, y le regala un mantel mágico sobre el que aparece comida. Iván corre a sus empleados y deja de visitar a la gente porque teme destruir todo. Come gracias al mantel.

Mientras tanto el rey vuelve de la guerra y se entera que Martha nombró gobernador a un mozo. El rey (un poquito molesto), regresa a Iván a su antiguo trabajo en los establos hasta que un día Iván le arranca la cabeza a su patrón. El rey lo asciende, lo vuelve soldado.

Tiempo después, otro soberano, el Rey del Agua, envía una carta al rey diciéndole que si no le entrega a su hija Martha destruirá todo su reino. Al rey le da mucho miedo y acepta dársela. El Rey del Agua le ordena que la deje en una isla donde un dragón de tres cabezas irá por ella.

El rey convoca a todos los caballeros del reino para que alguien escolte a Martha y venza al dragón (parece que se arrepiente de regalarla). Iván va en secreto y otro caballero acude también con un ejército pero huye montaña arriba cuando ve al dragón de tres cabezas salir del mar. Iván vence al dragón. El Rey del Agua vuelve a reclamar a la princesa y esta vez el dragón es de seis cabezas. Iván lo vence otra vez, y en un tercer intento, con la ayuda del Hombre de Cobre, que llega de pronto, vence a un dragón de nueve cabezas. Iván y Martha se casan y son felices para siempre y no sabemos más del Hombre de Cobre. Pero en esta historia parece no tener ninguna maldición y vive muy a gusto en su lujosa casa del bosque.

 

El sapo, el zorro y la ondina 

Hasta aquí algunos referentes de Juan de Hierro. Antes de finalizar esta exploración alrededor del primer personaje que elegí para mi proyecto del FONCA, me gustaría señalar otras coincidencias de este cuento con otros cuentos del universo de los Grimm.

Ilustraciones de Xun Wang.
Ilustración de Xun Wang.

La canica o pelota de oro también es la debilidad de la princesa en el cuento “El Rey Sapo”. Ella, como el niño de Juan de Hierro, hace lo que sea para recuperarla. El sapo y Juan de Hierro entregan la canica porque en el fondo buscan que la inocencia de los niños o un acto de bondad rompa el hechizo (aunque nunca se dice por qué los habían hechizado ni qué exactamente rompe el hechizo).

Al final del cuento del Rey Sapo, cuando éste ya es otra vez humano aparece un personaje, Enrique el fiel, criado del príncipe (se supone que se vuelve Rey después, y le queda el sobrenombre de «Rey Sapo»). También lo llaman “Enrique el de los hierros” porque cuando ve a su amo convertido en sapo pide a un herrero le fabrique tres aros de hierro para colocárselos alrededor del pecho para que no le estalle de dolor: “porque el hierro es más fuerte que el dolor”. Los aros empiezan a romperse cuando Enrique conduce al príncipe y a la princesa al palacio porque “el amor es más fuerte que el hierro”.

Este personaje secundario parece completamente innecesario, surge de pronto sin ninguna referencia, pero de él, dice Philipp Pullman, valdría la pena escribir un cuento.

De benefactores o ayudantes sobrenaturales como Juan de Hierro está llena la literatura. En los Grimm está Rumpelstiltskin, que ayuda a la hija del molinero a convertir la paja en hilos de oro, pero siempre a cambio de algo. En ese sentido Juan de Hierro se parece más al zorro en el cuento “El pájaro de oro”. El zorro ayuda al protagonista una y otra vez a triunfar sobre empresas imposibles, hasta que consigue que se quede con su hermana: la hija de un rey,  pues, al final sabemos, el zorro era un príncipe encantado.

También hay un punto en común con “La ondina del pantano”. Comparte los cabellos largos que cubren todo su cuerpo y esa vida misteriosa sumergida en el agua, y sobre todo una imagen: la de la mano de la ondina saliendo del agua y llevándose al hijo del molinero es similar a la de Juan de Hierro llevándose al perro del cazador.

“No te acerques nunca al pantano porque puede salir una mano y meterte hasta el fondo”, le dice el molinero a su hijo, que por supuesto, desobedece.

El atractivo de Juan de Hierro me parece que radica, más allá de los simbolismos al estilo Bettelheim que lo vinculan con la figura paterna, la independencia, la fuerza interior; en que el cuento arranca dando mucha importancia al hombre salvaje, como si fuera a ser el protagonista. Desaparece a todos los animales y humanos que cruzan el bosque, pero es un gigantón que no opone resistencia cuando lo capturan. ¿Quién es? Es un salvaje, pero cuida una fuente de oro; se lleva al niño y dice que lo protegerá, pero luego lo corre por desobediente. Y no sabemos más de él. El cuento luego se centra en el joven príncipe, que nunca llega a ser tan interesante como el personaje con el que empieza la historia. Y tal vez por eso Juan de Hierro vuelve, para ayudarlo, y hasta el final cuando revela que es un rey.

En muchos cuentos de hadas, los personajes en los que parece que se centrará el relato terminan diluyéndose y no se sabe más de ellos. Como los padres de Rapunzel, de los que al principio sabemos más y deseamos como ellos que tengan una hija, pero cuando ella nace, la bruja se la lleva y no volvemos a saber de los padres.

No pasa igual con Juan de Hierro. El personaje del Hombre Salvaje nos persigue por el bosque, nos atrapa, invade nuestros sueños. ¿O era al revés?

Ilustración de Xun Wang.
Ilustración de Xun Wang.

He escrito dos versiones de este cuento, una corta y una larga. Primero me centré en el carácter de Juan de Hierro. Traté de definirlo desde niño como un personaje con el corazón envejecido, débil; pero obediente y sanguinario. Luego exploré, más allá de su carácter impío, los motivos por los cuales sería condenado a esa vida de hombre salvaje. Hay un abandono y un ciclo de padre que abandona al hijo que se repite. Incorporo elementos mágicos, osos, cuervos, palomos y árboles que aparecen en algunos cuentos de hadas, y la clásica estructura de «los tres intentos». Traté de mantener el ritmo rápido y lleno de acción de los Grimm, sin renunciar a una búsqueda de voz propia. Lo más difícil fue cuadrar algunos elementos como la fuente de oro y el poder sobrenatural de Juan de Hierro con la idea de la maldición que lo hace temible. Está condenado pero a la vez es poderoso. ¿Qué pasado puede corresponder con esa naturaleza? ¿Qué tuvo que hacer Juan de Hierro para terminar sumido en el bosque y el pantano, devorando hombres y bestias?

 

NOTAS:

El inicio de esta entrada es el inicio de una de las versiones de los cuentos que escribí. Los cuentos completos del proyecto y sus diferentes versiones los publicaré en el blog a finales de año.

El siguiente personaje del que hablaré es el joven con ala de cisne, del cuento «Los cisnes salvajes» de Andersen.

Para ver el avance del prometedor corto de Xun Wang, Iron John, clic aquí. El corto finalizado se estrenará el próximo año.

A esta entrada le precede esta otra: Los otros personajes, donde explico más el proyecto.

1 Comentario »

  1. Juan de hierro es aquello que se oculta tras la sombra de tu inconsciente, tu parte lanzada al vacío, tu parte no aceptada por tu entorno, tu familia, tu sociedad, el mundo. Él contiene todos los recursos de los que carecemos porque en algún momento decidimos lanzarlos al vacío para sobrevivir o ser supuestamente amados. Juan de Hierro eres tu y si logras alcanzarlo e integrarlo te convertirás en un rey. Aceptas el reto?

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