Cuando Toño Malpica vuelve a su infancia, se ve rodeado de amigos: su hermano Javier (también un destacado escritor de LIJ), su mejor amigo, Juan Kasuga, y otro par de hermanos: Quique y Roger. Una pequeña pandilla que conquistaba los cerros y las canchas de futbol, se iba de pinta y enfrentaba peligros al más puro estilo de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. “Juntos entramos a la oscurísima Cueva del Diablo, subimos al inalcanzable Cerro de las Cruces y exploramos el misterioso Valle de las Libélulas”.

Los hermanos Malpica, escritores de LIJ. Javier a la izquierda y Toño a la derecha.
Los hermanos y grandes amigos Javier (izquierda) y Toño Malpica. Ambos escritores de libros para niños y jóvenes.

Para Toño, uno de los escritores de LIJ más prolíficos y premiados en México, todos debemos tener un mejor amigo en el mundo. Quizá por eso cuando leyó que Antoine de Saint-Exupéry dedicó El Principito a su mejor amigo, León Werth (no a su mujer, no a sus padres, no a su maestro favorito de la primaria), inició una búsqueda por la vida del autor que lo hizo escribir el libro Por el color del trigo (seleccionado para el prestigioso catálogo White Ravens 2013).

Si al escribir para niños volvemos a la infancia, Toño escribe porque vuelve a sus amigos.

Aquí nuestra charla construida entre cafés y correos electrónicos.

 

¿Cómo era tu vida de niño?

Tuve una infancia muy feliz. Mi mamá nos daba mucha libertad. Vivía en Satélite y teníamos unos cerros muy cerca de la casa a los que mi hermano y yo nos íbamos por horas y horas. Tuve muchos amigos, jugábamos de todo, futbol, béisbol… lo que más nos gustaba era jugar a los exploradores.

¿Cómo era ese juego?

Vivíamos en una colonia del Estado de México cuya cercanía con los cerros sin fraccionar de aquellos tiempos facilitaba la expedición. Mi hermano Javier y yo formábamos parte de un club (¿o sería más correcto llamarlo «pandilla»?) donde varios niños de nuestra edad nos lanzábamos toda la tarde (o hasta un día entero si eran vacaciones) a explorar los cerros. Nos metíamos a las cuevas, nos maravillábamos con la fauna del lugar, inventábamos leyendas respecto al sitio.

¿A qué juegas hoy?

Lamentablemente me volví muy urbano y ya no juego a eso ni en la sala de mi casa. Hoy juego mucho con mis hijos: deportes, juegos de mesa, a armar legos, a armar rompecabezas, a los piratas, a la guerra de las galaxias, a las luchas… con mi hermano sí sigo jugando, pero a otras cosas. A la banda de rock y al teatro, principalmente.

¿En qué creías cuando eras niño? 

Casi creía en todo. En Santa Claus y los Reyes Magos, por supuesto. La llorona. Los fantasmas. La presencia de extraterrestres… A veces extraño ese sentimiento. (Suspiro).

¿Qué momento viviste en la infancia que juraste era magia pura?

Hubo una vez, durante una de nuestras expediciones al cerro en el que creímos descifrar una especie de código escrito en la geografía del lugar. Según nosotros era un mensaje mágico de tiempos ancestrales, de visitantes de tierras remotas. Y estaba cifrado en la localización de algunos cactus, cuevas, parajes, todo parecía conformar parte de un entramado, un patrón. Por algunos días nos pareció que estábamos al borde de algo importante. Luego… simplemente no supimos descifrar nada y lo abandonamos. Si había algo escrito ahí, es seguro que las nuevas colonias que llegaron después lo borraron definitivamente. (Doble suspiro).

¿A qué le tenías miedo?

Vivíamos en una casa grande, de tres pisos. Uno de mis más grandes temores era quedarme completamente solo en esa casa. Otro: que llegara la noche, todos estuvieran ya dormidos y yo siguiera viendo -solo, por supuesto- la tele en el piso inferior. El camino de regreso hacia mi habitación siempre estaba colmado de susurros, de escalofríos, de tactos inexplicables.

 

lustraciones de "Por el color del trigo" de Iban Barrenetxea. Cortesía Fondo de Cultura Económica.
lustraciones de «Por el color del trigo» de Iban Barrenetxea. Cortesía Fondo de Cultura Económica.

¿Por qué escribiste Por el color del trigo (FCE, 2012)?

Cuando leí la dedicatoria del libro El Principito, que dice “A León Werth, mi mejor amigo en todo el mundo”, me pregunté muchas cosas, sobre todo ¿quién era Werth? Así que me puse a investigar la vida de Antoine de Saint-Exupéry.

Encontré muy poco de León, pero así me di cuenta que distinto a lo que muchos creeríamos tu mejor amigo no necesariamente es alguien de tu mismo grupo, ligado a tu vida diaria, tu mejor amigo puede ser de otro país, diferente a ti en muchas cosas. La amistad tiene que ver más con aspectos del corazón; con el cariño, pasar tiempo juntos, reírse de las mismas cosas.

¿Cómo es tu mejor amigo?

Es un caso así. A Juan, mi mejor amigo, lo conocí en tercero de primaria y lo conservo desde entonces, y no somos ni parecidos: votamos por diferentes partidos, él le va al América, yo a los Pumas, pero es muy buen tipo y nos llevamos muy bien. Los grandes amigos no son los que te acompañan a todos los partidos o los que están a un lado de tu escritorio, a lo mejor son cuates que ves dos veces al año, que ya no tienen mucho en común. A mí eso me pasa con mi cuate Juan, pero eso no merma el cariño y el valor de esa amistad. Sí se puede tener un mejor amigo toda la vida.

¿Cómo eran Antoine y León?

Pues no se veían mucho, por eso fue difícil saber de la vida de León porque casi no aparece en las biografías de Tonio (Antoine de Saint-Exupery), pero podría haber sido su padre, era 22 años más grande que él. León era judío y él católico, se la pasaban discutiendo; Tonio era muy inquieto, sabía hacer trucos con la baraja y siempre tenía que estar trepado arriba de un avión. León era más tranquilo, temía subirse en aviones.

lustraciones de "Por el color del trigo" de Iban Barrenetxea. Cortesía Fondo de Cultura Económica.
lustraciones de «Por el color del trigo» de Iban Barrenetxea. Cortesía Fondo de Cultura Económica.

¿Qué cuentas en el libro?

La vida de Tonio, que es de película. Por eso empecé diciendo “Esta historia está basada en hechos reales”. Todo lo que le pasa, hasta que se va en un avión y nunca regresa, es real. Y cómo hace a su mejor amigo y algo de lo que hay detrás de El Principito.

 

 

 

PRESÉNTATE CON UN NIÑO

Soy Toño Malpica, me gusta escribir, tocar el piano, comer tacos al pastor, jugar con mis hijos y con sus amigos, leer y ver la tele también. Me gusta mucho Bob Esponja, Phineas y Ferb, y en general las caricatura chifladas. No soy bueno para cuidar mascotas. Soy ingeniero en computación pero es más divertido contar historias que programar sistemas.

Más sobre Toño en su página: http://www.galofrando.com

 

PARA LEER A TOÑO

Porelcolortrigo1Por el color del trigo

Toño Malpica. Ilustrado por Iban Barrenetxea. FCE.

No hay nada que ame más Tonio que volar por el cielo arriba de un avión y ver reír a las estrellas. Pero un día, después de un accidente, deja de hacerlo. Entonces conoce al Bribonzuelo, un niño que se le aparecerá muchas veces a lo largo de su vida para hacerlo soñar y recordarle que debe cumplir otra misión: encontrar a su mejor amigo en el mundo.

«En la memoria caben planetas enteros, amistades eternas, lo sabían ambos. Basta cerrar los ojos para traerlos a nuestro lado porque, a veces, los ojos estorban…».

OTROS TÍTULOS

Tiempo después de esta entrevista, la Revista Había Una Vez me pidió publicarla con ellos pero agregando un par de preguntas más. Puedes leer esa versión, donde Toño habla, además, de la censura, aquí.

3 Comentarios »

  1. Qué lindas e inspiradoras historias (la de Toño Malpica y León Werth! Te ponen a pensar en la infancia y en los mejores amigos. Ambos lugares en los que se está muy felizmente!

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