Dos libros emblemáticos en la historia de la literatura infantil latinoamericana que nacieron con el mismo título, de dos autoras que la dictadura militar argentina silenció y persiguió, y un investigador que devela el misterio y pone en evidencia cómo la censura no fue, ni es, un hecho aislado (para muestra basta observar la nueva ola de autoritarismos globales que promueven abiertamente la elaboración de listas de libros prohibidos, y allí, en ese «mundo de reyes», una industria editorial -librerías, editoriales, instituciones y asociaciones- a merced de sus «coronas ideológicas»).

Este minucioso artículo, escrito por Mariano Medina e inédito hasta ahora, se centra en la figura vanguardista de Laura Devetach, en su cuento «Un elefante ocupa mucho espacio», publicado en Argentina bajo el título de «Guy» en el libro Monigote en la arena, y en sus adaptaciones al teatro. Pero es también el retrato de una época de revoluciones sociales y artísticas en el que Medina presenta un «significativo entramado de relaciones» en la cultura infantil y juvenil: libro, televisión y, sobre todo, teatro (del que siempre nos hace falta hablar).

«Como podremos ver, en la concatenación de los hechos se entrecruzan libros y escenarios, grupos de artistas, personas e instituciones; hasta llegar a la creación de un ‘espectáculo-escuela’ que, desde Cuba, participó en programaciones de festivales y eventos internacionales. Estos fenómenos, hijos de la trama de una época, se entrecruzaron entre Córdoba y La Habana involucrando a Devetach con El Ciervo Encantado, uno de los grupos autónomos y experimentales de mayor desarrollo de esta isla caribeña», resume Medina.

Vi por primera vez a Mariano y a Laura, música y poesía, arriba de un escenario, conversando en sus distintos lenguajes para celebrar el oficio de palabrera de Devetach, que estaba entonces por cumplir 80 años de edad. Se trataba de una emotiva mesa homenaje, inaugural del IV Foro Internacional de Literatura Infantil y Juvenil 2015 en la Biblioteca Pública de Las Misiones, en Posadas, Argentina, organizado por Gricelda Rinaldi y Claudio Ledesma.

Jugársela por la infancia, vivir la poesía, reconocer y nutrir la textoteca interna son ideas que entonces resonaban y ahora resuenan como parte de la comprometida poética de Laura. «Oficio ‘de palabrera’, pero no porque me sobren las palabras sino porque en los bolsillos del alma hay demasiadas cosas que aún no las tienen. Escribir, leer, es muchas veces buscar la palabra necesaria», dice.

Para esa palabra, para su palabra, siempre habrá mucho espacio. En uno de mis cuentos favoritos de Devetach, «El pueblo dibujado», en La Torre de Cubos, una niña solitaria dibuja en la pared de la cocina de su humilde casa otro mundo. No le basta pintar una barca para escaparse, como en los relatos de tradición oral china, ella quiere fundar/dibujar todo un pueblo y, pronto, lo más importante será darles letras a las personas/monigotes que allí llegan para que puedan hablar.

Ese volumen de cuentos, originalmente publicados en 1966 (se acerca su 60 aniversario) fue prohibido, «primero por el Ministerio de Cultura y Educación de la provincia de Santa Fe, en 1979, y luego por Mendoza, Córdoba y Buenos Aires», cuenta Medina. La vigencia de sus símbolos, de alto interés para las infancias, hace pensar que podría haber sido publicado este año… o no. Me pregunto igualmente: ¿le resultaría fácil a una nueva autora publicar, hoy, cuentos con esa  caracterización de personajes infantiles tan activos, a veces incómoda para el mundo adulto, y esa capacidad para cuestionar el poder, las jerarquías y lo posible desde una perspectiva que entrecruza el humor, la curiosidad, el espíritu crítico y la desbordada imaginación? ¿Pasarían sin objeciones de los filtros escolares e institucionales a los que tanto preocupa/teme el mercado editorial actual? ¿Serían señalados por “inadecuados”, “complejos” o simplemente “difíciles de vender” sino fueran ya un clásico de la LIJ? Sabemos que la censura no siempre se presenta como decreto; a veces toma la forma de silencios, omisiones o «estrategias de venta».

Pude reencontrarme con Laura el año pasado, gracias a nuestra amiga en común, Paula Bombara, y darle un ejemplar de Canción de protesta por lxs jóvenes detenidxs desaparecidxs (UNAM, 2023), en el que incluimos algunos de sus versos-conjuro contra el olvido: «Así como el gallo canta / y se convence / y nos convence / de que maneja los hilos del sol / así como el perro labra / un loco cerco en espiral / y crea un mundo impenetrable / bajo su pachorra / así /pronuncio / y rezo / y desgrano / los nombres perdidos / para volver a tenerlos cerca. / Y soy millones / vibrando en el cansancio elemental / de ganarles nuestra vida / a un puñado de crápulas» (“Conjuro”, Para que sepan de mí, Calibroscopio, 2016).

Entonces nos contó de la angustia con la que atravesó los años de la dictadura, cambiándose de ciudad, viviendo casi en la clandestinidad, pero cómo, así también, en fotocopia, de boca en boca, circulaban sus palabras, gracias a lxs lectorxs, y cómo sigue defendiendo a la literatura y a la infancia conjugadas en colectivo. «Y siento que yo soy yo / porque estoy entre nosotros. / Y que nosotros podemos cantar / porque queremos compartir melodías» (“Gente ovillando”, Identidades encontradas [et al.], Norma, 2017).

Muchísimas gracias a Mariano Medina por su amistad y por su generosidad para compartir este documentadísimo trabajo (las notas y referencias son casi otro interesante artículo en sí mismo), del que hasta ahora sólo se había publicado una versión sintética como parte de las VIII Jornadas Latinoamericanas de investigación y Crítica Teatral en el marco de la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2022. 

Qué mejor que esta historia de libros, alrededor de la gran Laura Devetach, para celebrar la aparición de su nuevo poemario El lobo y su hora (La Gran Nilson, 2025) y el 23 de abril.

Adolfo Córdova

 

Foto: Archivo de Laura Devetach.

¿DOS ELEFANTES OCUPAN MUCHO ESPACIO? [1]

Laura Devetach, El Ciervo Encantado y una trama vital entre la literatura y el teatro

Por Mariano Medina (Balbuceandoteatro/CEDILIJ).

 

 Poesía llevada a la acción, es teatro.
L. Devetach

Súbitamente cambió la música de la orquesta,
se encendieron once mil luces, se corrió el telón…
y entraron elefantes. E-le-fan-tes. Increíble.
No muchísimos: dos solamente, pero fue como si el pueblo
se llenara de elefantes.
Luis María Pescetti

Lejos de Frin, cap. 12.

 

Resumen

Laura Devetach es una destacada escritora argentina, con una vasta producción literaria y teórica dentro del campo de la cultura para las infancias. En las últimas décadas, parte de las menciones relacionadas con su obra se centraron en el libro La Torre de Cubos, célebre por haber sido, junto a Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann, dos libros para niños prohibidos por la dictadura.

Pero entre los 60 y los 70 Devetach tuvo una notable actividad en el teatro y los medios de comunicación, trabajando junto a numerosos actores, titiriteros, músicos y artistas gráficos que han reconocido la importancia de esas experiencias compartidas para el desarrollo de sus posteriores caminos artísticos.

Este trabajo recupera una singular historia del teatro latinoamericano, cuyo germen son dos paquidermos argentinos, envueltos en un período de grandes movimientos ideológicos y estéticos. Como podremos ver, en la concatenación de los hechos se entrecruzan libros y escenarios, grupos de artistas, personas e instituciones; hasta llegar a la creación de un “espectáculo-escuela” que, desde Cuba, participó en programaciones de festivales y eventos internacionales. Estos fenómenos, hijos de la trama de una época, se entrecruzaron entre Córdoba y La Habana involucrando a Devetach con El Ciervo Encantado, uno de los grupos autónomos y experimentales de mayor desarrollo de esta isla caribeña.

Contenido

1. L. Fantes
2. El teatro de Devetach en Córdoba
3. El premio de los problemas (Casa de las Américas 1975)
4. El derrotero de Guy

Fuentes
Ficha técnica
Referencias

 

1. L. Fantes

Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña ña
Como veía que resistía fue a llamar a otro elefante

Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña ña
Como veían que resistía fueron a llamar a otro elefante más…

No hace falta presentar al animal terrestre vivo más grande del planeta. En el escenario antiguo del actual territorio de América, tuvo hasta hace apenas 3 mil 700 años unos peludísimos familiares prehistóricos, los mastodontes. Para entonces los primeros humanos ya debían haber inventado algún tipo de narrativa escénica… Seguramente los encuentros primitivos con estos herbívoros gigantes han quedado en nuestro inconsciente genético, y despiertan hacia los actuales elefantes un sentimiento de ternura que los transforma en protagonistas de cuentos de todo el mundo. La literatura infantil y juvenil tiene muchísimos, entre los que sobresalen Babar [2], Elmer [3], y dos popularizados por el cine y la televisión: el Tantor de Tarzán, y el Dumbo de Walt Disney.

Tarzán es toda una referencia en el imaginario de la época [4]. Cuando se introdujo el sonido en la industria del cine, fue un emprendimiento de gran prosperidad económica, fundamentalmente entre 1930 y 1960, interpretado, el personaje, por un nadador olímpico convertido en actor, Johnny Weissmüller. Y desde esa producción, se popularizó también, junto al grito del hombre mono, el inconfundible berrido de Tantor [5].

Por su parte, el Dumbo de Walt Disney (1941) se basó en el libro para niños “Dumbo, el elefante volador”, de la estadounidense Helen Aberson [6]; a su vez eco muy distorsionado de la historia de Jumbo [7], al que refiere más recientemente una película de Tim Burton (2015).

El cine nacional no se privó del suyo: Pelusa, “Un elefante color ilusión”, traído desde el Chaco a Buenos Aires por un niño, para protegerlo del circo. Este elefante de película (1970) no tuvo trascendencia [8], a diferencia de los que nacieron en nuestra literatura, donde sobresalen el Dailan Kifki de Maria Elena Walsh (1966), y Víctor y Guy, a los que seguidamente nos abocaremos.

Casi siempre el tema en cuestión es el tamaño y el peso, asociados a la problemática de la libertad. Como si la diferencia con nosotros, paradójicamente, hiciera a los personajes elefantes no solo buenos sino frágiles, necesitados de nuestro cuidado. Les otorgamos hace tiempo la llave de la ciudad de nuestro corazón. O del Gran Chaco, si la llave la talla Gustavo Roldán, para quien son un leiv motiv dentro de su saga de cuentos de bichos, hasta finalmente incorporarlos al monte, escapados de un circo [9].

 

2. El teatro de Devetach en Córdoba

La historia de elefantes que aquí contaremos tiene como articuladora a una destacada y querida escritora argentina, con una vasta producción literaria y teórica dentro del campo de la cultura para las infancias: Laura Devetach. En las últimas décadas, parte de las menciones relacionadas con su obra se centraron en La Torre de Cubos, célebre por haber sido, junto a Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann, dos libros para niños prohibidos por la dictadura.

Pero entre los años 60 y 70 Devetach tuvo una notable actividad en el teatro y los medios de comunicación, junto a numerosos actores, titiriteros, músicos y artistas gráficos que han reconocido la importancia de esas experiencias compartidas en sus posteriores caminos artísticos: una “marca”, la influencia de sus ideas y sus modos de trabajo. Entre ellos se encuentran referentes de la titiritería, el teatro y el periodismo, como Paco Giménez, Silvina Reinaudi, Rafael Reyeros, Horacio Cebreiro y Canela [10].

Este artículo recupera una singular historia del teatro latinoamericano, cuyo germen son Víctor y Guy, dos paquidermos argentinos, nacidos en una época de grandes movimientos ideológicos y estéticos. Como podremos ver, en la concatenación de los hechos se entrecruzan libros y escenarios, grupos de artistas, personas e instituciones; hasta llegar a la creación de un “espectáculo-escuela” que, desde Cuba, participó en numerosos festivales internacionales. Fenómeno de una trama que salta de Córdoba a La Habana involucrando a El Ciervo Encantado, uno de los grupos autónomos y experimentales de mayor desarrollo en esta isla.

En 1960, Laura Devetach se recibió de Licenciada en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba, ciudad en la que ese mismo año comenzó sus transmisiones el primer canal de televisión del interior del país, y el segundo de Argentina [11]. Inmediatamente colaboró con el medio, con el cuento televisado “La ventana”, de su autoría [12].Nos cuenta:

“La emisión se hizo como jugando. Creo que no había actores, alguien leyó el cuento y tomaron con las cámaras algo para ambientar: ventana, paredes, las ruedas de una camilla y mis piernas. ¡Así que fui actriz desde las piernas! No recuerdo nada más.”

Al año siguiente comienzan las emisiones del Canal 10, integrándose a los SRT (Servicios de Radio y Televisión) de la Universidad Nacional de Córdoba [13], donde Devetach realizará primero un micro con comentarios sobre educación dentro de un programa orientado al público femenino [14], y luego una serie de novedosas experiencias ya para el público infantil. Entre 1963 y 1966 escribe 90 libretos para los exitosos programas de una joven conductora: radiales, para “Historias de Canela”, y televisivos para “Hola Canela”, en el que colaboraron, entre otros, Olkar Ramírez y Jorge Bonino. Más tarde, entre 1972 y 1973, desarrolla su propio proyecto televisivo con actores y títeres, “Pipirrulines”, que mereció el Premio Martín Fierro 1972 otorgado por APTRA (Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas) en la categoría Mejor Programa Infantil. De ese equipo con elenco variable, participaron, entre otros, Paco Giménez, Graciela Mengarelli, Alberto Cebreiro, Horacio Acosta, Mery Blunno, José Salas, Silvina Reinaudi y Estrella Rorshtock.

La actividad teatral en Devetach comienza apenas terminado su ciclo con Canela, y coincide con su nombramiento para dictar la cátedra “Teatro y Escritura” en la Escuela Superior del Magisterio (ex Centro Educacional Córdoba, hoy Instituto Superior Carlos Alberto Leguizamón), una institución cuyos programas eran confeccionados por los propios docentes.

Retomando personajes y tramas de los libretos escritos para los programas de Canela, se monta en 1967 “El Petirilío y etc… etc…”, que tendrá numerosas puestas a través de los años, incluyendo una del grupo La Chispa llevada a México, donde obtiene el Premio Musa de las Artes, del Gobierno de Michoacán (1977). Luego vendrían “Bichoscopio”, “El paloliso”, “La cuestión de los arlequines” y “¡Viva el canguro!” [15].

“Bichoscopio” obtuvo el Premio Diario Córdoba en el rubro Mejor Espectáculo Infantil 1970 y el Premio Nacional Argentores en el rubro Mejor Producción Teatral para Niños 1972.

“El paloliso” fue premiado en el XII Festival Nacional de Espectáculos para Niños de Necochea (1973) e integró la Muestra de Teatro Cordobés de SITRATEA (Sindicato de Trabajadores del Teatro).

En “La cuestión de los arlequines”, de 1974, los personajes representaban los elementos que configuran el sistema capitalista. De los espectáculos mencionados es el único que no estuvo destinado a niños ni participó del circuito comercial: Fue una creación en la que Devetach coordinó la producción textual, siendo Profesora titular del Seminario “Técnicas interpretativas” en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba, desde donde investigaba el teatro popular y los mecanismos de autoría dentro de la creación colectiva [16].

Con respecto a “¡Viva el Canguro!”: Según nos cuenta, su estreno estaba programado en el Teatro San Martín de Buenos Aires en 1975, pero el Estado ya había empezado a ejercer organizadamente la censura, y su realización fue reprobada teniendo ya lista la puesta, con enormes muñecos diseñados por Lorenzo Amengual [17].

Ese mismo año es intervenida la universidad, cierran los departamentos de Teatro y de Cine y muchos profesores quedan cesantes, entre ellos Devetach.

Considerada por entonces una importante creadora en materia de espectáculos infantiles, decía poco antes en una entrevista: “Hoy, el niño forma parte de una sociedad de consumo, con necesidades y características propias que exigen una respuesta adecuada, para quien la comunicación no debe llegar por el camino del ´aniñamiento´ de la realidad, sino mostrando la realidad cotidiana de una manera más rica, de modo tal que el pequeño individuo tenga posibilidad de liberar sus goces más simples” [18].

Florencia Ortiz, quien se ha detenido a estudiar las estrategias textuales de las producciones de esa época, señala la recurrencia de Devetach a formas inéditas de humor e irreverencia con respecto al género. También sostiene que, así como en el tipo de recursos innovadores los programas de Canela se adelantaron a la serie norteamericana “Plaza Sésamo”; “Pipirrulines” fue pionero en la inclusión de protagonistas títeres en TV. Los famosos “Muppets”, también norteamericanos, cuyo éxito se prolongó por décadas en Latinoamérica, comenzaron en 1976. (Cabe aclarar que, como apunta Ortiz, entre estos programas “las diferencias son numerosas, principalmente en la orientación pedagógico didáctica” que tuvo el programa extranjero [19]).

Compartimos la opinión de que el trayecto de esta autora condensa las marcas de una época, y es valioso estudiarlo “por la trama singular que se tejió entre prácticas, proyectos y lenguajes diversos”, propiciando cruces y experimentaciones. Muchos de esos cruces, generados a partir de su imaginario, no contaron con su participación, lo cual los hace más particulares aún. Es el caso cubano al que nos referiremos especialmente en la próxima parte, pero también el de otros espectáculos que artistas cordobeses montaron en el exterior, aprovechando las historias de Devetach que conocían de primera mano por haber integrado los elencos teatrales o televisivos ya citados. Entre esos espectáculos estuvieron “La guitarra está de farra” (1980) [20], “El truco retachado» (1978) y “La calle del piolín” (1979), éstos últimos montados por el grupo La Chispa, con dirección y actuación de Paco Giménez [21].

Dentro de este tejido habría que sumar al programa “Asomados y escondidos” de los titiriteros Silvina Reinaudi y Carlos Martínez, emitido en Córdoba entre 1978 a 1979, merecedor también de un Premio Martín Fierro y del local Bamba al Mejor Programa Infantil [22]. Ya como grupo, en Buenos Aires, Asomados y Escondidos retomó a su manera ciertos postulados de “Pipirrulines”, y encontramos en sus personajes y en obras posteriores de los titiriteros, elementos comunes. Un “aire Devetach” que acompaña sin encorsetar, ya que cada uno tuvo la capacidad de desarrollar una personalidad propia.

 

3. El premio de los problemas

El libro de cuentos La Torre de Cubos obtuvo un subsidio del Fondo Nacional de las Artes y fue publicado de manera independiente a través de la Editorial de la Universidad de Córdoba en 1966, sin ningún aparato de prensa. A pesar de ello, tuvo una elogiosa repercusión en medios gráficos del interior del país y de Capital Federal, entre ellos Clarín y La Prensa. La sorpresa e interés provocados fueron persistentes, sucediéndose ediciones de dos casas porteñas: una de quien promovía a María Elena Walsh, Editorial Luis Fariña, 1969; y otras de Editorial Librería Huemul desde 1973. Hasta que fue prohibido, primero por el Ministerio de Cultura y Educación de la provincia de Santa Fe, en 1979, y luego por Mendoza, Córdoba y Buenos Aires [23].

Imagen: Infobae.

Un dato ilustrativo de las perturbaciones que provocó La torre al salir: El número de diciembre de 1969 de la revistaLos Libros” a través de la cual los intelectuales debatían temas de política cultural, dedica por primera vez una sección a la literatura infantil. Y aparece allí una de las pocas palabras adversas hacia el libro: se sostiene que sus cuentos tratan temas de adultos pretendiendo que le interesan al niño, y que los problemas sociales no pueden ser comentados a los chicos, porque a ellos “sólo se les pueden transmitir mitos”.

También sostienen que la autora solo quiere a los chicos cuando cumplen las tareas que ella les impone, como en el caso Bartolo, que se negó a vender su planta de cuadernos para evitar que fueran convertidos en mercancía para provecho de uno solo. Ese cuento en cuestión, se ha convertido en uno de los más populares de Devetach. Quién sabe si los comentaristas, Norberto Ferreira y Raúl Sommer, se habrán enterado que La torre inscribió una marca diferente en el campo de la literatura para chicos y que, incluso estando prohibido, siguió “circulando soterradamente, por su propio instinto vital, como las lombrices que sin hacer ruido alimentan la tierra” y se constituyó, al decir de Lucía Robledo, en “nutriente del magnífico resurgimiento del género una vez que el país retornó a la vida constitucional” [24].

El segundo libro de cuentos para niños de Laura Devetach se llamó Un elefante ocupa mucho espacio y mereció una prestigiosa distinción internacional en el primer año que incluía la Categoría Literatura para Niños: el Premio Casa de las Américas otorgado por Cuba, cuyo jurado se expidió en La Habana el 17 de enero de 1975.

Tras la repercusión obtenida por La torre de cubos, que en ese mismo momento entraba en su cuarta edición en la editorial Huemul, la noticia fue difundida por diversos medios nacionales a comienzos de febrero. Devetach no fue la única coterránea en recibir la distinción, y eso fue parte de lo que los medios celebraron: “Argentina acaparó 5 Premios del Concurso Casa de las Américas”, tituló uno. Haroldo Conti obtuvo el de categoría Novela por Mascaró, el cazador americano. Jorge Golemberg conquistó el de Teatro por “Relevo 1923”.“Pero el mayor triunfo rioplatense se rubricó en el género de obras para niños y jóvenes al ubicar tres piezas en los primeros lugares”, continúa diciendo el cronista anónimo, con un chauvinismo equivocado, además de típico:

Un elefante ocupa mucho espacio, de Laura Devetach.
La línea, de Beatriz Dormerc y Ayax Barnes.
Renancó y los últimos huemules, de José Murillo y Ana María Ramb.

Como ya hacía rato éramos república y no virreinato, sólo 2 de estos 5 autores pueden considerarse regionalmente “rioplatenses”… [25]

Ahora bien: en Buenos Aires, estas noticias cachetearon a Elsa Bornemann, quien había registrado un libro con el mismo nombre, que ya estaba impreso y a punto de distribuirse, editado por la Librería Fausto. 

El caso es curioso, sí, pero no increíble. ¿Recuerdan los versos con que comenzamos este artículo? Pues bien, ese motivo popular del elefante en canciones acumulativas, tiene muchas variantes a lo largo de América, y una muy difundida por Argentina y Brasil en esa época, decía más o menos así:

Si un elefante ocupa mucho espacio,
dos elefantes ocupan mucho más…
Si un elefante ocupa mucho espacio,

tres elefantes ocupan mucho más…

La frase no pertenece a ninguna de las autoras, es parte del acervo popular, del “camino lector” que ambas transitaban y por el que tenían un legítimo interés, como se confirmará con sus posteriores producciones. Pero en ese momento ambas eran promesas noveles, cada una tenía un solo libro para niños publicado [26]. Se habían inspirado en el mismo motivo para escribir dos cuentos distintos al que le pusieron ese verso de la canción por título. Y los personajes de ambos eran elefantes de circo: El de Bornemann, Víctor, promueve una huelga entre los trabajadores de la carpa, convenciendo a sus compañeros de cambiar la forma de vida e invertir las reglas, convirtiéndose en domadores de hombres. El de Devetach, Guy, transita un terreno más poético y filosófico: teme desaparecer si se cae y la historia se centra en cómo supera este temor.

Aunque se habían conocido fugazmente en Buenos Aires compartiendo un café, por alguna razón Bornemann prefirió evitar la comunicación personal, recurrir a un abogado e involucrar a la S.A.D.E. (Sociedad Argentina de Escritores) para exigir explicaciones a través de una intimación.

Devetach recibió la inquietud de la S.A.D.E. en una carta fechada el día 12 de marzo. Reaccionó con tranquila premura y tras asesorarse, respondió el día 21: “no me cabe asumir la responsabilidad de aclaración, porque observo con sorpresa que los términos de su nota me involucran como presunta generadora de una situación confusa […]. No obstante puedo informar que mi libro se llama Un elefante ocupa mucho espacio porque éste es el nombre de uno de los cuentos que lo componen, cuya problemática está expresada usando como recurrencia formal el tema y ritmo de la canción popular ´Un elefante ocupa mucho espacio, dos elefantes ocupan mucho más, etc.´ ” [27]

Devetach es firme en lo suyo y apuesta al diálogo, pero no entabla pelea. Evalúa la situación y el 7 de abril escribe a Haydee Santamaría, heroína de la revolución cubana y fundadora de Casa de las Américas, informando la situación: “La coincidencia se debe a que ambas recurrimos a una canción popular tradicional que contiene esa frase en su estribillo. Para evitar confusiones y simplificar una situación que podría acarrear incidentes, y tratándose de un problema de nombres, solicito se me permita cambiar el título de mi libro. En caso de ser esto posible solicito que mi trabajo se llame Monigote en la arena, título de otro de los cuentos que lo componen.” [28]

La respuesta es afirmativa, pero los cubanos habían actuado rápido: las páginas interiores ya estaban impresas. Por eso, el libro pasó a llamarse Monigote en la arena, pero el cuento, en Cuba, siguió conservando su nombre original. Para cuando se edite en Argentina, recién diez años después (1984), el cuento en cuestión se llamará como el personaje: “Guy”. [29]

Para el 21 de mayo de 1975, todo estaba arreglado.

A diferencia de Monigote en la arena, los otros dos libros para niños premiados por el concurso, fueron inmediatamente editados en Argentina. Y el de Bornemann, como estaba previsto.

Al año siguiente, el 5 de mayo de 1976, Haroldo Conti, autor distinguido en la categoría Novela por Casa de las Américas, es secuestrado y desaparecido. En Córdoba la situación también es tensa, y la familia Roldán-Devetach decide instalarse en Buenos Aires, donde viven en cierto anonimato. Todos los libros citados van siendo censurados.

Bornemann, antes de ser alcanzada por la prohibición (octubre de 1977), integró con su libro la Lista de Honor de IBBY (International Board on Books for Young People), siendo la primera escritora argentina en recibir esa distinción. Su obra alcanzó a tener una puesta en escena del Grupo Duende, en el teatro Sha [30]. Para Mónika Klibanski, posiblemente es recién con Bornemann cuando en el campo de la LIJ argentina “se instala y populariza la figura del autor, la idea de que los libros para niños son productos culturales fruto del trabajo creativo de un escritor».  Y sostiene que «El impacto de su producción literaria ayudó a instaurar debates y rupturas culturales que le dieron un gran impulso a la literatura destinada a la infancia en la región.»

Entrevistada años después, Bornemann dijo al respecto de los militares: «Esta gente tan megalómana se creyó que, por ejemplo, el cuento de los comesoles o el del año verde estaban dedicados a ellos. Distorsionaron todo. Por ejemplo, el cuento «Un elefante ocupa mucho espacio» lo escribí porque nunca me gustaron los circos -salvo los magos, los trapecistas que me siguen gustando y me encantan-; no me gusta lo de las torturas a los animales para que hagan cosas similares a nosotros. He llegado a lo conclusión de que nos consideraban como pueblo-animal, circo-país… Ellos se sintieron los domadores, se autodedicaron la mayoría de los cuentos” [31].

Desde Cuba enviaron repetidamente ejemplares de Monigote en la arena a Devetach, pero los sobres llegaban abiertos, sin su contenido. Conocerá la edición recién en 1978, en Berlín, participando, como autora, del Programa de Invitados de la RFA (República Federal de Alemania). Pero su regreso no será muy dichoso: Luego del premio Casa de las Américas, “La salida a Alemania me costó la prohibición de La Torre de cubos”, asegura. [32]

 

4. El derrotero de Guy

La salida de Monigote en la arena fue celebrada en Cuba, valorando especialmente el uso del lenguaje y considerándolo “un aporte muy valioso a este género tan necesitado de obras de verdadera calidad” (Casa de las Américas, 1975) [33]. Lo mismo sucedió tras su edición argentina, donde se definió a Devetach como a una “perfecta alquimista de la palabra […] que organiza música, sonidos e imágenes traviesos, desafiando con ellos a romper las barreras, e inventar lo posible hasta agotarlo, a aceptar lo imposible, ejercer en fin la libertad” (Ruth Mehl, 1992) [34].

Es difícil rastrear el impacto del libro en los pequeños lectores cubanos de los años 70 y décadas posteriores, por la dinámica que tiene la edición de libros en la isla, con otra lógica de mercado. Los títulos tienen cuantiosas tiradas, pero más allá de su aceptación, difícilmente vuelvan a editarse. Sabemos que marcó una huella importante para las nuevas generaciones de hacedores de literatura infantil, como el caso de Enrique Perez Díaz, entre otros.

Joel Franz Rosell sostiene que la literatura infantil cubana, a pesar de nacer a comienzos del siglo XIX, recién forma cierto campo hacia 1958. Hasta entonces sólo se cuentan un puñado de libros de tiradas pequeñas, mayormente recopilaciones de leyendas y versiones de cuentos universales, muy instrumentales hacia la educación, y de escaso valor literario; salvo honrosas excepciones. La revolución abre una etapa que el investigador define como “El entusiasmo” (1959-1968): Acompañando la reforma educacional y la campaña de alfabetización, se funda un gran aparato editorial y se crean las primeras colecciones de literatura infantil. Pero, dice, “Las exigencias en materia de enunciados ideológicos y función formativa fueron prioritarias” [35].

A la siguiente etapa, de 1968 a 1978, la define como “Orden y progreso”. En ella se produce un duro choque ideológico entre quienes sostenían el –digamos- realismo socialista, y los que bregaban por el valor de otras estéticas. Un gran debate tuvo escenario en diciembre de 1972 en el Fórum Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, tras el cual surge un programa de promoción que intentará sistematizar la producción de literatura infantil como instrumento de formación ideológica. [36]

Otra investigadora, Gloria María Cuesta Gonzalez, aporta que en dicho Forum específicamente la literatura de fantasía representada por la presencia de las hadas, “despertó más controversia de la que se esperaba”.

Rosell termina de pintarnos la etapa con esta información: “La institucionalización de la revolución castrista comenzada tras el I Congreso del Partido Comunista de Cuba (1975) y que tiene uno de sus grandes momentos en la creación del Ministerio de Cultura (1977), alivia la presión ideológica sobre los autores y esto se refleja en el peso creciente que conquista lo genuinamente literario dentro del panorama editorial de la isla”.

Es en esta conflictiva coyuntura cuando Casa de las Américas abre la categoría de Literatura Infantil en sus concursos, respondiendo a una demanda explícita del Forum, a dos años de llevarse éste a cabo. No es un hecho menor: algunos historiadores sostienen que el prestigio de la institución ayudó a validar y consolidar el género LIJ en el ámbito latinoamericano. Como decisión político-cultural, tampoco es menor que se haya invitado como jurados a un significativo seleccionado de artistas referenciales, entre los cuales hubo dos argentinos y un portugués que algo sabían de escenarios: el actor y autor Rogelio Paulo, el titiritero Javier Villafañe y la cantante, dramaturga y formadora de actores María Escudero, que ese mismo año culminaría su etapa de trabajo con el mítico grupo Libre Teatro Libre, más conocido como LTL. [37]

La colección de cuentos de Devetach, sin lugar a dudas, se percibió entonces en clave política. Pero a la vez, por su riqueza lúdica y seguramente por la sutil relación poética que propone entre lo cotidiano y lo fantástico sin ser tampoco Realismo Mágico, puede haberse constituido en un campo donde los lectores isleños, los niños, pero también los adultos interesados en crear LIJ, descubrieran que era posible la convivencia de las líneas que estaban en disputa. De hecho, el jurado calificó al libro de “mágico y delicioso”, siendo que, como señala Costa Gonzalez como un logro, “acerca a los niños el tema de la muerte, en sentido real o figurado, y no solo desmitificarlo, sino trasmitir a la vez una filosofía de vida: pase lo que pase, hay que vivir plenamente. Y lo que es más importante: en compañía de los otros”.

Al menos dos de los cuentos de ese libro fueron en Cuba más allá del papel, ocupando las tablas. Y son justamente los elegidos para título: “Monigote en la arena” y “Un elefante ocupa mucho espacio”.

“Monigote” inspiró dos puestas de grupos habaneros de trascendencia internacional: Teatro del Puerto y Teatro Buendía. La puesta del Teatro del Puerto, dirigida por Milva Benítez, se estrenó en Colombia en el Teatro Tecal, Bogotá, en agosto del año 2000, pero nunca llegó a montarse en Cuba, porque inmediatamente después una de las actrices, Yailene Sierra, tuvo otros compromisos [38]. La prensa colombiana elogió la obra, considerándola “de corte festivo”. Dice una crónica: “La historia parte de una reflexión sobre la fugacidad de la vida. […] tiene una excelente puesta en escena en la cual se destaca la corporalidad y la elasticidad de los cuerpos. Las dos actrices que intervienen en el montaje traducen en cadenas de acciones físicas una buena parte del universo gestual del hombre contemporáneo, en su conflicto por atrapar el escaso tiempo tangible que le ha sido confiado”. [39]

La otra puesta de “Monigote”, la del grupo de teatro Buendía, es anterior. Fue dirigida por Nelda Castillo y mereció el Premio Villanueva otorgado por la crítica a las mejores obras de 1987 y el Premio de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) a la Mejor Dirección Artística 1988.

Tras el montaje de este “Monigote”, Castillo continuó su trabajo creativo inspirándose en el cuento “Un elefante ocupa mucho espacio”, conocido en Argentina como “Guy”. Con ese personaje que teme desaparecer si se cae, Castillo obtiene nuevamente ambos premios en 1991. Y luego de 1996, ya desvinculada del Teatro Buendía, funda con estudiantes del Instituto Superior de Arte su propio grupo experimental, El Ciervo Encantado, volviendo a montar este espectáculo. Desde entonces “Un elefante…” se ha repuesto intermitentemente, con un elenco variable de entre 3 y 7 actores, transformándose en una obra de repertorio, y la más antigua del teatro infantil cubano: más de 30 años de reposiciones en los que ha viajado a numerosos países de Europa, Asia y Latinoamérica [40].

Castillo nos cuenta que “quería trabajar el clown con máscaras. Y cuando estaba montando [el primer Elefante, el del teatro Buendía]vino [a La Habana] nada más y nada menos que El Clú del Clown. ¡O sea que con los argentinos estamos conectados! Ellos dieron un taller, trabajaron con los impulsos, algo leve porque era poco tiempo. Y empezaron a hacer ejercicios con la nariz, y me gustó mucho eso”. Fue motivador y aportó elementos para el trabajo con ese primer elenco de “El elefante…”. “Estuve un mes dejando que [los actores] hicieran lo que quisieran, divirtiéndose. Que no representaran. Que quemaran y quemaran. En esa versión todos hicieron clown, menos la bailarina. Pero todos pasaban el mismo training: el trabajo de la máscara y el rostro, y el trabajo con pelotas.”

La bailarina dividía el cuerpo en un trabajo vertical, en un solo pie. Al contrario de lo que hace el personaje en el cuento, aquí la bailarina no baila. “En la parte de arriba tenía su historia privada, muy de sueño positivo, con las manos y los brazos. Y cuando la euforia hacía suponer que iba a salir como en un salto, empezaba la parte de abajo, horrenda, le fallaban las piernas. Ella, luchando para no caerse, iba contando una historia que había en las piernas. Finalmente unía las historias, la parte de arriba y la de abajo, lo que te tira y lo que te levanta. Hasta que al final, te tienes que caer, aquí no hay gloria. ¡Paf! Al piso”, nos relata. En la escena siguiente, los clowns con el público posibilitan su recuperación.

Todo eso fue en los años 90, cuando Cuba se encontraba en un gran debate ideológico y de mucha susceptibilidad. Cuentan que en el principio ya hubo una batalla por el título, cuando yendo a un festival en Camagüey, “¡Del Ministerio del Interior nos preguntaban quién es el elefante que ocupa mucho espacio! Y unos militares permanecieron tras las patas del escenario durante toda la función”.

Hacia el interior de El Ciervo Encantado, “Un elefante…” funcionó como un espacio de entrenamiento para cada nueva “generación” de actores. Por eso la montan en pequeñas temporadas. La actriz Mariela Brito, integrante clave, lo certifica: “Todo el que pasaba por el grupo, pasaba por ´el Elefante´. Es básico en nuestro repertorio, aunque no se esté dando todo el tiempo”.

Una de las curiosidades de esta puesta, considerando que se inspira en un texto literario de reconocida calidad, es que sólo se pronuncian dos frases; una es justamente aquella que Devetach toma del acervo popular, modifica y resignifica a partir de su relato, en el que el personaje, Guy, teme desaparecer:

“Un elefante ocupa mucho espacio,
si cae de espaldas ocupa mucho más,
pero si quiere se puede levantar.”

Al respecto, el teatrólogo cubano Fernando León Jacomino explica: ”En el sistema de trabajo de Nelda Castillo, el texto funciona como un pretexto. Lo utiliza en un sentido ideológico, es un teatro muy de arte. No hay ninguna dramaturgia aristotélica en ninguno de los espectáculos. En ellos se sublima el entrenamiento, la capacidad de los actores para comunicar desde lo físico. Y hay muchas homologías con animales. [Un elefante…] es un espectáculo que comunica a través del juego, por eso no hacen falta las palabras. Tiene pelotas de muchos tamaños, pero no se cae en la tontería de tirárselas al público. No. Se las entrega, si, [solo a veces y] en un momento dado, donde tiene una explicación a nivel dramático. O sea: es un espectáculo muy contenido”.

Para entender la dimensión de este “caso”, hay que destinar unas líneas a El Ciervo Encantado y a su creadora, considerada hoy una de las figuras más importantes del teatro cubano, y su vanguardia más dura y conceptual. Actriz, pedagoga y directora, ya como miembro del Teatro Buendía Nelda Castillo intervino en espectáculos emblemáticos de las tablas locales. Y con El Ciervo terminó de generar una estética atípica para la isla, por momentos revulsiva, sosteniendo una mirada de libertad crítica con resultados altamente valorados en el extranjero, y también dentro de su país, donde no le ha sido fácil. La sala del grupo, construida a partir de una idea conceptual suya y abierta a las más diversas formas de expresión artística contemporánea, está considerado la mejor sala alternativa de La Habana. Curiosamente o no, “Monigote…” y “Un elefante…”, los primeros espectáculos que dirigió, son también los únicos que produjo para todo público, incorporando a las infancias.

Consultado al respecto, dice Jacomino: “dentro de su estética, de algún modo [Un elefante…] es un espectáculo más bien light. Y eso se agradece mucho, porque cuando uno negocia desde Cuba [la participación en eventos del exterior], es razonable tener productos que puedan funcionar como complementos de lo que uno hace. Es difícil que un festival de Europa levante un grupo con espectáculo ritual, grotowskiano, al que puedan entrar 20 personas, con lo que se gasta en llevarlo […]. Según mi punto de vista, esa es la intención. [Un elefante…] es un espectáculo hecho con todo el rigor, pero con ese sentido del otro alcance”.

Esta funcionalidad que plantea Jacomino, no contrasta con otra de sus opiniones: “Desde mi punto de vista, ese espectáculo ha devenido también en metáfora del grupo. Dice que un elefante ocupa mucho espacio, pero si quiere se puede levantar. Están diciendo que ellos hacen el teatro que hacen, no porque no estén capacitados para hacer otro; sino porque es el que quieren hacer. Es como decir: Yo no me quiero levantar. Pero con este espectáculo demuestro que, si yo me quiero levantar, me levanto y hago una cosa que puede llegar a miles de personas. Por eso ese espectáculo es como una metáfora de ese colectivo”.

Por su parte, el crítico e investigador Jaime Gómez Triana (actual vicepresidente de Casa de las Américas) escribió en 2012 que las dos obras inspiradas en textos de Devetach son imprescindibles para entender el sentido de las búsquedas posteriores de Nelda Castillo:

“Ambas puestas conjuraban el miedo a desaparecer, a dejar de existir, al tiempo que restituían el sentido de la libertad, del juego y la necesidad del individuo de asumir su propia naturaleza como único camino hacia el otro. La idea de un elefante armado por varios actores que animan coloridas pelotas de playa completaba el sentido. Cuando Guy dice: ´ese soy yo´ en el teatro, no habla el personaje, habla un grupo que ha sabido fundirse en uno para fundar una nueva y venturosa utopía”.

Todas las puestas –Monigotes incluidos- tuvieron una estética sencilla, con gran economía de elementos, y muchos silencios, poniendo el eje en la expresividad de los cuerpos de los actores, quienes fueron exploradores y a la vez territorios de exploración. Es decir: los textos, las palabras de Devetach, más que pronunciarse o repetirse, tuvieron la capacidad de habilitar una experimentación que congregó en los cuerpos humanos todo un mundo lúdico, un imaginario de personajes cuya voz ocupó su mucho espacio resonando en la carne y en los huesos.

Castillo cuenta que en Buenos Aires, Laura Devetach pudo ver la puesta del Buendía, y su único comentario fue el siguiente: “¿De dónde has sacado vos la idea de tantas pelotas!!!??? Si en el cuento hay una sola…”

Y es que en la escena, Guy es construido a través de las mencionadas pelotas de playa. “Su imagen aparece y desaparece ante los ojos del espectador y todos los actores son responsables de esa metamorfosis. La identidad individual se diluye para dar paso a un ente grupal”. El elefante no existe sin la participación de todos; “su identidad colectiva lo convierte en alma del circo”, conformando, según palabras de Gómez Triana, una imagen etnosociológica del ser nacional cubano. El mismo investigador cita a su colega Morejón, quien define al trabajo de Castillo como “poética de los altares”, entendiendo que en los altares hay “Elementos e ilusiones que arman un conjunto plural colmado de múltiples significantes, que funciona como un espejo en donde cada cual encuentra, a partir de sus propios referentes, un sentido propio”. Para Gómez Triana, en “Un elefante…”  directamente “los actores dan cuerpo a un artificio que deviene alegoría del teatro mismo”.

El recurso de construir un elefante en escena, pero solo con el cuerpo de los actores, había sido utilizado por el grupo cordobés Libre Teatro Libre (LTL) en un espectáculo llamado «¡Glup, zas, pum, crash! O la verdadera historia de Tarzán», creación colectiva que definían como una serie de juegos «momentáneos, cambiantes, que van de la desorganización al juego ordenado y dirigido». El LTL también destinó su producción a los adultos, siendo este espectáculo-juego una excepción. Según contaron, surgió «como respuesta a la presencia de los niños en nuestros lugares de actuación». El grupo se presentó en Cuba. Por dramaturgia escénica, el esquema básico de «¡Glup…» se publicó en el n° 64 de la revista “Conjunto” (Ed. Casa de las Américas, junio 1985) y en una parte en que aparece Tantor, la didascalia señala: «El elefante está construido con los cuerpos de los actores. Uno irá adelante simulando con su brazo la trompa. El de atrás levantará una pierna, que será la cola». Ignoramos si el equipo de El Ciervo encantado vio o leyó «¡Glup…», pero no podemos dejar de mencionar esta semejanza en el significativo entramado de relaciones. Si la idea fue tomada consciente o inconscientemente de aquí, El Ciervo logró potenciarla y aumentarla desarrollándola de una manera asombrosa y trascendente.

Uno de los intereses del Ciervo, presente en todos sus trabajos para adultos, es la cuestión de la identidad cubana y la nacionalidad: Qué cosa son, cómo se construyen. Para ello abordan autores no hegemónicos, lo que ya los ubica en una posición particular. Son espectáculos de trance actoral, con entrenamientos muy herméticos, muy duros en términos psicofísicos, con técnicas actorales de la extrema vanguardia, emparentados con Meyerhold y el teatro ritual de Grotowski. Pero cuya potencia también se debe a la peculiar simbiosis de estas características, con una gran sensibilidad por la cultura popular. “Esa mezcla generada por Nelda” – nos dice Jacomino-, “convierte al Ciervo Encantado en un grupo que no tiene émulos en Cuba”. Y afirma, refiriéndose al contexto de esta producción: “Nelda no ha hecho concesiones artísticas para lograr espacios, lugares, cosas materiales, nada de eso. Ha peleado para que su propuesta sea valorada como lo que es. Y ha vencido”.

Extendiendo la alegoría bélica, podríamos decir que Devetach, sin haberlo planeado, participó también de la batalla isleña acompañando a Castillo, luego de haber estado involucrada en otras, también de experimentación y trabajo colectivo, a favor de una cultura para la infancia que revaloriza la expresión respetando las singularidades. Tinta y voces, hojas y cuerpos, siempre andando. A veces a la vanguardia, a veces en retaguardia. Siempre volviendo a aparecer.

Aprovechemos finalmente otra de sus invenciones [41], para concluir estas líneas:

Este es el cuento
del elefante
que se cayó
en un dedal.
¿Era chico el elefante
o era muy grande el dedal?
Para cuento no está mal.

Archivo de Mariano Medina. Foto: Clarín.

Muchas gracias Alejandra Toledo, Sonia Almaguer, Andrea Rodriguez Elizondo, cumpas de CEDILIJ.

 

Bibliografía

Fuentes consultadas

Entrevistas a María Teresa Andruetto, Laura Devetach, Canela, Nora Zaga, Paco Giménez, Graciela Mengarelli (Argentina); Milva Benítez, Nelda Castillo, Mariela Brito, Enrique Perez Díaz, Fernando Javier León Jacomino (Cuba) y Geslaine Michelin Bitterncourt (Brasil).

AAVV. Fondo Documental Virtual Teatro Política y Universidad Córdoba 1965-1975
http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/teatropoliticounc/

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Ficha técnica del espectáculo “UN ELEFANTE OCUPA MUCHO ESPACIO”

Dirección, dramaturgia, selección musical: Nelda Castillo.
Música: Tomada del álbum “El meu amic el mar” del músico catalán Lluís Llach
Duración: 50 minutos
Entre los actores de El Ciervo Encantado que pasaron por “Un elefante…” están Lorelis Amores, Sergio Barreiro, Mariela Brito, Ana Domínguez, Arnaldo Galván, Eduardo Martínez, Grisell Monzón, Abel Rojo, Daniel Romero y Sara Susaeta, entre otros.

Links
a) Video de una función, colgada por Nelda Castillo en junio 2020 (50 minutos)
Elenco: Grisell Monzón, Arnaldo Galván, Daniel Romero, Abel Rojo
https://www.youtube.com/watch?v=Eu8JAFaHizk
b) Fragmentos de diversas funciones internacionales, selec. oficial de El Ciervo Encantado
https://youtu.be/IlU8qhOTb3M

  1. c) Fragmentos de diversas funciones internacionales 2013, selec. Gómez Triana
    https://www.youtube.com/watch?v=6beVx5kqAJk
  2. d) Fragmento de una escena armado elefante (7 minutos), selec. actriz Mariela Brito
    https://youtu.be/eYHlggtA1ak
    e) Fragmentos de función del 8vo Festival de Octubre en Mexicali, Baja California, 2009.

Tomas de la revista Cero Uno Magazine. https://youtu.be/n9Y9jJIWhLY

 

Referencias

[1] Una síntesis de este trabajo fue presentada en las XIII Jornadas Nacionales y VIII Jornadas Latinoamericanas de investigación y Crítica Teatral en el marco de la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Argentina, 12/5/2022) y en las I Jornadas de Artes Escénicas para las Infancias (5/8/2022), ambos eventos organizados por AINCRIT (Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral).

[2] De 1931, La historia de Babar, del francés Jean de Brunhoff, está considerado como el inicio del “libro álbum”, donde en el objeto se articulan de manera dialógica texto, imagen y soporte editorial. La historia está basada en los cuentos que la esposa de Brunhoff inventaba para sus hijos. Fallecido el matrimonio, su hijo Laurent continuó con las historias y las adaptó en formato televisivo en 1969.

[3] Elmer es un elefante multicolor, protagonista de 29 libros traducidos a más de 60 idiomas, el primero de ellos publicado en 1968. Su creador es el artista inglés David McKee, fallecido recientemente, en abril de 2020.

[4] Tarzán es un personaje creado por Edgar Rice Burroughs. Su primera aparición fue en la revista Pulp All Story Magazine en octubre de 1912, adaptado posteriormente como novela (Tarzán de los monos, 1914), a la que se sucedieron 23 secuelas, además de haber sido adaptado numerosas veces para cómics, cine y televisión.

[5] En mangani -el lenguaje ficticio de los grandes simios, según la novela de Edgar Rice Burroughs-, “tantor” es el nombre genérico de los elefantes. Pero el término queda rápidamente asociado a uno en particular, un elefante-toro (Genus loxodonta) con el que Tarzán entabla amistad en su juventud, según la primera novela, aunque luego tenga protagonismo circunstancial en muy pocas escenas de los libros de la saga. El elefante ganará presencia en las pantallas.
Según se comenta al pasar en uno de los libros, creando una escena melancólica, “es sabido por los habitantes de la jungla, que en muchas noches de luna Tarzán y Tantor caminan juntos”. La única referencia significativa sobre la relación entre ambos parece ser el siguiente fragmento del capítulo 2 del sexto libro de la serie, “Jungle Tales of Tarzan” (Historias de la jungla, 1919):

“Mucho era lo que Tarzán podía hacer entender a Tantor, y aunque la pequeña charla sobre la naturaleza estaba más allá del gran acorazado gris de la jungla, se quedó de pie con los ojos parpadeantes y la trompa balanceándose suavemente como si absorbiera cada palabra con la mayor apreciación. De hecho, lo que disfrutaba era la voz agradable y amistosa y las manos que le acariciaban detrás de las orejas, y la proximidad de aquel a quien había llevado a menudo a la espalda desde que Tarzán, siendo un niño pequeño, se había acercado una vez sin miedo al gran toro, asumiendo por parte del paquidermo la misma simpatía que llenaba su propio corazón. En los años de su asociación, Tarzán había descubierto que poseía un poder inexplicable para gobernar y dirigir a su poderoso amigo. A petición suya, Tantor vendría desde una gran distancia —hasta donde sus agudos oídos podían detectar la llamada estridente y penetrante del hombre-mono— y cuando Tarzán estaba en cuclillas sobre su cabeza, Tantor avanzaba pesadamente por la jungla en cualquier dirección que se le ocurriera. Su jinete le ordenó que se fuera. Era el poder de la mente del hombre sobre la del bruto y era tan efectivo como si ambos entendieran completamente su origen, aunque ninguno lo hizo”.

[6] El cuento original, de 1939, fue ilustrado por su esposo Harold Pearl. Constaba de tan sólo ocho dibujos y unas pocas líneas de texto. El libro, como objeto, fue lanzado por la editorial Roll-A-Book, llamada así justamente por la novedad editorial que significaba para la época el formato propuesto, que permitía al lector ver una serie de ilustraciones en secuencia al girar unas pequeñas perillas en la parte superior del libro. Las únicas pruebas que se conservan de esta versión corresponden a una caja de documentos de la ilustradora Helen Durney donados a los archivos de la biblioteca de la Universidad de Syracuse, en Nueva York.

[7] Analizando diversas fuentes, se entiende que Jumbo fue un elefante macho africano, posiblemente capturado en 1862, a la edad de 2 años y medio, luego de matar a su madre. Hasta entonces habrían sido capturados mayoritariamente elefantes asiáticos, por lo que uno africano era una novedad o una rareza. Tras haber sido llevado a París, arribó al zoológico de Londres en 1865. Allí era utilizado para exhibiciones en las cuales decenas de niños podían subir a su lomo para tomarse fotos. Según se dice, su cuidador, Matthew Scott, solía darle whisky para calmar los ataques de furia que sufría ante su encierro. Finalmente, en 1882, y a pesar de las quejas de la población, el zoológico lo vendió al circo P.T.Barnum, de Estados Unidos, donde contribuyó a mostrar la “solidez” del recién inaugurado puente de Brooklyn. Vivió en Norteamérica, tras barrotes, durante 24 años hasta que, estando furioso, logró escapar y fue atropellado por un tren.

Su esqueleto se encuentra en el Museo de Historia Natural de Nueva York.

[8] Bajo la dirección de Derlis M. Beccaglia según guión de Juan M. Beccar, Alma Bressan y Víctor Proncet; la película tuvo entre sus protagonistas a Pablo Codevila, Silvia Mores, Mario Soffici, Andrés Percivale y las populares “Trillizas de Oro”.

[9] Roldan –esposo de Devetach- fue también un reconocido escritor. Entre los libros suyos donde figuran elefantes están El monte era una fiesta, Prohibido el elefante, Cuento con piojo y picaflor y La noche del elefante.

[10] La diversa y significativa producción de Devetach en Córdoba fue comenzada a investigar por quien escribe hacia 2002. Tras el artículo “Ni borrón ni cuenta nueva” (2003), se interesaron por el tema, ya desde la universidad, Florencia Ortiz, Laura Fobbio y Silvina Patrignoni. Los nombrados hemos desde entonces comunicado y publicado investigaciones poniendo la lupa sobre diferentes aspectos de esa producción, algunos de los cuales se comparten en las fuentes bibliográficas que acompañan esta comunicación.

[11] Canal 12, de la empresa Telcor S.A. Primera emisión: 18 de abril de 1960, desde los estudios de calle Fernando Fader al 3400, en el Cerro de las Rosas. Fue el primer canal de televisión abierta del interior, el segundo de Argentina y el primer canal privado del país.  La estación se llamó inicialmente LU1-H TV Canal 13 por transmitir a través del Canal 13 de Capital Federal, hasta que se obtuvieron los equipos propios. El 10 de octubre de 1963 a Telecor le fue adjudicada la frecuencia del Canal 12, convirtiéndose en LV 81 TV Canal 12 de Córdoba.

[12] El cuento “La ventana” fue posteriormente incluido en el libro Los desnudos, Ed La Rosa Blindada, Bs As, 1965.

[13] Los primeros estudios se armaron donde funcionaba LW1, en el primer piso del Pasaje Muñoz, Rivera Indarte 165, estando la antena ubicada sobre la Caja de Jubilaciones de la Provincia.

[14] Según recuerdos difusos, se trató de un Ciclo de 7 libretos con comentarios sobre educación, posiblemente llamado “El niño y la cultura”, dentro de un programa cuyo nombre podría haber sido “Con Usted, Señora” o “Ustedes y nosotras”.

[15] De estos libretos, los únicos publicados como libro son “El Petirilío y etc… etc…” (Ed. Comunicarte, Cba, 2014) y “¡Viva el canguro!” (Ed. Colihue, Bs As 1995 y Ed. Sofía Cartonera, Cba 2017).

[16] “La cuestión de los arlequines” es analizada en “Teatro, Política y Universidad, en Córdoba, 1965-1975” (Zaga, Musitano, 2002) y pueden encontrarse datos y libreto en el Foro Documental Virtual de ese trabajo, http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/teatropoliticounc/dto-de-teatro-unc/fragmentos-de-obras/

[17] ¡Viva el canguro! se llevó a escena recién en 1999, con puesta del grupo Caminantes, en la sala Almazenna, de Córdoba.

[18] Revista “Síntesis de los SRT” n° 1, Cba, agosto de 1972.

[19] Ortiz tiene varios artículos donde aborda la producción de Devetach, y ha centrado en “Pipirrulines” su tesis doctoral: “La cultura para la infancia en los inicios de canal 10 de Córdoba: humorismo, innovación y experimentación en Pipirrulines”, UNC 2021. Se accede a ella desde el blog de CEDILIJ, http://cedilijargentina.blogspot.com/p/investigaciones-on-line.html

[20] Espectáculo del dúo Nora y Delia, fundador del Movimiento Canto Popular de Córdoba.

[21] El listado de espectáculos relacionados con Devetach, y los datos de los mismos, se encuentran en un Anexo a este artículo: El documento “Devetach en escenas” elaborado por Balbuceandoteatro con aportes de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil).

[22] En 1979, ya instalada en Buenos Aires, Silvina Reinaudi fundaría junto a Roly Serrano una Compañía de títeres con el mismo nombre que el programa, y aún vigente. Estos titiriteros debutaron en Córdoba en el programa de televisión Rito y sus amigos con Nora Cometo, Graciela Gambino y otros actores y titiriteros de esta ciudad. Silvina Reinaudi estudió con los maestros del títere Héctor Di Mauro y Alberto Cebreiro y destacó en el diseño y fabricación de títeres sobre todo para la televisión, mientras que Roly Serrano es actor, músico y humorista. La actividad de la compañía se basa en la creación de un vínculo entre el actor y el títere. Algunos de sus personajes han tenido períodos de mucha popularidad.

[23] Volverá a aparecer tras la apertura democrática, en Editorial Colihue, 1985. La edición que circula desde 2011 es de Editorial Alfaguara. En el exterior lo había publicado Editorial Mladé Letá en Bratislava, traducido al checoslovaco.

[24] Lucia Robledo, revista “Palabra tomada” n°1, Ed. Plan Provincial de Lectura, Cba 2011.

[25] Con respecto a José Murillo (1922-1997), cabe destacar dos cosas: que en la isla se lo considera amigo porque fue de los maestros argentinos que tras la revolución viajó a Cuba en 1961 a participar solidariamente de las históricas Campañas de Alfabetización; y que a pesar de escribir historias en escenarios realistas y no renegar de lo educativo, frente a lo literario mantuvo una postura sólida distante de la moralina convencional. Según sus palabras, “lo didáctico es válido en la escuela mas no en el libro de cuentos (…) Hay que acabar con toda esa letanía de moralejas, los niños de ahora saben sacar sus propias conclusiones por sí mismos, con juicios muy acertados porque además son excelentes críticos” (Citado por Alga Marina Elizagaray en “Niños, autores y libros” Ed. Gente Nueva, La Habana, 1982).

[26] El primer libro de Bornemann, El espejo distraído, 1971, obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.)

[27] Esta carta, al igual que el resto de la documentación citada, fue consultada en los archivos de la familia Roldan-Devetach. Tenemos copia de la misma por gentileza de la autora.

[28] El cuento «Monigote en la arena» había obtenido también el premio del Concurso Internacional de Cuentos CRAV-IBBY, Chile

[29] La colección de cuentos difiere entre la edición cubana (Casa de las Américas, 1975) la argentina y la checoslovaca (Ed. Colihue y Editorial Mladé Letá, 1984). La versión cubana incluye el cuento “Picaflores de cola roja” y no tiene los siguientes incluidos en la edición argentina: «Cuento que cuento», «Marina y la lluvia», «Otra vez el garbanzo peligroso» y «Puro cuento del caracol Bu».

[30] Poco tiempo después de terminada la dictadura, una serie de cuentos del libro El elefante ocupa mucho espacio, de Bornemann fue puesto en escena por el Grupo del Sol, de la localidad de San Nicolás (provincia de Bs As) con adaptación de Roberto Vega y dirigida por Francisco Redondo, quien los definía como «pequeños cuentos que hablan de la solidaridad, de la distinción entre las personas».  Entre otros sitios, la obra participó del 2° Festival Nacional de Teatro, Córdoba 1987.

[31] Sahade, Carlos. Tesoros de cuarentena: Elsa Bornemann y la censura a Un elefante ocupa mucho espacio. Entrevistan realizada en Radio Provincia y compartida en Ecuador en 1988, en el marco de una convocatoria de la CIESPAL para la producción de programas de radio. https://fmfutura.com.ar/2020/06/22/tesoros-de-cuarentena-elsa-bornemann-y-la-censura-a-un-elefante-ocupa-mucho-espacio/

[32] Devetach viajará a Cuba recién en 1986, invitada como integrante del Jurado para el Premio Casa de las Américas. Lo hará por segunda vez en 1990, como autora invitada para la celebración del XXX Aniversario de dicho premio.

[33] ”Situaciones llenas de gracia, que se recrean con bellas imágenes, están presentes en cada cuento, y muestran al lector escenarios tan disímiles como la pista de un circo, el aula de una escuela o la orilla de una playa. Irremediablemente se nos desata la imaginación ante las descripciones de los personajes que dan un toque magistral de colorido a toda la obra” (Guerra, Wichy. “Monigote y línea”. En revista Casa de las Américas vol 6 n° 92, La Habana, octubre de 1975).

[34] Ruth Mehl. Fragmento de opinión en “Con este sí, con este no. Más de 500 fichas de literatura infantil argentina”. Ed. Colihue, 1992.

[35] Rosell también dice que “los creadores mejor dotados se las arreglaron para hacer volar su talento dentro de la jaula”, mencionando a Dora Alonso, Renée Méndez Capote, Onelio Jorge Cardozo, Mirta Aguirre y David Chericián.

[36] Entre los libros que logran ser editados zafando de esta línea, sobresale Cuentos de Guane de Nersys Felipe; título que durante los años 80 será editado en Argentina, junto a otros cubanos, justamente por Laura Devetach y Gustavo Roldán en su rol de coordinadores de colecciones infantiles en Editorial Colihue.

[37] El jurado terminaba de componerse con Joaquín Gutierrez (Costa Rica) y Onelio Jorge Cardoso (Cuba), autores de dos libros hoy considerados clásicos de la LIJ Latinoamericana, Cocorí y Caballito blanco, respectivamente. Cardoso es, según Rosell “el más elogiado y reeditado autor cubano de libros infantiles”).

[38] Yailene Sierra fue creciendo en notoriedad también dentro del cine cubano, sobresaliendo en “Habana Blues” (2005), entre otras películas.

[39] https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1302221

[40] Con el grupo de Teatro Buendia habría estado en un Festival Latinoamericano de Teatro de Córdoba en la sala del Teatro Real y tal vez en Buenos aires en el Teatro San Martin, a comienzo de los ´90, tal vez 1992. Información a cotejar.

[41] Poema “Puro cuento”, del libro Una caja llena de, y otros poemas, Ed. Sudamericana.

 

*Mariano Javier Medina es escritor, músico y animador sociocultural. Ha desarrollado una variada actividad en el terreno artístico y periodístico, especializándose tanto en obras de difusión sobre naturaleza y cultura como en talleres de animación a la lectura y a la escritura. Como miembro del CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) ha capacitado a docentes de diferentes países latinoamericanos y elaborado cuadernillos pedagógicos para muestras interactivas de Barrilete, Museo de los niños.

 

Una edición de distribución gratuita del cuento de Bornemann, «Un elefante ocupa mucho espacio», se puede leer aquí.

 

Entrada No. 262
Autor de la intro: Adolfo Córdova. Autor del artículo: Mariano Medina.
Foto de portada: Achivo de Laura Devetach.

Fecha original de publicación: 23 de abril de 2025. 

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