Creyentes religiosos y creyentes de las ficciones pasan a romper la piñata, se sientan alrededor de una mesa y esperan que el año nuevo traiga mejores historias y que los magos cumplan algún deseo. En los siguientes libros, los villancicos, los versos para pedir posada y las canciones para la piñata recuperan sus palabras originales o incorporan nuevas; el camino de María y José se vuelve tropical, con jaguares y tucanes; árboles o perros nos cuentan su versión de las fiestas o del caminar de un peregrino; un niño se sube a un tren polar mientras otro se pregunta si llegarán Melchor, Gaspar y Baltazar; una joven se escapa de su casa y consigue pasar una no-Navidad en Nueva York, una niña espera el año nuevo con ansias porque sólo entonces ve a su papá y otra más recibe una sorpresa en el recalentado; y mucho más, para leer y recrear lo que nos pasa en estas fechas (que seguramente quedará grabado en la memoria de los que empiezan a vivirlas) y armar un maratón de libros Guadalupe-Reyes y Reinas que anime fantasías, encuentros y reencuentros.

Al preparar esta entrada y leer estos libros, me di cuenta de lo mucho que influyeron las navidades en mi fascinación por las historias y la literatura, en mi constatación de que la fantasía y la ficción se sentían en el cuerpo, que latían. Tengo recuerdos muy concretos asociados a la llegada de los Reyes Magos, una sensación de grito contenido y cosquilleo en la cabeza cuando escuchaba al elefante tirar la cubeta… o de carrera hasta mi cama para taparme completamente con la sábana después de haber visto, a través de los ojos ilusionados de mi madre, un capa y corona doradas. Porque igual que cuando nos leen o cuentan historias, creer en esta magia no siempre pasa por la experiencia propia, a veces creemos sencillamente porque otros, en quienes confiamos, creen, y deseamos creer más y creer con ellos.

Ilustración de Ana Palmero Cáceres.

Alguien me preguntó alguna vez si no me había sentido traicionado cuando, muchos años después, fui consciente de las elaboradas tácticas de mis padres para que mi hermano y yo nos tragáramos todos los eventos fantásticos. Mi respuesta fue que nunca fui «consciente». Aquellos momentos me alimentaban, siguen siendo reales en mi memoria, como lo eran leche y cereal, jamás los vinculé racionalmente a una mentira, menos a una traición. Tuve mucha suerte, hoy los atesoro y considero un gran gesto de lealtad de mis padres hacia nosotros. Lealtad a nuestro tiempo, infancia e imaginario.

Lo que es verdad es que cuando esos mecanismos de fantasía se ponen en marcha, uno de niño los va extendiendo con gusto. Muchas otras cosas me pasaban sin la participación directa de mis padres (y sin que ellos se enteraran). En la misma temporada navideña, naturalmente mítica, más propensa a lo inexplicable, recuerdo haber visto al diablo de la pastorela o a un duende maligno con máscara de diablo en un medio baño que había en la planta baja de mi casa. La planta baja se volvía un territorio tenebroso y sobrenatural en las noches. Me había aventurado a bajar por necesidad, porque el baño de arriba estaba ocupado, pero, escalón por escalón, disfrutaba también la punzada de temor. Entré y lo descubrí detrás de la puerta, terrorífico, aunque de alguna manera inofensivo, sólo ahí presente, como el espejo o una planta. Hice lo que tenía que hacer, mientras el diablo me miraba, y volví a mi cuarto con esa lentitud apresurada típica de las revoluciones internas, secretas.

Ahora que lo cuento, dudo si fue un sueño… en aquella época también dudaba, pero me parecía más probable que hubiera sido cierto porque ahí estaba, otra vez, la sensación real en el cuerpo: como un calor en el pecho por haberlo visto, infernal y fascinante. El calor vital que nos dejan algunas historias.

Ilustración de Francisca Yáñez.

Espero que a continuación encuentren muchas que les provoquen lo mismo, con poesía, cuento ilustrado y novela compartida. En verde todas las autoras para sumarme a los maratones Guadalupe-Reinas para leer a escritoras e ilustradoras.  

Y mis deseos de más encuentros afortunados entre lectores y lectoras en estas fechas y en el año que comienza, uno más de vida de este blog: infinitas gracias por acompañarme, y muy felices fiestas.

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1. Nueve días de posadas

Investigación y edición: Anastasia Krutitskaya. Ilustraciones: Cecilia Rébora. Ideazapato, 2013.

¡Oh bella María sagrada!, / llena de gloria y dulzura, / llegó la noche deseada / de tu parto, Virgen pura. Del 16 al 24 de diciembre desde hace casi 400 años, se empezaron a cantar las misas de aguinaldo de las que surgirían las posadas. Juan de Grijalva, en la Crónica de la Orden de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de Nueva España, cuenta que fray Diego de Soria, del convento de San Agustín Acolman (Estado de México), inició esta alegre tradición por ahí de 1586 con mucho éxito (el fray concedía perdón de todos los pecados a los que asistían), y pronto se extendió en todo el territorio novohispano. Así lo explica en este libro la investigadora Anastasia Krutitskaya, que además describe cómo organizar los nueve días de posadas, recupera diferentes versiones de los versos para pedir y dar posada (algunas muy antiguas y curiosas), los arrullos para el Niño Dios y para compartir regalos y las canciones para partir la piñata: En los cerritos, en los cerrotes, / saltan y brincan los tejocotes. / No quiero níquel, no quiero plata, / yo lo que quiero es quebrar la piñata. Excelente guía pre navideña para los devotos e interesante registro para cualquier tragón que quiera entender de dónde salieron los confites y canelones. Las delicadas y sintéticas ilustraciones de Rébora, hechas con recortes de papel de color, acompañan con sencillez y dulzura el camino al pesebre. 

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2. Será

Mercedes Calvo y Stefano Di Cristofaro. Ediciones Castillo, 2018.

A partir de algunos de los versos de «La víbora de la mar», Mercedes Calvo crea un nuevo poema rimado, de opuestos y equivalentes, al que Di Cristofaro termina de dar sentido —y escenario— con sus ilustraciones. Así nace un bello libro álbum que ubica los versos ¿Serán tamales? ¿Serán tortillas? / ¿Mil dalias rojas o bugambilias?  o, más adelante: ¿Será una estrella brillante y viva / la que se enciende allá arriba?,  entre mercados con piñatas y tejocotes, preparativos de fiesta, mesas servidas, una posada y una niña y un niño que se encuentran, desgajan mandarinas y encienden velas. ¿Será melón? ¿Será sandía? / ¿Será la niña que vi aquel día? El juego sigue cuando el libro termina.

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3. Navidad, villancicos, pastorelas, posadas, piñatas

Ilustraciones de José Moreno Villa. CEPLI-Univesidad de Castilla-La Mancha, 2008. Facsímil de la primera edición: Ed. Isla (Manuel Altolaguirre, impresor), México, 1945.

Este año se cumple una década de la publicación de Navidad… una de las primeras ediciones facsimilares que propuso Pedro C. Cerrillo desde CEPLI. Este año, tristemente, también empezaremos a contar el tiempo sin Pedro, gran pionero de la profesionalización de la LIJ, defensor de la «mayoría de edad» de los libros para niños y jóvenes y estudioso, entre muchos otros temas, de la lírica de tradición popular infantil. El rescate de este libro es otro de sus legados y aquí, justamente, se reúnen algunas de las formas más antiguas de la canción folclórica: los villancicos. Algunos clásicos populares: Ande, ande ande / la María morena / ande, ande, ande / que es la Noche-Buena y otros del Siglo de Oro español, como el villancico hecho arrullo de Lope de Vega: El Niño divino / que está cansado / de llorar en la tierra, / por su descanso / sosegar quiere un poco / del tierno llanto: / que se duerme mi Niño, / tened los ramos; o, la extendida metáfora de la Virgen María de Luis de Góngora: Caído se le ha un clavel / hoy a la Aurora del seno; / ¡qué glorioso que está el heno / porque cayó sobre él!

La inclusión de estos poetas, como explica Gabriel Núñez en el agudo estudio preliminar al facsímil, «Los villancicos y la lírica tradicional», se debe a que el propio compilador de este libro es Manuel Altolaguirre, poeta exiliado en México, de la Generación del 27, que se interesó en recuperar «la singularidad y belleza de la lírica de los siglos XVI y XVII». Pero en Navidad…, incluye también versos originales de Concha Méndez, poeta de la misma generación y del grupo de «Las Sinsombrero», que nutren el imaginario navideño: Marineros de la mar / llevan al Niño feliz / arbolitos de coral; / los otros, peces con sol, / en vasijas de cristal.  Así como algunos villancicos populares más cercanos al paisaje mexicano: Ándale, Juana, / no te dilates / con la naranja / y el aguacate. Aquí se pueden ver más de los facsímiles de CEPLI, muchos de ellos retomados del invaluable acervo histórico de Carmen Bravo-Villasante, parte del catálogo de la Biblioteca de CEPLI en Cuenca.

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4. Retablillo de Navidad

Aquiles Nazoa. Ilustraciones de Ana Palmero Cáceres. Ediciones Ekaré, 2008.

Nada menos que uno de los precursores de la literatura infantil en Latinoamérica, Aquiles Nazoa, poeta venezolano, imaginó el peregrinaje de María y José en verso: De su esposo en compañía, / soñolienta y fatigada, / por ver si les dan posada / toca en las puertas María. 

Publicado originalmente en su libro El ruiseñor de Catuche (Pensamiento Vivo, 1958), Ediciones Ekaré lo sumó, en 2008, a su emblemática colección «Rimas y adivinanzas», al que pertenecen esas otras dos joyas: Chamario (Eduardo Polo y Arnal Ballester) y Margarita (Rubén Darío y Monka Doppert). En Retablillo…, el espléndido trabajo de Ana Palmero hace difícil imaginar que este poema no naciera ilustrado. Su propuesta, inspirada en el arte medieval, lleva a los personajes bíblicos a un contexto tropical y así los santos peregrinos van pidiendo posada entre jaguares, monos, tucanes e iguanas, un querubín negro y frondosas aves del paraíso (también conocidas como «flor del inicio de los tiempos», todo en este libro esconde un significado). La ilustradora hizo un estudio de códices, biblias y misales de la Edad Media para definir la gráfica y comparte su experiencia, y la razón por la que incluye ciertos elementos, en una muy pertinente nota al final del libro. Y al final del poema, ángeles que tocan las maracas, el arpa y el cuatro (tipo de guitarra que un veracruzano diría que es jarana), y un remate que extiende lo que cuentan los versos: un trío de Reyes Magos llaneros con los mismos instrumentos que los ángeles, a caballo y entre nopales. Uno los imagina cantando la versión musicalizada de Iván Perez Rossi de este poema. En lugar de oro, incienso y mirra, llevarán al Niño una serenata. Un regalo más modesto pero que seguro lo alegrará más.

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5. Cuentos de la Navidad Dorada

Carlos López. Ilustraciones: Olga Capdevila. Fulgencio Pimentel, 2016.

Andrés nació en el Líbano, fruto del tierno amor que se profesaban la cedra Florencia y el cedro Fernando. En la sala de partos del hospital vegetal de Beirut, una enfermera comunicó la noticia a su padre: —Ha tenido usted un arbolito sano y robusto. ¡Enhorabuena! 

Ese arbolito-niño, claro, termina en el belén de una catedral, ante el asombro de todos… y así leemos también la historia del surgimiento y desaparición del color Amaverjo, el insólito regalo que pide Pedro a los Reyes Magos: un amanecer, las aventuras de un cazador de música que anda tras la pista de un Villancico y hasta la vida de una llama con el corazón de hielo y un agujero llamado Eusebio. La imaginación ilimitada, de abundantes disparates y saltos fantásticos, típica de los niños y niñas que inventan cuentos, brilla en estas siete historias. La ilustración hace perfecta mancuerna con el espíritu infantil de las narraciones: los trazos juguetones de Capdevila recuerdan los gruesos brochazos de un pincel digital (o un dedo sobre la pantalla) que empezara a usar un niño. Pero es sólo un artificio, ni al texto ni a la imagen les falta pulso.

El autor debe ser un poco como aquel extraño personaje, en otro de los cuentos, un señor que el año entero deja en su puerta un cartel que dice: «Feliz Navidad a todos los que llegan a esta casa». Y allí dentro, como en este libro, siempre es Navidad, una muy feliz y excéntrica.

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6. El expreso polar 

Chris Van Allsburg. Ediciones Ekaré, 1988.

Ekaré cumplió 40 años en 2018. Es la editorial para niños, todavía vigente, más antigua en Latinoamérica. Hace 30 años, antes de que el FCE apostara por el peculiar estilo de Chris Van Allsburg, un libro entró al catálogo de la editorial y empezó a circular a toda marcha entre los lectores: El expreso polar. Popularizado más adelante gracias a su versión cinematográfica (Robert Zemeckis, 2004), este libro ya tiene aire de nuevo clásico. Sigue leyéndose como un cuento de hadas moderno, en el que los eventos descritos en el texto se suceden como ráfaga helada, rápidos, sin conmovernos demasiado, pero que causan fascinación en conjunto con las ilustraciones. En estas, todo es prodigioso aunque sombrío, como si el autor nos hubiera dibujado un secreto. Lo es, pero la naturalidad y certeza con la que ocurre la magia de lo que se cuenta, hace que los lectores se aferren al libro como si se tratara de un amuleto… y lo agiten, intentando escuchar el cascabel del reno.

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7. Todas las palabras son tuyas

Flor Aguilera. Loqueleo, 2018.

Este es mi viaje de lo inusual y lo probaré todo. Dufus, Baby-fat, Speedy González o Babs (de babosa) es quien escribe este divertido y emotivo diario de viaje. Se llama a sí misma de muchas formas (también es la creadora del estilo Quasimodette) porque está buscando su lugar en el mundo. No es un decir: ese lugar quizá sea Nueva York, la ciudad favorita de su papá, quien acaba de fallecer. Y hasta allá viaja, sin que casi nadie lo sepa, y con un plan casi perfecto: ir a los lugares a los que iba él, para sacarse la tristeza, y usando una tarjeta de crédito ajena. Pero los días pasan, la Navidad se acerca y la soledad no parece dar tregua. Hasta que conoce a quien le hará una de las invitaciones más increíbles que haya vivido (y no se trata de un futuro novio ni de una típica cena navideña). Este precioso libro para jóvenes funciona como guía de viajes, duelo y carta de amor a un frío y cinematográfico Nueva York. Es una declaración de principios de una joven de 18 años imparable, un diario lleno de referencias artísticas que hacen querer salir del libro a buscar más y de atmósferas acogedoras que hacen querer regresar al libro a leer más… hasta las primeras horas del increíble año que intuimos está por comenzar.

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8. El perro del peregrino / 9. La entrada de Cristo en Bruselas

Liliana Bodoc. Alfaguara, 2013. / Andrea Antinori. Libros del Zorro Rojo, 2018.

Hace tiempo que tenía El perro del peregrino en la sección de pendientes de mi librero. Quería leerlo simplemente porque estaba escrito por Liliana Bodoc, autora de confianza, pero me resistía un poco porque sabía que, de alguna forma, trataba de Jesús, y no soy religioso. Cuando decidí terminar esta entrada con libros navideños, en borrador desde hacía un par de diciembres, recordé la portada de esta novela y, aunque no encaja exactamente con el tema, pensé incluirla porque su personaje sí. Lo que además me abría la posibilidad de mencionar otro libro único que descubrí en la reciente FIL Guadalajara: La entrada de Cristo en Bruselas. Ambas son publicaciones muy muy especiales, que podríamos pasar de largo porque suenan a catecismo, pero que habría que detenerse a leer y pasar a la sección de favoritos del librero. Releen la historia con una mirada artística, un discurso personal, muy claro, y la hacen crecer. En Liliana Bodoc la apuesta es el lenguaje literario, los detalles verosímiles que le devuelven a Jesús su carácter histórico y real y una estructura fragmentada. Capítulos breves que congregan a diversos personajes que de alguna manera se cruzaron con Jesús. Nos guía un perro que puede hacer rodeos pero, con su buen olfato, nos lleva siempre de regreso al camino de su amo. En su exploración polifónica, Bodoc también desarrolla una voz para el can que nos cuenta lo que ve: Estoy echado junto a los pies de mi padre, tirando de las cuerdas con que ata sus sandalias. Tiro con fuerza y le muerdo los tobillos para llamar su atención, pero es inútil. Él está hablando para los demás y, cuando lo hace, no me recuerda. Algunas veces, la madre de mi padre está entre la multitud que lo sigue, pero no está hoy. En cambio, hay algunos soldados que miran desde lejos y escuchan desde cerca… Una novela para recordar a una de las escritoras más importantes en lengua española que, lamentable e inesperadamente, falleció este año.

La entrada de Cristo en Bruselas es una espiral todavía más prolongada: la relectura de la relectura. Andrea Antinori, retoma el cuadro de James Ensor de 1888, y descompone la escena. Hace exactamente lo que Sylvain Coissard y Alexis Lemoine, en el divertido Las (¡Verdaderas!) historias del arte (Océano, 2013), nos muestra qué pasó antes de que Cristo entrara triunfalmente a Bruselas. Así, nos presenta a los personajes que arman esa bienvenida: contratan a la banda  de música y a los saltimbanquis, pintan las pancartas, preparan arreglos florales, compran el vino y los pasteles, mandan las invitaciones y hasta traen un elefante africano y una «máquina a pedales para hacer pompas de jabón sonoras». Mientras tanto, a Cristo se le designa un acompañante que lo lleva a turistear por Bruselas y a probarse sombreros floreados. El cuadro original, extravagante y satírico, incomodó tanto, incluso a los vanguardistas, que se exhibió públicamente sólo 40 años después de que Ensor lo pintara. Este libro lo honra pues, además de sacar la obra de este pintor de la galería y darle un nuevo público, extiende las irreverencias con mucho sentido del humor.

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10. Cuentos de Navidad y Reyes

Cuentos de Andersen, Chéjov, Darío, O. Henry, Maupassant y Nervo. Ilustraciones de Víctor García Bernal. Loqueleo, 2016.

«En lo profundo del bosque crecía un precioso abeto…»,»El doctor Bonenfant intentaba recordar, repitiendo a media voz: ‘¿Un recuerdo de Navidad…? ¿Un recuerdo de Navidad?», estos son dos de los comienzos de estos seis cuentos reunidos en esta cuidada edición y que se escuchan bien en voz alta. Es bonito imaginar en cuántas reuniones navideñas, de cuántas épocas, se han compartido. «El Abeto» de Andersen, «El zapatero y la fuerza maligna» de Chéjov, «El regalo de Reyes» de O. Henry y «Cuento de Navidad» dialogan con «Nochebuena» de Rubén Darío y «El ángel caído» de Amado Nervo: «Érase un ángel que, por retozar más de la cuenta sobre una nube crepuscular teñida de violetas, perdió pie y cayó lastimosamente a la Tierra». Las distintas prosas, recargadas, atentas a los detalles y colmadas de dramatismo, harán experimentar al lector diversidad de emociones, no todas, como en relato de Andersen, de alegría y celebración, más bien responderán a la melancolía que también invade a muchos en las fiestas; otras narraciones incluso, darán más peso al diablo de la pastorela, como en la de Chéjov, en el que un demonio de lentes azules cumple el deseo de un humilde zapatero… y que empieza así: «Era la víspera de Navidad…». (Todos estos cuentos clásicos se pueden encontrar en internet.)


11. La copa de plomo y oro

Cornelia Funke. FCE, 2020.

«Había estado nevando toda la noche, los copos cayendo en remolinos sobre Londra como estrellas que quisieran hacer brillar la ciudad por Nochebuena». Esta historia ocurre en un solo día y en el mundo detrás del espejo, que resultará familiar para los lectores de la saga Reckless y atrapará a quienes no hayan atravesado aún. De la víspera a la noche de Navidad, Tabetha, una joven huérfana que viste como chico, se hace llamar Ted y busca tesoros en la orilla del río Tames para sobrevivir, encuentra un trozo de una codiciada copa mágica. Bartholomew Jakes, precisamente un cazatesoros, como Jacob o Chanute de Reckless, pero siniestro, lleno de quemaduras en las manos y cicatrices en la cara, con un pulgarcito, un niño pequeño, en el bolsillo, se le acerca esa noche y le ofrece unas monedas de plata si encuentra ese trozo de cristal. No sabe que Tabetha ya lo tiene y que empezará una aventura al lado de Ofelia, una chica casi desconocida pero que probará ser confiable en ese mundo de brujas, trolls, tritones, elfos, hadas, goyls, en el que los objetos mágicos (las botas del Gato con botas o las de siete leguas, un ricito de oro, una escama de sirena, una pluma de hombre cisne, el pañuelo de Baba Yaga…) pueden convertir a los humanos en seres más peligrosos que cualquier otra criatura. 

Aquí pueden ver una presentación de este libro en la que tuve la suerte de platicar con su autora sobre sus objetos mágicos favoritos y el oficio de escribir.


12. Selene

María Teresa Andruetto. Ilustraciones de Germán Wendel. Sudamericana, 2020.

«Era la mañana del veintitrés y todavía nadie había vestido el árbol, así que Luisa se arrodilló junto a la niña, en cuya falda había colocado la caja con los adornos de Navidad del año anterior, y comenzó su trabajo…».

Una historia muy atípica en el panorama de libros ilustrados en general, pero también en la tradición específica de cuentos de Navidad. Atípica y al mismo tiempo familiar, tanto que uno siente que ha vivido en la infancia una situación parecida. Quizá no en los hechos pero sí en ese sentimiento de compañerismo y defensa que los niños y niñas expresan por otros que, como ellos, perciben marginados, con alguna carencia, solitarios, incluso «sin familia», como nombrara Hector Malot su célebre novela protagonizada por Remi. Selene es una niña en silla de ruedas, Luisa es su cuidadora. Ella le cuenta historias de la vida en el campo y le canta canciones que Selene sabe de memoria, cantan y sueñan con ir juntas al pueblo de Luisa, donde no existe «Papá Noel ni Santa Claus ni el pino de Navidad, sino una imagen a la que llamaban el Pequeño Diaguita».

Pero no será este año, ya es Nochebuena y Luisa la pasará con «su propia familia». Se despiden. Selene desearía que Luisa se quedara y no abandona ese deseo. Intuye algo y pide al padre que vaya a buscarla. Particularidad y misterio, defensa de Andruetto, en los que podemos reconocernos más de uno, ser conjunto. ¿No es el espíritu navideño, tan celebrado, el de olvidar diferencias, sin borrarnos, y conseguir esta unión?

Una colación clásica navideña…

Tres libros de Navidad más, clásicos. Cascanueces y el Rey Ratón de E.T.A Hoffmann. Me gusta especialmente la edición ilustrada por Maite Gurrutxaga (Nórdica Libros, 2018). La navidad del Pequeño Nicolás de René Goscinny (Loqueleo, 2019), recientemente reeditada. Quien no conozca a este personaje, corra a buscarlo, una suerte de Diario de Greg con calidad literaria. Y El Planeta de los Árboles de Navidad del gran Gianni Rodari (SM, 2016), ese extraño e increíble mundo «al revés» en el que todos los días es Navidad, no hay que pagar por nada y hay un edificio para romper cosas y olvidar el malhumor.

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Años que comienzan


13. Una reunión de año nuevo

Yu Liqiong y Zhu Chengliang. Ediciones Castillo, 2017.

El papá de Maomao trabaja lejos y sólo puede volver a casa una vez al año: para celebrar el Año Nuevo. La pequeña Maomao lo mira llegar, temerosa, al lado de su madre, casi no reconoce a ese señor de barba crecida al que ve poquísimo, pero luego de un abrazo y una afeitada ella empieza a recordar cuánto lo quiere y extraña. Juntos preparan ravioles, escuchan tronar los cohetes, desean feliz año a los amigos y se maravillan con la danza del dragón. Maomao también ve como: «Papá se levanta muy temprano y se dedica a hacer reparaciones por toda la casa: arregla la ventana, pinta la puerta, cambia focos… ¡Toda la casa ahora está iluminada!», y lista para seguir festejando el nuevo comienzo. Pero las fiestas terminarán y otra vez Maomao deberá decir adiós. Un gesto generoso e inesperado hacia su padre los hará reforzar su lazo. Precioso álbum en el que la sencillez del texto y la plasticidad de las ilustraciones crean una atmósfera cercana y cálida, aunque se trate de China y todo se cubra de nieve. El contraste entre el afuera y el adentro que dibuja Zhu Chengliang, entre lo que ocurre dentro y fuera de Maomao, en espacios siempre íntimos, crea un efecto documental que conmueve.

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14. Versos como una casa 

Mar Benegas y Francisca Yáñez. A buen paso, 2017

Para saludar al año / y terminar la canción, / enterradito en la tierra / hay que dejar el dolor. / Aquello que nos dio pena / o nos rompió el corazón / que sea semilla buena / y en primavera una flor.

Versos como deseos y palabras para acompañar todo el año. Este libro es una celebración a la vida dentro de la casa. Las estaciones que entran por la ventana y hacen volar las cortinas; la alegría de avellana y harina que se amasa en la cocina; la música que suena dentro del cuarto, hasta el jardín; los cumpleaños con amigos llenos de pasos de baile, la fiesta de porquesí y, otra vez, esa «Canción para despedir el año», porque sí: dan ganas de hacer una exposición con las ilustraciones y de inventarles melodías a los versos, de decirlos con el cuerpo y repetirlos (habitarlos) una y otra y otra vez: La puerta es un pájaro / y cuando aletea / nos deja entrar / en su cielo amaestrado.

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15. El día más raro del año

Hortensia Moreno. Ilustraciones de Carlos Vélez. Ediciones Castillo, 2018.

Primos pequeños que corren y gritan de aquí para allá, hermanos que brindan, primas que se dan regalos, tíos que sirven la mesa, la abuela sacando el álbum y una tía mandona que organiza la foto anual. ¿Te sumas? Si alguna vez te has sentido un poco abrumado, pero también entretenido, en el recalentado del 1 de enero, este libro te hará mirar un espejo. Aunque tal vez no te haya pasado lo que a Juana que piensa que «el día más raro del año fue el primero de enero», pues llegó un señor del que no tenía idea y resultó ser su abuelo. Pero ese día no sólo creció su familia, también ayudó a su tío Bernardo a tomar las fotografías oficiales de toda la parentela, algo que le encanta, y al fin se reconcilió con llevar el nombre que lleva. Averigua por qué.

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16. ¿Vendrán los Reyes Magos?

Judy Goldman y Cecilia Rébora. Pearson, 2017

Ramón y su mamá se preparan para la noche de los Reyes Magos: van a la panadería por una rosca y al mercado a comprar mucha alfalfa. ¿Alfalfa? Ramón llena cubetas de agua y coloca la alfalfa en el patio porque el elefante, el camello y el caballo llegarán sedientos y hambrientos. Luego termina la carta y coloca su zapato cerca del arbolito. Ya está todo listo, no aguanta la emoción, pero Becca, la perra de Ramón, tampoco, y muerde a uno de los reyes del Nacimiento… Ramón deberá pensar en algo para repararlo, no quiere que los magos salgan corriendo. Divertida, tierna y empática historia en la que texto e ilustraciones narran con agilidad y armonía ese momento tan esperado por los más pequeños.

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17. El regalo de los Reyes Magos

O. Henry. Ilustraciones: María Wernicke. Calibroscopio, 2016.

Apenas la luz de una vela ilumina la página. El edificio entero en fría penumbra… pero algo brilla todavía para esa pareja después de la desilusión. Ella quería regalarle algo realmente especial y sacrifica algo que ama, ¿y él? ¿ha preparado algo para ella? Este cuento clásico de amor y Navidad cobra un nuevo aire en esta fantástica edición, ilustrada con delicados recortes de papel y telas en collage que hacen pasar las manos sobre la página y querer saltar a la historia. Wernicke logra una exquisita escenificación de teatro de papel con imágenes como picadas por el tiempo, para provocar un efecto nevado y dar, al mismo tiempo, una sensación antigua que se corresponde con la ambientación del relato. Las bellas guardas finales se llevan el frío y hacen florecer árboles y palabras leídas en voz alta. 

18. Poemas para leer en un año

Horacio Cavallo y Matías Acosta. Calibroscopio, 2019.

Haikús y tankas japoneses que, en pocos versos, como frascos de esencias, concentran los días y las estaciones de un poeta asomado a la infancia. Su tiempo, bien medido, corre con dos manecillas, una más personal, otra más universal. ¿Quién no querría tirar el ancla al día Sábado para no naufragar al domingo o que el verano no terminara nunca? Pero… ¿de quién es la trenza que salva al poeta de morir de pena el Lunes? ¿Y quienes son los «niños dragones» en «la puerta de entrada» al invierno? 

Entre esos dos tiempos corren también los meses del año homenajeados, algunos nos recuerdan a personajes conocidos, la llegada de las vacaciones, la entrada a la escuela, un abuelo que pierde el pelo; otros hablan de perros de nieve, vientos que traen un «sí» y cartas de amor, todos como pequeñas historias absurdas y divertidas: limericks, perfectamente correspondidas con las ilustraciones hechas con tipografía, a la Dadá y Brossa, de Matías Acosta. Con años a la vista y duplas creativas así, dan más ganas de cerrar los años viejos ya.

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Y de aguinaldo… filosofía y música

Un disco: «Echen confites, cuentos y sones» de Itacate de Cuentos que recupera historias y canciones de navidad mexicanas, en un ánimo de reivindicar lo propio, como «La Rama», «La Flor de la Nochebuena», «El Regalo del Coyote», «El Diablo y la Burra», «La Olla con Cuernos» y «El Viejo». Y un descargable navideño de Wonder Ponder, para pensar la navidad y el consumismo con preguntas sobre regalos, obligaciones familiares, prejuicios, expectativas y hasta una propuesta para diseñarle un uniforme más veraniego a Papá Noel. Y mucho más, aquí la descarga gratuita: https://tinyurl.com/y7wfevbd 

¿Ayuda para el intercambio o alguna idea para Santa o Reyes?

El librero siempre tiene títulos que llevan mucho tiempo sin salir. Puede ser buena idea armar un intercambio de libros usados-olvidados o elegir como regalo un libro favorito que ahora sorprenda a otro lector. Pero si también quieren crecer la biblioteca, aquí algunas reseñas de más libros que no fallan.

Diez pájaros en mi ventana y otros libros en bandada

Ruge como un tigre y otros libros feroces. El nuevo llamado de lo salvaje

10 libros de adivinanzas, retahílas y canciones para vacacionar

Pirotecnia o artificio: libros para bebés

¡Feliz Día de la Niña! Grandes heroínas imaginadas por escritoras audaces

Esto que brilla en el aire: novedades de poesía para niños y jóvenes en México

Los mejores libros ilustrados que leí en 2017

Ilustración de Zhu Chengliang.

Autor: Adolfo Córdova
Ilustración de portada: Ana Palmero Cáceres.
Fecha de publicación original: 5 de diciembre de 2018.
Primera actualización: 29 de noviembre de 2019.
Segunda actualización: 13 de diciembre de 2020.

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