A continuación encontrarás enlaces a estudios de posgrado, seminarios y otros cursos en los que participo y cuya convocatoria está abierta.
Un mapa de Nunca Jamás / Laboratorio Emilia
Yo, mediador / Troquel
Máster en Libros y LIJ / UAB
Ha nacido una estrella / Anatarambana
Próximas presentaciones:
Por acá ando como en tres pistas: presentando mis libros, impartiendo talleres para niños, niñas y jóvenes y dando charlas a especialistas.
36 Congreso Internacional de IBBY
Congreso Internacional de Lectura IBBY Cuba
Feria del Libro de Minería
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Colaboraciones:
Instituciones de las que he recibido apoyo para investigación o becas de creación artística o con las que colaboro como lector voluntario, consultor o profesor.
El sinsentido tiene mucho sentido y potencia desestabilizadora: su incoherencia o disparate abre una grieta, supone una amplitud de perspectivas y una disponibilidad para operaciones discursivas, históricamente subversivas, contra la […]
El sinsentido tiene mucho sentido y potencia desestabilizadora: su incoherencia o disparate abre una grieta, supone una amplitud de perspectivas y una disponibilidad para operaciones discursivas, históricamente subversivas, contra la instrumentalización de la LIJ.
En el verano de 2024, realicé la primera Estancia Literaria Octavio Paz de Ensayo para la Literatura Infantil y Juvenil impulsada por María Baranda a través de la Cátedra Extraordinaria “Octavio Paz” del Colegio de San Ildefonso e IBBY México, y con el apoyo de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Un apoyo como el que ofrece esta estancia literaria en IBBY, que alberga uno de los mayores acervos públicos de literatura infantil y juvenil en México, constituye una oportunidad única para quienes hacemos investigación independiente y, en particular, para escribir ensayo -no necesariamente académico- centrado en LIJ y situado: que haga partícipe a una comunidad lectora de niñxs y jóvenes. Por eso me entusiasmó tanto aplicar y con una idea, sembrada por la editora María Francisca Mayobre, que llevaba varios años esperando en mi cabeza.
Mi propuesta consistió en empezar una investigación sobre humor absurdo para escribir un ensayo que será el sustento de una antología ilustrada. Un camino parecido al que emprendí para realizar Cajita de fósforos. Antología de poesía sin rima (ilustrada por Juan Palomino, editada por María Francisca Mayobre y publicada por Ekaré en 2021) para el que obtuve becas de investigación de la Biblioteca Internacional de la Juventud en Múnich y del CEPLI en la Universidad de Castilla La Mancha, en 2017.
A lo largo de ocho semanas, asistí diariamente (cinco días de la semana, y seis cuando empecé el grupo de lectura y escritura) a la sede de IBBY México en la calle de Goya 54 en la Ciudad de México. Mi revisión se centró en países latinoamericanos, aunque rastreé los orígenes del nonsense en la literatura infantil de otras regiones, e intenté abarcar no sólo poesía también narrativa e hibridaciones genéricas, y leí algunxs autorxs de nonsense que no estaban pensando dirigirse a las infancias y juventudes pero que pueden hablarles.
Esta estancia literaria me ofreció el espacio que las historias necesitan para desarrollarse, incluso para, en primer lugar, aparecer, para brotar, echar raíz, crecer; siguiendo a Vinciane Despret en su libro A la salud de los muertos (Cactus, Argentina, 2022):
«Las historias necesitan espacio. Y el espacio se crea en la capacidad que tiene la historia de poner en movimiento, de crear sentidos posibles que nos lleven afuera, que nos desvíen. Las historias suscitan otras, multiplican las bifurcaciones (…). El espacio se crea en el movimiento que la historia nos provoca, en las bifurcaciones que nos hará tomar convocando otras narraciones (…)».
Para la escritura del ensayo no tenía un destino fijo marcado, sólo un andamiaje histórico y la disposición a dejarme llevar por el proceso de habitar un espacio lleno de personas lectoras. En equilibrio inestable, como el gómboco (lo cuento más adelante). Un (des)enfoque emergente, dinámico, abierto a los cambios de plano, a los virajes, un tipo de investigación exploratoria en la que el propio recorrido se fue nutriendo del contexto, los hallazgos y parentescos que se revelaron en el curso de la estancia literaria de dos meses.
Para ello resultó esencial la conformación de un grupo de lectura crítica semanal, compuesto por niñas, niños y adolescentes usuarios de la biblioteca de IBBY y de otros grupos lectores externos que convocamos previamente. Su lectura y observaciones alrededor del humor absurdo determinaron el rumbo de este ensayo y antología de los que comparto una primera aproximación aquí. También las recomendaciones de lxs bibliotecarixs y colegas de IBBY, amigxs e investigadroxs que me visitaron y otras personas con las que hablaba de mi estancia nutrieron mi experiencia.
Intenté que el «sin sentido» fuera un sentido, que estar abierto a otros sentidos, el espíritu mismo del nonsense, me fuera indicando por dónde seguir. Una poética, con riesgos, pues hubo experiencias disruptivas y digresiones, que puse especialmente en práctica con el grupo de niñxs y adolescentes que convocamos.
Sigo con Despret cuando habla de su «método» de investigación sobre el duelo (el tema de su libro) de una forma que me resuena:
Muy rápidamente en el curso de mi investigación, me di cuenta de que cuando hablaba de ella en mi entorno como de un proyecto posible, las personas no solo estaban interesadas, sino que a menudo tenían historias que contarme (…). Cuando comencé a tomar dimensión de esta inteligencia particular de los acontecimientos, me di cuenta que lo mejor sería dejarme guiar por las personas que iba conociendo.
Abandoné decididamente todos los métodos de investigación que me eran propios (…). Y empecé a escuchar lo que la gente me contaba (…) ya no como un comentario que se agregaría a lo que hacía, sino como lo que al mismo tiempo iba a nutrirlo, guiarlo, orientarlo, constituir su principio y su final, o más bien su medio, dado que ya no había, hablando propiamente, ni principio ni final.
Era igualmente notable que cada persona tenía por lo menos un consejo para darme (…) Había encontrado un espacio de una gran inteligencia (…). Mi mundo se pobló de promotores de investigación enigmática. Cada uno de ellos, de alguna manera, se forjaba una imagen o una idea de lo que mi investigación debía ser, y esta constelación de imágenes e ideas es lo que iba a formarla.
Vinciane Despret además cuenta que el vínculo con su investigación no siempre era evidente en cada recomendación que recibía; a veces se mantenía opaco, debía buscarlo, quizá esperar.
Pienso que allí estoy en este momento, en espera, disponible, todavía en plena investigación, en otra etapa, intentando cerrar una primera selección de la antología y develando capas de esa experiencia múltiple que se extendió concretamente más que ocho semanas: hicimos una sesión extra, a manera de laboratorio abierto, público, de los encuentros de lectura, creación y disparate de cada domingo, el 25 de agosto, y volvimos a vernos el 10 de octubre para la lectura de la crónica en esta entrada.
El texto narra varias experiencias, quiere ser un recuento/reporte de mi estancia en IBBY México con el arranque de la escritura del ensayo y la conformación de una antología, y la activación de un acervo a través de un círculo o, como lo llamo aquí, gómboco de lectura. Me propuse hablarle a un público amplio, que incluyera a lxs niñxs y jóvenes que me ayudaron a imaginarlo y que estaban sentadxs en primera fila en un salón en IBBY.
Ni pies ni cabeza. Crónica de una estancia literaria en IBBY México con antología, ensayo y gómboco de lectura
En caso de que alguien tenga que irse temprano… estas son las inconclusas conclusiones:
Y es así que, después de todo este recorrido, podemos concluir, según Eréndira León, parte del Círculo de lectura sin sentido y aquí presente, que “Las creaciones absurdas dan más libertad y te inspiran para crear otras cosas, con decirte que lo de la princesa guerrera que luchaba contra almohadas que inventé me encantó tanto quiero ver qué más puedo hacer con ella”; y que, dice Michelle Wong, también aquí presente, “El humor absurdo es distinto al humor negro y es importante hacer jenga con sillas”.
Sí y podría añadir también que si bien desde principios del siglo XIX, en diversos países de Latinoamérica, existieron publicaciones destinadas a un lector infantil y juvenil, sobre todo periódicas y de carácter formativo, muchos especialistas consideran Cuentos pintados de Rafael Pombo, publicada en 1867, la obra fundacional de la literatura infantil y juvenil latinoamericana. Su carácter lúdico y su alto valor estético, no supeditado a la instrumentalización moral, la hicieron quedarse en el gusto de los niños, niñas y jóvenes, como sucediera con Pedro Melenas de Heinrich Hoffmann (1845) o con la mísmisma Alicia en el país de las maravillas de Carroll (1865).
Y allí, con Pombo, en los albores de la LIJ latinoamericana: “Érase una viejecita / Sin nadita que comer / Sino carnes, frutas, dulces, / Tortas, huevos, pan y pez”, el humor absurdo.
Rafael Pombo, igual que años más tarde José Martí, se había exiliado a Nueva York y tuvo acceso a publicaciones infantiles europeas que le inspiraron. Particularmente la tradición oral infantil inglesa con sus nursery rhymes. De esas fábulas morales en verso, que las nodrizas relataban a niñas y niños ingleses, Pombo hizo creativas traducciones pregnadas del rico imaginario colombiano.
Con su dominio de la rima y su humorística inventiva, también presentes en su obra Cuentos morales para niños formales, de 1869, hace una parodia de la vocación didactista asociada a la literatura infantil y juvenil, a diferencia de Heinrich Hoffman, cuya tono paródico fue involuntario y su intención sí era disciplinadora.
Hasta donde tengo leído no se ha destacado este vínculo germinal entre la LIJ y el humor absurdo y la aportación de Pombo, a quien, lejos de “mero traductor” o “versionador”, como algunos lo tachan, trajo la semilla del nonsense de gélidas tierras europeas al verdor tropical americano y la sembró.
Esta investigación todavía está en curso pero una de las hipótesis en las que sigo trabajando es que dicha semilla no echó tanta raíz ni floreció como uno hubiera creído. Otros fueron los vuelos estéticos de las madres y padres fundadores de la LIJ latinoamericana: Martí, Nervo, Mistral, Darío, Ibarbourou escribieron más frecuentemente desde la melancolía y el asombro que desde el humor, mucho menos humor absurdo.
Tuvieron que pasar casi cien años para que apareciera una literatura pensada para niños y niñas renovadora del nonsense en Latinoamérica: la de María Elena Walsh. Y con ella sí que echó raíz, sobre todo en Argentina, y siempre cercana a la canción, desde Luis María Pescetti hasta 31 Minutos, uno de los fenómenos culturales más revolucionarios en nuestra región y uno de los primeros ejemplos que mencionaron niños y niñas participantes de esta investigación al conceptualizar el humor absurdo.
Entre Pombo y Walsh hubo otrxs autorxs, pero el sinsentido se abrió camino en la poesía de tradición oral y otras formas populares de la cultura infantil y juvenil, de ahí que una de sus mayores expresiones actuales radique, como lo confirmaron niñas y niños, en los memes.
Por otro lado, pensar desde el humor absurdo itinerarios críticos de poesía y narrativa, para leer, mediar o hacer antologías, es una forma de repolitizar la literatura infantil y reconocer a sus lectores como sujetos políticamente determinados.
El sinsentido es potencia desestabilizadora. La incoherencia o disparate en el lenguaje abre una grieta, supone una amplitud de miras y diretes, para desdecir lo tantas veces dicho o lo tan cotidianamente acatado. Una disponibilidad para realizar operaciones discursivas, históricamente subversivas, contra la instrumentalización de la literatura o la opresión que ejerce el mensaje (moraleja, lección) sobre el texto, a favor de la insumisión de sus lectores.
Vale la pena destacar lo apremiante que resulta imaginar desde el humor absurdo correlatos que acompañen a las infancias y juventudes a rehacerse un mundo, aunque sea de palabras, simbólico, en un contexto nacional y mundial de violencia adultocéntrica estructural.
Celebrar, en general, la perspectiva infantil y juvenil de la vida, tan afín a los mecanismos de descolocación y desorden del humor absurdo, para habilitar espacios en bibliotecas y libros en donde sea posible subvertir los relatos unívocos, y así bebés, niñas, niños, niñes, adolescentes y jóvenes reescriban su rol de personajes secundarios en un libro protagonizado por el enunciado adulto. Fin.
Y otro final que escribió Nícolas Emiliano Pérez Hernández en un mini libro que hicimos en el círculo de lectura, Nico, también conocido como Salocín Onailime Zerep Zednánreh, dice y desdice así:
Yo no como pero tengo hambre, entonces comeré el olor y el aire. Im, qué es ese olor. Immmm ¡patas! Fin.
Yo soy Tontín voy a un acantilado, me caigo y me muero. Fin
-Oye oye cómo que te mueres? -Sí, muero. -Pero si ahorita estás hablando conmigo. -A.
[Dibujo de tontín antes, y después en una cripta]
Ahora sí. Fin.
Yo soy fin. -Soy fin, sí soy el que siempre termina los cuentos o habeses historias. -Si ven, eh, los dos cuentos que iso el creador hace ratito, al final del cuento termina con el “fin”.
Sí, soy muy popular. Pero habeces estoy cansado que me usen. Habeces me tengo que parar a las 3:00 de la mañana Y estoy por tu ventana. Lo que acabo de escribir [rima] [Pero] No tiene sentido Bueno sí, me levanto a esa hora.
Hací que hoy comenzará La guerra de los Fin AJAJAJAJAJA! Bueno ahora Fin Qué les dije que ya no fin sino Se acabó.
-¡Oye por qué me usas Yo también estoy cansado!
Palestina Libre.
No podría haber quedado mejor demostrado lo que acabo de compartirles. Este relato expresa con transparencia cómo un juego de escritura de humor absurdo conduce a la protesta. Porque el humor absurdo cuestiona todo decir en el h/n/acer mismo de otro lenguaje.
¿Ya terminé? ¿Por dónde sigo? Usaré como pasadizo otro cuento, el de Iker Elías Morales que en lugar de “fin” cierra con “inicio”: “No érase una vez, una galleta que vivía en la basura, hasta que llegó una cosa ruidosa y se llevó la casa de la galleta y la aplastó. Inicio”.
Inicio.
Sería justo decir que esta estancia fueron tres o muchas y ninguna habitada ordinariamente como dice el diccionario que sería justo definir la palabra “estancia”. Llegar temprano o quedarse tarde, irse atemperando o estacionar la bicicleta bajo la lluvia era una cuestión de libros de humor absurdo: para escribir un ensayo, antologar una antología y planear un círculo de lectura con niñxs y jóvenes que se transformara en obstusángulo (la especie más rara de triángulo que se haya visto) o gómboco, la figura geométrica más inestable que se conozca y que revela más de lo que aparenta.
Abro cita de Wikipedia: “Gómboco o gómboc o ɡømbøt͡s en húngaro. Su existencia fue conjeturada por el matemático ruso Vladímir Arnold en 1995 y probada en 2006 por los científicos húngaros Gábor Domokos y Péter Várkonyi. La forma del gömböc no es única; tiene innumerables variedades, la mayoría de las cuales están muy cerca de una esfera.
“Si se analiza cuantitativamente en términos de planitud y grosor, es el cuerpo monomonoestático descubierto más parecido a una esfera, aparte de la propia esfera. Debido a esto, fue nombrado gömböc, que significa un diminutivo de gömb («esfera» en húngaro). Originalmente, el gömböc es un alimento parecido a una salchicha: un estómago relleno de carne de cerdo sazonada, similar a un haggis. Un gomboc (plural en húngaro gombocok) también es una bola de masa dulce hecha con ciruelas y una masa de patata. También existe un relato popular húngaro sobre un gömböc antropomorfo, que se traga a varias personas enteras…”. Cierro cita.
Aunque parezca uno de los relatos colectivos y sin sentido que realizábamos en el círculo-gómboco de lectura de esta estancia y bien valdría la pena tomarlo como punto de partida y continuarlo, toda la cita que acabo de leer es literal, e inconclusa, sigo:
Reabro comillas de Wikipedia: “En geometría, un cuerpo con una sola posición de reposo estable se denomina «monoestático», y el término «monomonoestático» se ha acuñado para describir un cuerpo que, además, tiene un solo punto de equilibrio inestable”. Cierro cita.
Encuentro aquí una clave de esta triple estancia. El “equilibrio inestable”. Un concepto de la geometría, y de la física y la mecánica, que resulta sorprendente y azarosamente preciso si queremos describir la dinámica del círculo o gómboco de lectura en el que cada domingo cruzábamos el umbral del revés hacia impredecible y vertiginoso país del sinsentido. “Cada sesión”, me dijo Eréndira, “era como una resbaladilla infinita donde no sabías qué te ibas a encontrar”.
Un enigma del libro “Cabía una vez” de David Wapner:
La vía una vez no condujo a ninguna estación. ¿No rodaron trenes por su trocha? No: qué fácil sería el enigma, y qué simple sería la vía.
Nuestras vías no eran simples ni nuestros enigmas fáciles. ¿O sí? Como me dijo otra participante del círculo, mi sobrina, Daniela Suárez: “Hasta cierto punto yo sentía las sesiones muy filosóficas, me inspiraban a preguntarme muchas cosas, me daba risa que nuestros escritos sonaran así de tontos, pero anoté varias frases en mi libreta porque decía ‘esto me puede servir para escribir un poema o algo más serio, después´”.
La inestabilidad del equilibrio genera movimientos de reacomodo. Propicia el viraje, las derivas: otras creaciones.
La imagen de “equilibrio inestable” se materializó el día de la presentación final del gómboco de lectura, cuando niñas y niños crearon, de manera espontánea, un jenga de sillas y bancos o una silla-escultura equilibradamente inestable y disponible para que alguien, si quería, se sentara. Ese alguien, de preferencia un adulto, dicho por lxs propixs creadorxs.
Entre Saludos comestibles, Teléfonos recompuestos, No había una vez colectivos, Lecturas nordinarias, Comunicación del séver, Nombres y autorretratos revueltos, Libros intrusos sin absurdos, Memesin ton ni son y más actividades fuimos explorando el puro placer, pero también el riesgo de transformación, del juego disparatado.
Yo mismo experimenté, al intentar hacer un autorretrato con plumón rojo cómo iba perdiendo el control y mis ojos lloraban sangre y se me salían las tripas y los niños y niñas tomaron las riendas de la situación llevándola al extremo de crucificarme.
Había un poetastro que rimaba Junto a un cráter, al borde de la lava. Su método volcánico era un poco mecánico, y al resbalar, rimó: “¡Mi vida acaba!”
Dice el argentino Ezequiel Zaidenwerg en este Limerick.
“El equilibrio inestable” es la forma (¿la vida?) siempre a punto de ser otra cosa y el humor absurdo juega exactamente ahí. Alborota a las vocales por el puro placer de que rimen y nos pongan a bailar:
En medio del mar nada un Atún estilo mariposa y a tuntún. Nadando a la carrera quizás ganar espera si no la Maratón, la Maratún.
María Elena Walsh, en otro Limerick.
Desordena palabras, desestabiliza al lenguaje, crea nuevos significados:
“Asómate a la vergüenza / cara de poca ventana / y dame una jarra de sed / que me estoy muriendo de agua”, un disparate popular luego de una operación de intercambio, sencilla y revolucionaria de “Asómate a la ventana / cara de poca vergüenza/ y dame una jarra de agua / que me estoy muriendo de sed”.
O ese otro, que encontré también en la antología Pisa pisuela color de ciruela de Susana Itzcovich:
A la orilla de un hombre Estaba sentado un río Afilando su caballo dándole agua a su cuchillo.
Un equilibrio inestable describe una situación en la que un objeto o libro, sistema o poema, cuerpo o cuento se encuentra momentáneamente en equilibrio, primero verás que pasa la A, ahí viene la E, aquí está la I, le sigue la O, y luego la U, pero cualquier pequeña perturbación o cambio en su posición lo aleja de ese estado, conduciéndolo a una nueva configuración.
Dos loros cantando en coro que estaban en un maizal, con plumaje verde y oro y pintas de loro real,
Todo bien hasta aquí, hasta que:
llamaron a un compañoro para agrandar la coral. Uno tocaba tamboro, otro tocaba timbal, y el tercero o el terzoro un pianito musical. Sudando por cada poro cantaron hasta el final y cuando se despidioron volaron a Portugal.
Del poemario Chamario del venezolano Eduardo Polo.
Pero regresemos al punto de partida inestable que nos reveló el gómboco creativamente descrito en Wikipedia, abro cita: “En geometría, un cuerpo con una sola posición de reposo estable se denomina ‘monoestático’, y el término ‘monomonoestático’ se ha acuñado para describir un cuerpo que, además, tiene un solo punto de equilibrio inestable, un ejemplo común es un tentetieso.
“Su forma (la forma suya del gómboco no del tentetieso)* (*el paréntesis es mío) ayudó a explicar la estructura corporal de algunas tortugas en relación con su capacidad para volver a la posición de equilibrio después de colocarse al revés, con tortugas y monos se podría pensar en Manuelita que un día se fue un poquito caminando y otro poquitito a pie y en el famoso Mono Liso que a la orilla de una zanja, cazó viva una naranja, y me pregunto si existirán formas geométricas monomonomonoestáticas y si no debería yo también volver a una posición de equilibrio después de colocarme al revés de esta estancia con su escritura de ensayo, conformación de antología y gómboco de lectura con niñxs y jóvenes.
No lo dije pero ya cerré la cita de Wikipedia (comillas invisibles que debe hallar el lector), no se vaya a pensar que alguien o algo en Wikipedia también hizo una estancia de escritura de ensayo, antología y gómboco de lectura, que, para como va la inteligencia artificial tampoco sería tan extraño. En cualquier caso, ya vieron qué involuntariamente absurda es su descripción del gómboc o gombots. Le propondré a Francisca Mayobre que la incluyamos en la antología.
Ahora sí. Vuelvo al día uno de esta estancia, al meritito comienzo. Que quizá no fue el 24 de junio de 2024, qué fecha tan cabalística, si no una tarde nublada de 2021 en una terraza con vista a un parque y sin cubrebocas, donde la mencionada editora Pancha Mayobre, me preguntó si no me interesaba el humor absurdo, hacer una antología de humor absurdo. “¿Me sabes algo o me hablas al tanteo?”, le respondí preguntando. “Al tanteo que no al azar”, me dijo. “¿Qué no es azar el tanteo?”, le pregunté. “Tanto tanto, no”, dijo, “Entonces, sí”, respondí. “Acepto”.
Y así empecé, del tingo al tango buscando y De tin Marín, de do pingüé, cucara macara, títere fue. ¡Me gané esta estancia!
¿Se han puesto a pensar en esas obras maestras del nonsense que son las diversas composiciones de la lírica popular infantil? Mentiras, disparates, trabalenguas, fórmulas para echar suertes: En el bar de Pinocho / al que le toque el número ocho. / Un, dos, tres, cuatro, / cinco, seis, siete, ocho. ¿En el Bar de Pinocho? ¿De Marioneta a teporocho? ¿Y han creído seriamente que uno dos tres cuatro cinco seis siete cien elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña? ¿Y como veían que resistía habrán llamado ustedes también, ¡inconscientes!, a otro elefante? ¿Aserrín, aserrán, saben que los maderos de San Juan, piden pan, no les dan, piden queso, les dan hueso, piden vino y sí les dan? Del vino no me acordaba ¿se los habrá servido Pinocho? Hay una red invisible que conecta todos los dichos, dicen los místicos.
La poesía de tradición oral es el primer y muy amplio cuenco del lenguaje en el que se acunan los bebés, luego niños, niñas, adolescentes ya casi señores y señoras damas y caballeros con ustedes el principio de este ensayo, antología y gómboco de lectura: agugú tata.
Para empezar empezar, realmente, debería volver al día en que empezó esta estancia de humor absurdo, que, aunque pueda escandalizar, fue cuando dije mi primer aguguaguá. Como no recuerdo con exactitud esas primeras declamaciones, voy pues a los jardines maternales de una amiga en Veracruz y otra en Buenos Aires, o más cerquita, en las sesiones de Lecturar de Maribel Cuevas aquí mero en este salón o en el pasillo o en los jardines, me asomo, hago mis rondas por la biblioteca, leo un libro en el sala vecina y, mientras se preparan los libros, los instrumentos y los padres y madres para la sesión de Lecturar (inspirado en el concepto de María Emilia López), escucho a dos bebés enfrascados en una conversación:
Bebé 1: A gagüi gá?
Bebé 2: Ata ata ata ata ta atá ta atá!
Bebé 1: Platatá gagui
Bebé 2: A dada ta ta ta, ta tatá?
Bebe 1: Jejé gagüi daa
Bebé 2: Átadata, tataná
Bebé 1 (levantando los brazos): lagüila tata!
Bebé 2: Gaa ataa googlu laluuí!».
¿Era posible que los bebés estuvieran hablando en jitanjáforas?
Mariano Brull, el poeta cubano autor de este poema, influido por el simbolismo francés, era amigo de Alfonso Reyes, y cuenta Reyes en su libro La experiencia literaria que en una reunión en casa de Brull, la mayor de sus hijas dijo de memoria este poema, titulado “Leyenda”. La niña jugó a gorjearlo más que a recitarlo. Y podemos imaginarla canturreando los días previos para memorizarlo. Desde entonces, Reyes llamó a las hijas de Brull Jitanjáforas y también dio nombre a ese género poético, que él mismo vinculó a la infancia, probablemente inspirado por la espontaneidad de la niña al gorjearlo.
“Todos, a sabiendas o no, llevamos una jitanjáfora escondida como alondra en el pecho», escribió después Reyes, y luego: “Un poco de jitanjáfora no nos viene mal para devolver a la palabra sus captaciones alógicas y hasta su valor puramente acústico, todo lo cual estamos perdiendo, como quien pierde la sensación fluida del agua tras mucho pisar en bloques de hielo”.
Un lenguaje capaz de reinventarse así mismo.
Reyes también cita una jitanjáfora que el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob escribe, sin saberlo, en su infancia y repite para sí mismo para desahogar su ira:
La ga lin din jón di jún di, la jár di ján di ja fó, la fara jíja jíja la fara jíja fo. Yasó déifo déiste húndio, dónei sópo don comiso, ¡Samale sita!
Sí como un hechizo, recuerda el rezo del niño en el cuento «Sredni Vashtar» de Saki, los abracadabras, las maldiciones personales, dichas para sí, contra algo, ¡Chunda, chacunda, chacunda, chacunda!, recuerda Reyes que conjuraba un niño para sacar su ira. Para espantar una serpiente podemos cantar mayombe-bombe-mayombé de Guillén y seguir cantando y bailando Chumbala Cachumbala cachumbala.
Alicia Origgi en su libro María Elena Walsh o la coherencia del disparate afirma: “La jitanjáfora pura es de carácter popular, y muchas veces infantil. Posee una nota colectiva, social, y se sumerge en el anonimato del folclore”. Previo a Brull, claro, ya había jitanjáforas, “El juego silábico sin sentido que en español llamamos jitanjáfora, es viejo de toda vejez”, escribió Walsh.
De Lope de Vega que escribió Piraguamonte, piragua, / Piragua, jevizarizagua hasta el meme de nugget que nos mencionó Iker Elías en una sesión:
Y ya que estamos con los memes, valdría la pena canonizar (o como mínimo incluir en la antología) este que me hizo descubrir hace varios años la investigadora Denise Ocampo en su artículo«El valor lúdico y estético de los memes en la mediación lectora con adolescentes y jóvenes», y que divirtió a los integrantes del gómboco:
Decía… De Lope de Vega hasta el meme de nugget, pasando por Alejandra Pizarnik, gran lectora de Lewis Carroll y su teoría de Humpty Dumpty que proponía meter dos palabras en una misma maleta y en lugar de perder el tiempo diciendo humeante y colérico por separado, fusionar y decir: humérico.
He llegado, al fin, al nonsense inglés, que está, lo juro por el meme de nugget, al principio de esta investigación. Me detendré en dos páginas de un periódico publicado cuando yo tenía cuatro años y ya había dejado de hablar en jitanfájoras: un 8 de noviembre de 1987 en México D. F. Qué iba imaginar que aquel día, Jorge Luján (previsoramente para mí) decidiría guardar esas dos páginas con el artículo “La Poesía del Sinsentido (el Nonsense)” escrito por Anthony Burgess, y que, 36 años después, cuando le contara de esta estancia literaria las iba a sacar de no sé cuál de sus mangas de mago para regalármelas. Jorge, siempre adelantado en el tiempo y abriendo brecha.
Allí, Burgess, propone una genealogía en la que ya menciona a Shakespeare y a sus contemporáneos anónimos como creadores de párrafos sin sentido, pero destaca un texto escrito alrededor de 1750 por el actor Samuel Foote:
De manera que ella se fue al jardín a cortar una hoja de col, para hacer un pastel de manzana; y al mismo tiempo una osa, que subía por la calle, metió la cabeza en la tienda. ¿Qué pasa? ¿No hay jabón?’. Entonces él se murió y ella, de forma muy imprudente, se casó con el barbero, y estuvieron presentes los picnninies, y los jobliIlies, y los garyalies, y el propio gran Panjandrum, con el botoncillo redondo en todo lo alto, y a todos ellos les tocó jugar a la lucha libre, hasta que la pólvora del cañón les llegaba los talones a de sus botas.
Esos joblillies son los antepasados de los Jumblies y el Jabberwocky. Cien años después, en 1846, Edward Lear publica A Book of Nonsense, una colección de limericks, ilustrados por él mismo, que no pasaron desapercibidos y hasta escandalizaron pues ¿a qué nuevo mundo quería darle forma ese palabrerío paradójico y sin sentido?
Pero Lear continuó por ahí, navegando en un colador. «¡En un colador iremos al mar!» dijeron los Jumblies. “Lejos y escasos, lejos y escasos, Son los lugares donde viven los Jumblies; Sus cabezas son verdes y sus manos azules, Y se fueron al mar en un colador.”.
En un colador quizá se sintió desde su nacimiento porque fue el hijo número 20, de 21, aunque once de sus hermanos fallecieron en la infancia. Crecer en ese contexto y con dificultades económicas le forjó un carácter crítico de la sociedad victoriana en la que vivía y empezó escribiendo crítica sarcástica de la retórica y el dogmatismo de los clérigos.
Y con él Lewis Carroll y sus juegos de lógica, paradojas y un uso flexible del lenguaje desafiando las normas de comportamiento y, en particular, en la infancia. Publicó Alicia en el país de las maravillas en 1865.
Y en esa mesa servida para el té inglés, con jumblies y sombrereros locos, se sentó un colombiano.
Rafael Pombo, que en 1867, pintó con palabras unos cuentos en verso con moralejas poco moralizantes y eventos absurdos.
Pastorcita perdió sus ovejas ¡y quién sabe por dónde andarán! —No te enfades, que oyeron tus quejas y ellas mismas muy pronto vendrán. Y no vendrán solas, que traerán sus colas, y ovejas y colas gran fiesta darán (…).
Levantóse contenta, esperando que ha de verlas bien presto quizás; y las vio; mas dio un grito observando que dejaron las colas detrás. ¡Ay mis ovejitas! ¡Pobres raboncitas! ¿Dónde están mis colas? ¿No las veré más?
Pero andando con todo el rebaño otro grito una tarde soltó, cuando un gajo de un viejo castaño cargadito de colas halló. Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento ¡allí una tras otra colgadas las vio!
Y claro, otra pobre viejicita:
Érase una viejecita sin nadita que comer sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía ni un ranchito en que vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín. Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criados y dos pajes de librea y corbatín.
Nunca tuvo en que sentarse sino sillas y sofás con banquitos y cojines y resorte al espaldar. Ni otra cama que una grande más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho holán.
Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas, ocho gatos y un turpial.
Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esa pobre y morir del mismo mal.
Este pobre viejecita me recuerda otra coplita anónima de la tradición oral:
Una vieja se murió En un monte muy oscuro Y por vela le pusieron Cuatro platanos maduros.
Pero además de la pobre viejecita, Pombo relata las vidas aventureras, imprudentes y sí, disparatadas, de niños, gatos y renacuajitos bien emparentados con el Pedro Melenasde Heinrich Hoffmann (1845).
Hoffmann escribe sus cuentos en verso una navidad de 1844 porque buscaba un regalo para su hijo. Y como solo encontraba «historias largas y bobas que, tras múltiples exhortos, concluían con la moraleja explícita: ‘Los niños deben ser siempre buenos o Los niños deben ser limpios o decentes, o justos, etc.'» Así que, continúa, «tomé un cuaderno en blanco y le dije a mi esposa: ‘Le voy a hacer al niño el libro ilustrado que necesita’. El niño aprende viendo, le entra todo por los ojos, comprende lo que ve. No hay que hacerle advertencias morales. Cuando le dicen: ‘Lávate; Cuidado con el fuego; Deja eso; ¡Obedece!’, para el niño son conceptos sin sentido. Pero el dibujo de un andrajoso, sucio, de un vestido en llamas, la imagen de la desgracia le instruye más que todo lo que se pueda decir con las mejores intenciones».
Esas desgracias son tan exageradas que era difícil tomárselas en serio. Los niños y niñas disfrutaron (mezcla de susto y gusto) de la tropa de desobedientes les acompañaron en sus finales tremendos o en sus castigos absurdos, y los padres y madres también.
Pedro Melenas dio «malos pasos» hacia adelante en la tradición del desacato y la conformación del arquetipo del niño o niña desobedientes en la literatura infantil. Todo se centra aquí en esa tensión, la del crimen y el castigo, la indisciplina y sus consecuencias, el relato de advertencia, el terror y el humor. Materias que pasarían con honores sus descendientes Max y Moritz (1865), Pinocho (1883) y… Salpicón.
Y en Latinoamérica, siguiendo la escuela de Pombo, a quien admirada y había estudiado, otro colombiano, Víctor Eduardo Caro.
El 11 de enero de 1934, en el número 25 de la revista infantil “Chanchito”, que Caro, como Martí con «La Edad de Oro», escribía casi en su totalidad, aparece un poema delirante llamado «Salpicón».
La investigadora Cielo Érika Ospina llama la atención sobre este poema en su artículo «Viajes transatlánticos de la poesía dirigida a la infancia. El caso de una sección de Chanchito, Revista Ilustrada para Niños (1933-1934)» al nota que ha sido excluido por el canon, el público, la academia… Y que, me parece, es uno de los más notables hallazgos para incluir en la antología y sumar eslabones a la cadena entre Rafael Pombo y María Elena Walsh. Incomoda a un lector adulto (o lo horroriza) mientras divierte al niñx que debería ser aleccionado.
Sin más, de Víctor E. Caro, aquí está:
Salpicón
Perico Marrullas, chiquillo alocado, Gran premio en diabluras de todo jaez, Metido en la chipa de un rejo, al tejado, A enlazar la luna se subió una vez.
Y de teja en teja, con buena fortuna, Llegó a lo más alto, y estando ya allí, Preparó el chambuque, le apuntó a la luna, Y zás! al abismo rodó el infeliz.
En veinte pedazos desprendido y roto, Como una tortilla quedó en el andén; Acude la gente con gran alboroto, Y todos preguntan: Qué hacemos con él?
Carreras, chillidos; el tumulto crece Y corre entretanto la sangre en raudal; Cien veces ordenan, ninguno obedece Y vuélvese aquello el juicio final.
En esto llegando la Tía Petronila, Frutera de oficio y maga además, Recoge a Perico, lo echa en su mochila, Y con él a cuestas corre hacia su hogar.
Cierra bien la puerta con tranca y cerrojos Prepara un emplasto de frutas y miel, Y le va arreglando la cara, lo ojos, Las piernas, las manos, la carne y la piel.
Con dos pomarrosas le hizo las mejillas, Le puso de orejas gajos de limón, De boca unas fresas, y con granadillas La rota cabeza le armó con primor.
Le formó pupilas con pepas de guama, Con jugo de moras sangre le infundió, Y tal quedó el niño que su misma mama Al verlo en su casa no lo conoció.
Algunos decían: “¡Sí que huele rico!” Y otros opinaban: “¡Pero qué mal va!” Por que a las andadas volvió don Perico, Más fértil en tretas que el mismo Satán.
Y ocurrió que un día por frente a la escuela Pasó cuando todos salían en tropel, Y -aquí sí fue Troya- Metiéronle muela, Y en pocos mordiscos dieron cuenta de él.
¡Qué blanda papaya la de aquel cogote! Y el de aquellos brazos, qué rico melón! Qué espléndido muslo de tierno zapote y qué pantorrillas de melocotón.
Librose así el barrio de sus maleficios; Durmieron tranquilos los pobres papás, La Tía Petronila cobró sus servicios, y todos vivieron contentos y en paz!
El absurdo llevado hasta sus últimas consecuencias y los finales trágico cómicos fueron la constante en las historias que inventábamos colectivamente con los niños y niñas, y son también señas de identidad presentes en la literatura infantil mexicana… hacia la que debo dar un salto cuántico porque se me acaba el tiempo.
Para muestra, el cuento que da título al libro de Flor Aguilera: El día que explotó la abuela, publicado en 2013:
“Ése fue el día en que explotó la abuela. Un día soleado como todos aquellos en los que mamá le decía: «Ande, doña Teresa, salgamos a pasear un rato, le va a hacer mucho bien caminar y tomar el sol». Pero a la abuela Pereza, como le decía mi hermanita Sara, que es sumamente ocurrente, nunca le apetecía salir a ningún lado.
“Lo más chistoso es que la abuela se la vivía en ropa deportiva, muy particularmente en unos pants aterciopelados de color rosa pálido.
“La abuela Pereza sólo salía una vez al mes a que le arreglaran el pelo, y aprovechaba que ya estaba de pie para ir también con el dentista. Ella decía siempre que una dentadura sana era todo lo que uno necesitaba para vivir cien años sin achaques.
“Por eso nos tomó por sorpresa cuando recibimos una llamada del dentista, absolutamente desesperado. Balbuceaba y tartamudeaba. Decía que no se había imaginado jamás que la abuela reaccionara así al helio. Yo no entendía cómo no sabía que la abuela llevaba muchos años sin moverse de su sillón morado, viendo el canal de infomerciales, comiendo habichuelas, ordenando cosas por teléfono y que el helio la inflaría al grado de hacerla primero subir al cielo como un gran globo y luego, pum, explotar.
“En su tumba, mi hermanita Sara, que además de chistosa es un amor, dejó unas lindas flores y un letrero que decía: «Descanse en pants, abuela Pereza». Y soltó un par de lagrimitas por la abuela, que apenas le dirigió la palabra alguna vez para pedirle que le acercara el plato de habichuelas a su sillón morado”.
En ¡Cuéntanos la mentira!, Alicia Molina explora el subgénero retomando varios de los rasgos que hemos visto: el cuento de advertencia que implica un castigo, la exageración disparatada y un elemento de la tradición oral, ese placer por: ahora que vamos despacio, ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras tralalá vamos a contar mentiras tralalá vamos a contar mentiras. Muchas de estas canciones, por cierto, nos llegaron con el exilio español.
Pero vuelvo a Alicia (Molina) que, desdoblada en un personaje de su cuento, es increpada por sus nietos que preguntan: «¿cuál fue el peor, peor, castigo de tu infancia?». La abuela les responde que fue cuando contó «una mentira gorda que la directora de la escuela bautizó como ‘un embuste tramposo’», y la hicieron ir a pedir perdón salón por salón a todas las niñas de la escuela. Pero ¿cuál es esa mentirota? La abuela no se la ha contado nunca ha nadie, es su gran secreto. No podrá negarse cuando Esteban le pida de regalo de cumpleaños precisamente que se las revele.
Fueron siete mentiras, porque eran siete tareas, una para cada uno de los días de la semana de vacaciones. ¡Maestra cruel! Esta fue la mentira del lunes que ya es parte de una mentira previa: que se fueron de vacaciones a la playa:
«JUSTO DESPUÉS DE ESQUIAR con todos mis primos en la bahía, sin salvavidas porque todos nadamos muy bien, decidí sacar de mi mochila el Florilegio de cuentos II y leer las cinco páginas que me tocaban, cuando oí un grito aterrador.
Mi tío Manolo el Grande se había trepado en una altísima palmera a cortar cocos para todos los sedientos asoleados que esperaban abajo, menos para mi, que iba a leer en la sombra.
Arriba de la gran palma se encontró con un mono y empezó a perseguirlo porque se burlaba de él, con tan mala suerte que el chango tiró una cáscara de plátano, Manolo el Grande se resbaló y cayó desde lo más alto. Yo creo que se murió del puro susto porque cuando aterrizó ya no dijo ni pio.
Esa tarde lo enterramos en la playa como a los piratas y, por eso, no hice mi tarea».
Esta acumulación de mentiras Lunes, martes, miércoles, jueves, sábado, domingo y lunes en siete cuentos, me hace pensar en otra obra emblemática con varios cuentos de humor absurdo aunque más recordada por haber sido prohibida durante la dictadura militar argentina: Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann.
Carola Diez, una de las visitas que recibí mientras realizaba esta estancia me reveló ese aspecto del libro en el cuento “Sobre la falda”. Allí, una familia apellidada Lande tiene la costumbre de sentarse siempre en la misma silla.
…Los Lande formaban una buena familia: papá Tomás, mamá Clara, Tomasito y los mellizos. Una familia parecida a cualquier otra, aunque diferente solo por un pequeño detalle, por una costumbre distinta: a los Lande les gustaba sentarse uno sobre la falda de otro […]
-¡Socorro! ¡Hay cinco locos en la sala! […] -¡No, no y no! ¡No nos sentaremos separados –chilló mamá Clara […] La familia Lande abandonó el cine enojada: -¿Sentarnos separados? ¡Jamás!…
Nunca había leído este cuento, recordaba sobre todo el que da título al libro “Un elefante ocupa mucho espacio» y los «inconvenientes» mundos del revés.
Tiene mucho sentido que cuentos de imaginación disparatada y nonsense hayan sido censurados, en una dictadura no se pueden admitir, ni desde el lenguaje, mucho menos en un libro infantil, puntos de equilibrio inestable… o nuevos equilibrios, los del mundo al revés, como el que propone un elefante de circo harto de los maltratos:
CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto, Víctor (el elefante) y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres: -¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! -¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas! -¡No usen las manos para comer! -¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Píen! ¡Ladren! ¡Rujan! -¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! -gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las manos.
Cuando lxs integrantes del gómboco de lectura reescribieron la canción del reino del revés de María Elena Walsh, Irene Arnaud, otra de las participantes del círculo propuso un mundo donde el dinero te hiciera feo, los días fueran para descansar y las noches para despertar y las historias nos escribieran a nosotros y no nosotros a ellas. Si no nos recuerda Iker que parpadeemos nos hubiéramos quedado con los ojos como platos otro rato.
Además del gómboco de lectura de los domingos, sostuve dos sesiones con un grupo de niños y niñas hijos de trabajores del INEGI que hicieron su curso de verano en IBBY. Cuando les leí el cuento de María Elena Walsh, “El enanito y las siete Blancanieves”, abrimos un espacio para desahogar mundos del revés.
Estas son algunas de las reglas que propusieron:
Que cuando te van a regañar te den regalos. Que lo que cuesta no cueste. Que los fines de semana empiecen el lunes y terminen el viernes. Cuando tu mamá te lanza algo, como una chancla, se le regrese como bumeran.
Casi al final, un niño que no había hablado empezó a participar sin parar obsesionado con aplicar esta nueva lógica al mundo de los bebés:
Que naciera el bebé y al día siguiente ya fuera grande. Que un bebé tuviera muchos años y un adulto tuviera pocos años, o sea que los bebés saben muchas cosas y los adultos no han terminado de aprender. Que un bebé pueda leer la mente y un adulto no. Que un bebé tuviera canas y los adultos el pelo suavecito como bebé. Un bebé la fuerza infinita y un papá la fuerza de un bebé.
Desde el balbuceo hasta nonsense inglés importado por Pombo, renovado por Walsh y reinventado por diversos autorxs contemporánexs incluidos Tulio Triviño y Juan Carlos Bodoque, ¿por qué les gusta tanto el humor absurdo a lxs niñxs?, pregunto a los integrantes del gómboco.
«Creo que porque reírte de cosas chuscas te hace sentir bien y no es como en otros casos que te sientes mal por haberte reído si alguien se cayó, pero cuando es humor absurdo te quedas picado y sin sentirte mal por reírte”, me dice Eréndira León.
Y sigue las conclusiones Eimy Alpízar: “El humor absurdo es irreverente, se siente genial poder imaginar en colectivo y crear sin límites, y fue muy divertido conocer las ideas locas que existen en el cerebro de los otros niños. Mientras más absurdo mejor”.
Sí, coincido, podría añadir además, unas segundas conclusiones inconclusas ahora sí finales (de hoy) y proponer al humor absurdo como una poética de investigación, mediación y escritura de la literatura infantil y juvenil que nos haga repensar nuestros haceres ordinarios y lógicas jerárquicas con el modesto pero urgente objetivo de acercarnos, vincularnos, relacionarnos con ese conjunto complejo y heterogéneo de personas llamadas también bebés, niñas, niños, niñes, adolescentes y jóvenes, y propiciar vínculos y encuentros entre ellas y ellos que nos hagan reír.
No quiero sonar cándido o ingenuo, hacer investigación de la literatura infantil con niñas, niños y jóvenes, entre ellas y ellos, codo a codo con ellas y ellos, y en colectivo y disparate tras disparate, en «equilibrio inestable» y disponible, fue sumamente placentero y liberador pero supuso muchos desafíos y generó también momentos de caos, riesgo, tensión, incomprensión, estrés y dolor.
Evidenciar lo transitorio de esos momentos, para regresar a la risa y a la creación desde el lenguaje siempre transitorio del absurdo, fue una de las revelaciones de esta experiencia.
Desde la primera sesión del gómboco de lectura sin sentido el grupo se sentó cómodamente de cabeza y sesión a sesión no hicieron sino confirmarme que el “estado nonsense” los hacía fluir y crear como nunca había atestiguado.
Los juegos de armar y desarmar, estirar y recortar, girar y girar palabras, enunciados, eran una invitación a crear mundos en conjunto que vinculó automáticamente nuestras subjetividades. En el que improvisé mucho.
Y aquí sigo a Vinciane Despret en su libro A la salud de los muertos (Cactus, Argentina, 2022) cuando habla de la forma en la que se relacionó con su objeto de estudio:
«Debía aprender a confiar (…). Las obras mismas debían producir esos vínculos y yo debía dejar que trabajen en mí, sin intervenir demasiado. Debía dejar que se conecten entre ellas, confiando en su poder de articulación y fricción. Debía dejarme trabajar e instruir. Me volvía, yo misma, el objeto de experimentación: volverme disponible a lo que las obras iban a crear entre ellas, vínculos, preguntas, connivencias, seres nuevos y respuestas que debía aprender a recibir (…).Y descubría, en esta aventura, que mis actos precedían a mis intenciones, que mis intenciones eran el producto de mis actos».
Muchas gracias a Andreu, Cristóbal, Dany, Eimy, Eréndira, Erick, Iker, Irene, Michelle, Nico, Román y Romina por darle sentido a este trabajo y al de todas y todos los que estamos aquí.
Bueno. Cierro intentando regresar, ahora sí, al primer día cuando empecé por realizar una búsqueda simple en el catálogo virtual de la biblioteca: tecleo: “humor absurdo”, tec-leo: 21 resultados: Gianni Rodari, sí, Luis María Pescetti, sí, Javier Sáez Castán, sí, María Elena Walsh, claro que sí, Lemony Snicket, ¿sí? No es latino ni pasa por español ni es Gianni Rodari, lo descarto, Roswitha Fröhlich, ¿quién? El país de Jauja, sí. ¿Por qué no aparecen Nos importa un comino el rey pepino de Christine Nostingler o Cayendo hacia arriba de Shel Silverstein o El gigante Bonachón de Roald Dahl o República mutante de Jaime Alfonso Sandoval o Libro de los prodigios de Ema Wolf? ¿Y otras autorxs como Ricardo Mariño o Soffi P. Guido o Denisse Pohls? Pruebo otra búsqueda, tecleo “nonsense”, 40 resultados, esta búsqueda promete. Pero necesito ayuda…
Y recibí muchísima. Siempre disponibles para ayudarme a rastrear libros o sugerirme otros, Adriana Arzate, coordinadora de la biblioteca y mi guía de guías, y todxs lxs bibliotecarixs: Aline Flores, Maribel Cuevas, Christian Reyes y Claudia Casarreal, y Paulina Domínguez el fin de semana. E investigadores que me encontraba por aquí como Susana que me mencionó a Shel Silverstein.
Pero aquel primer día se repitió ocho semanas en la calidez y bienvenida de todo ese equipo y de Don Genaro López, guardián de las llaves de todo IBBY; Laura Navarrete, a quien entregué ilusionado mi proyecto de investigación cuando se abrió la convocatoria; July Carmona que me contó las historias de fantasmas de la casa incluida de la Verito mala, a la que no le vi ni la sombra, puro Verito buena (Verónica Sandoval); Ángeles Trujillo, siempre cerquita también, que me facilitó esos otros espacios con los niños del INEGI; Emelia García que me acompañó los domingos en el gómboco de lectura; Lorena Rosales, Fabiola Rodríguez, Carlos Matamoros y Alberto Gutiérrez, cuatro fantásticos, siempre listos y ayudando a resolver y a sostener esta casa; Katia, Pedro e Ixchel, mis queridos vecinos de La Voltereta, la librería, junto con los chavos, Mau, Diego, Aaron, de la cafetería; y Nadia Montecinos Castro, una investigadora chilena con la que coincidí y de la que aprendí mucho de hospitalidad. Y enmarcando toda mi experiencia aquí y hasta comprando el pastel de mi cumpleaños: Mariana Morales.
Además de los amigos y colegas que pasaron a visitarme y que le dieron a la estancia una cuarta dimensión: la de vinculación con una comunidad amplia de personas que piensan la infancia, la juventud y su literatura, desde distintos sitios: Andrea Fuentes, Carola Diez, Flor Aguilera, Diego M. Cara, Elizabeth Hernández, Áurea Xaydé Esquivel Flores, Xanic Galván y Andrea G. Ospina. Y otrxs con los que coincidí como Nacho Casas, Mónica B. Brozon, Luis Tellez y Verónica Juárez. A todas y todos muchas gracias por su complicidad.
Ibby, la casa de la araucaria, fue mi casa durante dos meses porque tuve aquí, como ya vieron, a una gran familia. No es fácil hacer investigación independiente en México y menos con la posibilidad de involucrar a niños y niñas, por eso también la mayor de mis gratitudes al jurado compuesto, además de Mariana Morales, por Maia Miret y Jazmina Barrera. Y gracias especialmente a María Baranda por la generosidad de imaginar este nuevo espacio para la investigación y en un sitio tan fuera de serie como IBBY México. Tiene todo el sentido. Que siga brotando en inestable equilibrio y movilizando pies y cabezas en la LIJ. ¡Muchas gracias!
Periodista, escritor, investigador y mediador de lectura. Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil por la U. Autónoma de Barcelona. Jurado de premios de LIJ nacionales e internacionales, miembro de comités editoriales, profesor en instituciones y universidades de México y el extranjero y colaborador de bibliotecas y proyectos comunitarios de promoción lectora. Ha sido becario de la ONU, el FONCA, la Biblioteca Internacional de la Juventud en Múnich, el CEPLI en Cuenca y la Fundación de Cornelia Funke en California. Entre otros reconocimientos ha recibido el Premio Nacional Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2015 y The White Ravens 2017 por su libro El dragón blanco y otros personajes olvidados (FCE, 2016); y el Premio Antonio García Cubas 2019 del INAH al mejor libro y labor editorial, en categoría obra infantil y Los Mejores del Banco del Libro por Jomshuk. Niño y dios maíz (Castillo, 2019). Como antologador ha publicado La hoguera de bronce. Historias de selvas y ciudades (Secretaría de Cultura, 2017), Renovar el asombro. Un panorama de la poesía infantil y juvenil contemporánea en español (UCLM, 2019) y, próximamente, Cajita de fósforos. Antología de poemas sin rima (Ekaré, 2020). En todas sus áreas de especialización le interesa el diálogo directo con niños, niñas y jóvenes. Tiene un blog de periodismo especializado en literatura infanitl y juvenil: linternasybosques.com.
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De niño me gustaba jugar a los desastres naturales, inventar cuentos y pasear en mi triciclo rojo.
Todos los domingos íbamos a la playa. Pero yo prefería los nortes del invierno. O brincar de una roca a otra en la selva de los Tuxtlas y no me importaba nadar en albercas con el agua verde.
Nací a medianoche, en los primeros minutos del 15 de agosto de 1983, en un cuarto de un hospital muy pequeño, que tenía una ventana por la que se veía un almendro. En Veracruz, México.
Espero envejecer como mis abuelos y que alguna vez alguien vuelva a mis libros para volver a su infancia.
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He tomado talleres de crónica, narrativa y literatura infantil y juvenil con María Teresa Andruetto, Teresa Colomer, Marina Colasanti, Daniel Goldin, Brenda Bellorín, Cecilia Silva Díaz, Michèle Petit, Joëlle Turin, Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Manuel Peña, Julio Villanueva Chang, Andrea Fuentes Silva, José Luis Martinez Suárez, José Homero, entre otros.
Tengo un máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Autónoma de Barcelona. Estudié Ciencias de la Comunicación, enfocado en Periodismo, y un certificado en Literatura en la Universidad de las Américas Puebla con la beca Excelencia Jenkins. Fui editor del periódico universitario y presidente de la asociación ambiental estudiantil.
Mi tesis de licenciatura, dirigida por Ignacio Padilla, fue una propuesta de revista de arte y ambientalismo que me hizo graduarme con Magna Cum Laude, obtener el Premio Estatal de Periodismo Luis Tecuapetla en Puebla y el segundo lugar del Premio Nacional de Trabajos Recepcionales del CONEICC. Una versión muy parecida de la revista fue adoptada por el periódico Reforma para publicarla bimestralmente con el nombre de “Verde” y continúa vigente.
Fui reportero y editor de suplementos especiales del periódico Reforma, donde constituí y edité varias revistas. He publicado mis textos en revistas digitales e impresas como Punto en línea, Picnic, La Peste, Pijama Surf, Letras Explícitas, Registro, México Desconocido, Revista Había Una Vez, Cuatrogatos, Ventana de Papel, Ciclo y Genial y Like (revistas y secciones infantiles y juveniles del periódico Reforma).
Fui elegido por el Banco Interamericano de Desarrollo como periodista representante de Latinoamérica para la cobertura del Primer Foro de Crecimiento Verde celebrado en Seúl, Corea del Sur; por las Naciones Unidas para cursar talleres de periodismo ambiental en Indonesia y Panamá; y por la embajada de Israel en México como periodista represente de Latinoamérica en la Conferencia de Tecnologías del Agua PRE WATEC en Tel Aviv.
Vivo en la ciudad de México desde el 2008. Escribo de viajes, medio ambiente y LIJ para el periódico Reforma.
Trabajo con grupos de promoción de lectura en primarias y en la Biblioteca Vasconcelos, y soy fundador de la biblioteca comunitaria BRINCO-Lectura.
Soy miembro de la Red Internacional de Investigación Universitaria en LIJ, por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. He impartido talleres y ponencias en diversos congresos y encuentros, y soy profesor invitado en los cursos de LIJ de la Universidad Nacional Autónoma de México y en A Leer/IBBY México.
También colaboro con la Dirección General de Publicaciones del CONACULTA, la revista chilena Había Una Vez y la Fundación Cuatrogatos.
Además soy educador ambiental certificado por el CECADESU.
Ha sido becario de la ONU (2010) y el programa Jóvenes Creadores del FONCA en dos ocasiones (2013-2014; 2018-2019); realizado estancias de investigación en la Biblioteca Internacional de la Juventud en Múnich (2017) y el Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, CEPLI, en Cuenca (2017), y residencias artísticas en el Centro de las Artes de San Agustín, Oaxaca (2018) y en California con la Fundación de Cornelia Funke (2019, 2020).
¡Hola, Adolfo! Me encantó tu ensayo. Reí, lloré, no sé, me imaginé a los participantes diciendo los disparates más lógicos, gracias. Continúa esa gran labor. Tuve la oportunidad de conocerte en un congreso de IBBY en el DF, así llamado en aquel entonces. Aplauso.
Hola, Judith, qué bonito leerte por acá, después de tantos años del congreso de IBBY cuando era DF esta ciudad. Me alegra mucho haberte podido transmitir la sensación del taller. ¡La pasábamos tan bien! Espero retomarlo este verano para actualizarles de los avances de mi investigación. Muchas gracias por tu entusiasmo. Abrazo grande.
Blog de lectura crítica y periodismo especializado en literatura infantil y juvenil.
Soy Adolfo Córdova Ortiz*, escritor, periodista, investigador y mediador de lectura independiente. Cursé el Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Autónoma de Barcelona en 2012-2013 y en enero de 2014 lancé este blog. He sido becario de la ONU, el FONCA, la Biblioteca Internacional de la Juventud de Múnich, el CEPLI-UCLM y la Fundación de Cornelia Funke. Colaboro con diversos medios impresos y digitales e instituciones de fomento a la lectura. Soy profesor invitado en cursos presenciales y en línea de varias universidades y he sido jurado de premios de LIJ nacionales e internacionales. He publicado libros y antologías para niños, niñas y jóvenes y para mediadores. Todas las entradas en este blog, salvo las etiquetadas como «Expertos invitados», son de mi autoría. ¡Bienvenid@s!
*Beneficiario del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2022-2025) del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC).
Archivo del blog
Mis libros
UNAM, 2023. Seleccionado como Libro del Verano UNAM, Los mejores libros para niños del Banco del Libro 2024, Premio Antonio García Cubas del INAH 2024.
Fondo de Cultura Económica, 2023. The White Ravens 2024. Programa Nacional de Salas de Lectura 2025. Altamente Recomendados 2025 de Fundalectura. Los Mejores del Banco del Libro de Venezuela 2025.
Cataplum, 2022. Los mejores libros para niños de la Biblioteca Pública de Nueva York 2022. Ilustraciones seleccionadas en el Nami Concours 2023 de Corea del Sur.
Casa Gallina, 2022. Mención de Poesía y diálogo cultural en Los Mejores Libros para niños y jóvenes 2023 del Banco del Libro. Descarga gratuita. Clic en la imagen.
Ekaré, 2021. Los mejores del Banco del Libro de Venezuela 2022, Recomendado Premio Fundación Cuatrogatos 2022, The White Ravens 2022.
Ekaré, 2020. Premio Bologna Ragazzi de poesía 2021. Los Mejores del Banco del Libro 2021. Premio Fundación Cuatrogatos 2022. Selección OEPLI 2022.
FCE, 2020. Premio Los Mejores del Banco del Libro de Venezuela 2021. Recomendado por la Fundación Cuatrogatos.
Alboroto Ediciones, 2019. Recomendado Premio Fundación Cuatrogatos 2021. Favorito del Comité Lector de IBBY México en su Guía de Libros Infantiles y Juveniles 2021. Seleccionado para la Biblioteca SEP Centenaria 2022 en edición bilingüe Maya-Español.
Ediciones Castillo, 2019. Mención Honorífica del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2015, en categoría poesía infantil. Premio Antonio García Cubas 2019 del INAH al mejor libro en categoría obra infantil. Mención Honorífica del Premio de Ilustración del Festival de Lectura de Sharjah en Emiratos Árabes 2019. Favorito del Comité Lector de IBBY México en su Guía de Libros Infantiles y Juveniles 2020. Recomendado del Premio Fundación Cuatrogatos 2020. Premio Los Mejores Libros para Niños y Jóvenes del Banco del Libro 2020. The BRAW Amazing Bookshelf 2022 a los 100 mejores libros de la Feria del Libro de Bologna. Seleccionado para la Biblioteca SEP Centenaria 2022 en edición bilingüe Nuntajiiyi-Español.
CEPLI-UCLM, 2019.
Secretaría de Cultura, 2017. Postulado a Los Mejores Libros para Niños y Jóvenes 2018 del Banco del Libro. Seleccionado Programa Nacional de Salas de Lectura 2018. Seleccionado en Guía de Libros Infantiles y Juveniles de IBBY México 2020.
Fondo de Cultura Económica, 2016. Beca Jóvenes Creadores FONCA 2013-2014. Premio Nacional Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2015. Seleccionado SEP 2016. Seleccionado The White Ravens 2017 de la Biblioteca Internacional de la Juventud. Finalista Premio Fundación Cuatrogatos 2018. Premio Los Mejores Libros para Niños y Jóvenes del Banco del Libro 2018. Programa Nacional de Salas de Lectura 2018. Seleccionado por el Centro Nacional de Traducción de Egipto y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para su Concurso de Traducción de Literatura Mexicana al Árabe 2024.
Secretaría de Cultura, 2016.
Pearson, 2015. Postulado a Los mejores libros para niños y jóvenes 2016 del Banco del Libro. Guía de libros recomendados de IBBY México 2017 y Recomendado en el Premio Fundación Cuatrogatos 2017.
¡Hola, Adolfo! Me encantó tu ensayo. Reí, lloré, no sé, me imaginé a los participantes diciendo los disparates más lógicos, gracias. Continúa esa gran labor. Tuve la oportunidad de conocerte en un congreso de IBBY en el DF, así llamado en aquel entonces. Aplauso.
Hola, Judith, qué bonito leerte por acá, después de tantos años del congreso de IBBY cuando era DF esta ciudad. Me alegra mucho haberte podido transmitir la sensación del taller. ¡La pasábamos tan bien! Espero retomarlo este verano para actualizarles de los avances de mi investigación. Muchas gracias por tu entusiasmo. Abrazo grande.