La emblemática colección Material de Lectura de la UNAM comienza a dar lugar a la literatura infantil y juvenil al integrar a especialistas como Andrea Fuentes en su serie de Ensayo.

Fundada en 1977 por iniciativa del poeta Hugo Gutiérrez Vega con las colecciones «Cuento Contemporáneo» y «Poesía Moderna», Material de Lectura dio un paso hacia su Nueva Época en 2021, bajo la dirección de Socorro Venegas, titular de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, con un cambio de diseño y nuevas series: «Vindictas. Poetas latinoamericanas», «Vindictas. Pensadoras feministas latinoamericanas» y «1521, un atado de vidas». 

Socorro, comprometida con la literatura infantil y juvenil y de sus lectorxs, invitó a Manuel Monroy, uno de los ilustradores y diseñadores más destacados en este campo, a rediseñar todo el proyecto. Su propuesta amplió la caja de lectura (antes de 11 x 20 cm, hoy de 13.5 x 20 cm) con pautas gráficas y de color para navegar entre las series y portadas que exploran grecas inspiradas en el diseño textil de los 40 y 50.

Poco después, en 2022, me propuso preparar una selección de cuentos de Roald Dahl para sumar a la colección de Narrativa que me entusiasmó mucho elaborar. Sin embargo, la dificultad para conseguir los costosos derechos de la obra de Dahl (propiedad de Netflix), hizo que ese proceso se retrasara dos años. Cuando en 2024 me escribieron para retomarlo, esta fue mi respuesta:

En este momento me siento lejano al trabajo de Roald Dahl. A pesar de que lo sigo valorando enormemente como escritor y creo que sería relevante tener un Material de Lectura de él, a mí me interesaría más difundir la obra de Marina Colasanti, autora brasileña, finalista este año del Premio Hans Christian Andersen. 

Marina tiene 86 años y es una maestra contemporánea del cuento de hadas, también poeta, pintora y periodista, y ganadora de múltiples premios como el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y nominada en diversas ocasiones al Premio Memorial Astrid Lindgren. Y, pese a este consenso sobre la calidad de su obra, muy poco leída en México. Sí es muy conocida en el ámbito de la mediación lectora y la LIJ y algunos de sus cuentos han circulado, pero aisladamente. Creo que sería muy relevante hacer un Material de lectura por cómo le habla a los jóvenes, dando continuidad a un género clásico, pero actualizándolo, pues, en el mundo de la literatura infantil, sus cuentos de hadas fueron, desde un principio, anticipadamente feministas.

Socorro aceptó de inmediato la propuesta, y ya estoy trabajando en la selección. Esperamos que este Material de Lectura pueda publicarse pronto, con la tristeza de que será una edición póstuma de nuestra querida Marina Colasanti, quien falleció el pasado 28 de enero, pero también con las ganas de que sea una forma de honrar su inmenso legado.

A las anteriores colecciones de Material de Lectura de Poesía, Narrativa y Ensayo, Socorro, propuso entonces empezar a sumar autoras y autores a quienes interesa la literatura infantil y juvenil y por ello invitó a Andrea Fuentes a publicar sus reflexiones en torno al álbum ilustrado. Y la invitó también a coordinar la colección de literatura juvenil Hilo de Aracne y la de literatura infantil, el rescate de la Biblioteca del Chapulín.

Fue una enorme alegría ver publicado el Material de Lectura de Andrea, mi primera maestra de LIJ, por eso recupero aquí unas palabras que compartí cuando lo presentamos en Monterrey, en marzo de 2024, en la Feria Universitaria del Libro UANLeer, y uno de los ensayos de su Material de lectura en una versión extendida que anticipa la publicación de un nuevo libro de Andrea.

Las publicaciones que integran la primera etapa de Material de Lectura se pueden descargar gratuitamente aquí. La Nueva Época no es de libre descarga pero tiene un precio muy accesible tanto en formato electrónico como impreso (alrededor de 20 pesos, 1 dólar).

 

Lenguaje y amistad: algunos apuntes a propósito del Material de Lectura de Andrea Fuentes

Si empiezo por el final, no arruino la sorpresa, porque los cuatro ensayos de Andrea Fuentes son un jardín de senderos que se bifurcan, cruzados por una serpiente que se muerde la cola. Así, el final podría ser el principio o, mejor aún, sólo un sendero posible. O no. Vamos al final.

Así termina el libro de Andrea:

«La dimensión de la imagen es una de las conversaciones más relevantes de la actualidad, por las formas en que es emitida la información a través de las tecnologías digitales, por los modos en que hoy en día entramos “en contacto” unos con otros y, de hecho, nos vemos, nos comunicamos, nos decodificamos y hacemos ver aquello de lo que estamos hablando. Pero, dice Georges Didi-Huberman: “El acto de dar a ver no es el acto de dar evidencias visibles a unos pares de ojos que se apoderan unilateralmente del ‘don visual’ para satisfacerse unilateralmente con él. Dar a ver es siempre inquietar el ver, en su acto, en su sujeto”.

Inquietar, sentir vértigo. Vértigo. Vértigo Galería.

Esa palabra me lleva a otro sendero: un recuerdo, un primer encuentro.

¿Qué imágenes nos quedan de las horas transcurridas en los salones de clases? ¿Qué palabras? ¿Podemos describir como verdadero el espacio entre las imágenes y las palabras en nuestros recuerdos?

Quizá nunca incontestablemente verdadero, pero más o menos así lo recuerdo yo: El salón está en una galería llamada Vértigo, que ya anuncia un salto, un “Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean”. Y ahí está Andrea, en su vaivén de preguntas y respuestas que provocan pensamiento, preguntándome en el primer taller de literatura infantil que tomé: ¿qué historia quieres contar? Movilizándome, que era otra forma de preguntarme: ¿qué historia era yo? Llevándonos, a mí y a todas las personas en su curso, por territorios nuevos, posibles, que es lo que ella dice que puede provocar la lectura del libro álbum en sus ensayos.

La cito: “Una reunión donde convergen ideas, palabras, imágenes, al menos: una conversación que se abre entre dos o más y que provoca una profunda y extensa disertación sobre algo: una idea, una sensación, un entendimiento, un recuerdo, una aspiración, una política del hacer”.

Espacios de formación, como los que Andrea empezó a habilitar desde hace tanto, o, más justo decir, espacios de (de)formación del pensamiento unívoco en la edición, la creación, la lectura, la promoción de la lectura. Espacios de transformación, de bifurcación.

Cito: “Su forma no es tan solo un aspecto, sino una manera de invitar a leer y a pensar, una manera específica de plantear un contenido que, por sí misma, altera, transforma y delinea el contenido. El libro no es un contenedor: es una encarnación”.

Ella misma encarna lo que nos dice que puede provocar el libro álbum. ¿Estoy diciendo que Andrea es un libro ilustrado?

Otro salón, otro taller con Andrea. No es un salón: es un pequeño foro de conciertos, un teatro. Ahí, desde el escenario, Andrea hace historia, la historia de la LIJ y del álbum, rodeada por un coloquio de pájaros en busca de sentidos.

Desde que conocí a Andrea, esos lugares de trans/de/formación —una galería, un teatro— ya cuestionaban las espacialidades habituales para “enseñar” y “aprender”.

Y al leer estos cuatro ensayos, ella me ha conducido de nuevo hasta ese lugar de experimentaciones, un lugar que hace más de diez años yo no sabía que era posible: el de hacer una carrera en la literatura infantil y juvenil. Un lugar, ahora, en el que sigo aprendiendo de ella.

Y ahora, un lugar en el libro. La página 30: ni al principio, ni al final, tampoco en medio, por ahí, en la antepenúltima parte. «El álbum como una obra de arte». Cito: “El libro álbum como un espacio donde acontece la revelación”.

¿Cuáles pueden ser las potencias del dispositivo libro? Subvertir sentidos, torcer el lenguaje, ampliar las lecturas. La visualidad que sucede no es algo que es, sino algo que ocurre en un espacio que da a ver. La imagen no es solo su contenido figurativo, sino el contexto en el que se presenta. El libro es un lugar que da a ver.

No es un lector que descifra algo, que logra entender el significado último de algo, sino los procesos de la mirada: procesos contaminados, articulados social, política y culturalmente. Procesos que suceden en la mirada, que afectan: dejan una impresión, la huella de una relación en nosotres, un afecto/efecto, como los que dejó Andrea en mí. El rastro que fue sendero de pensamientos y que me trae hasta aquí.

Termino por el título: Lo primero que leemos en la portada del libro: «Material de lectura». Que Andrea tenga un Material de lectura en el que escribe sobre la lectura como materia para repensar la lectura parece un juego o un acto de justicia semántica. Mejor un juego, un juego de espejos que se miran a sí mismos. Así es el jardín de lenguajes que imagina Andrea con estos breves y potentes ensayos de lecturas que se bifurcan infinitamente, como espero lo haga también nuestra amistad.

Adolfo Córdova

 

Para una nueva cartografía de los libros ilustrados: prácticas editoriales, narrativa y discursos visuales. [1]

 

Andrea Fuentes Silva*

El Coloquio de los Pájaros, [2] de Peter Sís,[3] también conocido como El lenguaje de los pájaros y llamado en persa Mantiq al-Tayr, es una obra poética del poeta y místico Farid al Din Attar, del siglo XII. Relata cómo 30 mil pájaros, bajo la guía espiritual de la abubilla, salen en búsqueda de su rey, el Simurgh, analogía de la divinidad, origen y destino en el sufismo. Después de muchas aventuras, atravesando siete valles, perdiendo aves en el camino que son incapaces de continuar el viaje por diversas razones, los treinta que llegan al final se dan cuenta de que todos ellos son el Simurgh y el Simurgh es todos ellos.

Jorge Luis Borges incluye al Simurgh en El libro de los seres imaginarios oManual de Zoología Fantástica (ilustrada magníficamente en la edición del Fondo de Cultura Económica por el artista Francisco Toledo), aunque también hablara de él y lo analizara junto al águila dantesca en Nueve ensayos dantescos. Dice Borges en la Zoología: [4]

El Simurgh es un pájaro inmortal que anida en las ramas del Árbol de la Ciencia; Burton lo equipara con el águila escandinava que, según la Edda menor, tiene conocimiento de muchas cosas y anida en las ramas del Árbol Cósmico que se llama Iggdrasill. El Thalaba (1801) de Soythey y la Tentación de San Antonio (1874) de Flaubert hablan del Simurgh Anka; Flaubert lo rebaja a servidor de la Reina Belkis y lo describe como un pájaro de plumaje anaranjado y metálico, de cabecita humana, provisto de cuatro alas, de garras de buitre y de una inmensa cola de pavo real. En las fuentes originales el Simurgh es más importante. Firdusí, en El Libro de los Reyes, que recopila y versifica antiguas leyendas del Irán, lo hace padre adoptivo de Zal, padre del héroe del poema; Farid al-Din, en el siglo XIII, lo eleva a símbolo o imagen de la divinidad.

Pero Sís, en una nueva y larga travesía ilustrada, reconfigura la historia y sus versiones, extendiéndolas hasta su propio territorio, su universo ilustrado: no, no ilustra el poema, lo significa: le otorga un significado gráfico que sólo es posible porque vuelve a narrarlo planteándolo desde el lenguaje visual para hacernos así mirar desde otro lado. Sobre todo, otorga un sentido específico a los pájaros que bajo su dibujo adquieren consistencia: se mueven, giran el rostro, se vuelven pergamino, alzan el vuelo inundados de preguntas. No son ya unos seres remotos sino seres que han cobrado vida bajo la mirada. De una forma precisa y perfectamente articulada, Sís enuncia a través de sus trazos y texturas, de sus dibujos, de la propia palabra, colocada bajo sellos, al centro de la página, su propio sentido de la búsqueda. Y, mucho más que la imagen del Simurgh en sí misma, Sís plantea su propia revelación del conocimiento: su propio ritual de iniciación, como una puesta en escena que al ser desplegada y representada ilumina por vez primera el éxodo, ese sitio al que hay que ir, y nos dirige en él. Nos lleva de la mano y nos sumerge, nos hace vivir la experiencia: no se apresura, toma su tiempo; enuncia cada valle y cada aleteo, haciendo del camino una acción poética donde lo poético reside no en el número de versos sino en la forma de engendrar palabra e imagen y por lo tanto de invitarnos a ellas o a través de ellas.

Es decir, en la imagen mapa, como he decidido llamarle ahora, el lenguaje ilustrado y textual se apropian de lo que ya ha sido dicho y sin embargo vuelve a decirlo y a mostrarlo y a contarlo como si fuese la primera vez: trazando una ruta que va y viene, que avanza y retrocede a través del tiempo para así reinventar los preceptos de lo conocido. Para esbozar nuevos límites.

Este es uno de los sentidos más claros del territorio presente del libro ilustrado: la reinvención; volverse el espacio donde una de las múltiples acepciones del libro toma cuerpo para, en su particular lenguaje, llevarnos de la mano por un territorio nuevo que no es aquél donde habita la ilustración simplemente, sino donde la ilustración se vuelve junto a la palabra y a la imagen una voz: un sistema de pensamiento. Una forma de percibir y comprender.

Es por ello que he comenzado con el coloquio de los pájaros: la imagen mapa. Pero otras razones se desprenden de esta concepción que acabo de esbozar de lo que implica y es el lenguaje ilustrado. Tres, en principio: la primera, la evidente, es que nos muestra que ilustrar libros se ha hecho desde siempre si no es que desde antes: las primeras pinturas que se conocen de El coloquio se atribuyen a Habiballah de Sava, activo ca. 1590-1610; y desde entonces los abordajes gráficos sobre la poderosa historia han sido riquísimos y diversos,[5] incluso sin tomar en cuenta las múltiples interpretaciones ya no de esa narración en particular sino del mito de la lengua hablada por los pájaros, presente en casi todas las culturas, y que seguramente se vincula con la fascinación mágica que esa idea ejerce. Esa otra lengua, divina y sagrada, cuyo simbolismo poderoso se ha vinculado al origen. Y no hay forma de no escuchar este relato y sus formas sin un referente visual.

La segunda razón tiene que ver con la irrelevancia de la edad del público lector al que se dirige esta obra: el poder de su palabra, la evocación al viaje iniciático donde múltiples pájaros, cada cual con su voz particular, con su canto y su colorido específico, emprenden el camino y en él la búsqueda, ha sido suficiente para convocar a través de sus versiones ilustradas a ojos y mentes de todas las edades, ya sea de modo directo o a través de algún narrador oral, cuenta cuentos, madre o maestra, más aún la propia obra de Sís. Esto corrobora la posibilidad de la creación vinculada al sentido que es capaz de provocar, independientemente de las distintas posibilidades de discernimiento según las diferentes capacidades lectoras.

Y la tercera razón es porque justamente me gusta pensar ese territorio, el del libro, especialmente el del libro ilustrado, como un coloquio: una reunión donde convergen ideas, palabras, imágenes, al menos. Una conversación que se abre entre dos o entre muchos y que provoca una profunda y extensa disertación sobre algo: un supuesto, una sensación, un entendimiento; un recuerdo o una aspiración, pero, sobre todo, una política del hacer, porque al entrar en sintonía discursos distintos entre sí plantean ya de antemano un quehacer colectivo, donde suenan voces variadas y diversas que se ponen de acuerdo para enunciar. Un conjunto de relaciones entre los elementos de un universo dado que plantean una forma de pensar. Un coloquio, pues, que sucede entre los creadores del libro y el libro, en una instancia, y entre el libro y sus lectores, en otra instancia, a partir de las palabras e imágenes, claro, pero sobre todo a raíz del engranaje que entre ellas se genera y el bordado conceptual que sean capaces de realizar, tejiendo aquí y allá los diferentes signos. Un coloquio practicado desde un dispositivo físico cuya materialidad objeto libro despliega el otro libro: ya no una materia, sino el universo donde se da, de hecho, la producción del conocimiento.

¿Por qué sigue siendo un camino florido y más vivo que nunca el libro ilustrado, el libro álbum ilustrado? Quizás, entre otros motivos, porque el poder que tiene como lenguaje único atraviesa fronteras cronológicas y genéricas; es decir, el “concepto” que implica logra recuperar y usar prácticas librescas de todos los tiempos, dándoles una nueva significación. También, como si de un invisible prestidigitador se tratara, ese lenguaje hace malabares con todas las categorías literarias, por una parte, y con las formas y composiciones visuales, por la otra, para crear discursos que, para ser enunciados, utilizan la versatilidad expresiva, cualquiera que necesiten, sin importar a qué cajón pertenece ni cuál es el nombre que llevan.

Estoy hablando, por supuesto, de las nuevas creaciones de libros, de la producción de libros ilustrados y libros álbum (la obra de arte total como categoría),[6] y hablo asimismo de libros conceptuales y libros artilugio, porque dentro de la categoría de libro ilustrado existen ya numerosas posibilidades: sucesos multidisciplinarios del libro que ocupan su forma física y trabajan con las narraciones gráficas en diversidad de combinaciones infinitas. Formatos, extensiones, manufactura de papel, diseño y composición gráfica, orquestación tipográfica, estructura de la lectura, por hablar del aspecto que no es aspecto sino una manera de invitar a pensar y a leer, una manera específica de plantear un contenido que altera y transforma y delinea el contenido. El libro no es un contenedor: el libro, multiplicidad y consistencia,[7] es una articulación.

Ahora bien, el conocimiento del que hablo y al que me refiero, el que me interesa, por supuesto, no es aquél que tiene que ver con los trillados y ya conocidos caminos, repetidos hasta el cansancio y quizá exitosos como fórmula (aprender “algo”) sino el que anida en la construcción de nuevas narrativas respecto al mundo conocido. Autoras, ilustradoras o como editoras que buscan nuevas prácticas de creación libresca. Es un conocimiento que brota cuando hay exploración, cuando al crear se establece nuevamente la pregunta sobre qué mundo ha sido dicho; sobre cómo es posible transformar ese decir y, más aún, por qué es necesario hacerlo. Un conocimiento que emana cuando se piensa de qué modos queremos interpelar a esa realidad que habitamos, que nos determina y a la cual determinamos. Un conocimiento que implica rumiar de nueva cuenta qué significa la imagen del libro ilustrado, sin asumirla como un hecho dado. Y, sobre todo, un conocimiento que incita a pensar qué significa de hecho y en última o primera instancia decir libro. Porque es imprescindible volver siempre a la pregunta, ¿qué es un libro?, ¿qué entendemos por libro? Y todavía más allá, por qué y para qué hacer libros en medio de la debacle, ya se llame pandemia o se llame capitalismo gore (como le llamó la investigadora Sayak Valencia).[8]

No sólo eso: también desde dónde hacer libros. Porque, contra lo que digan las huestes del neoliberalismo sin freno que ignoran que vivimos en un planeta de recursos limitados, al menos para nosotros, es fundamental cavilar desde dónde y quiénes están haciendo los libros: ¿empresas, instituciones?; ¿qué buscan, qué consagran? Con qué acentos, desde qué posturas éticas, con qué recursos, desde cuáles colectividades, con qué tratos y qué fines.

Mi reflexión, entonces, apunta a varios ejes, todos en la punta del mismo universo: de manera fundamental, el del libro, el libro como política de construcción; y el de la ilustración, no como un acto físico con un resultado estético sino como una práctica artística que entabla una búsqueda propia para erigir con ella una conversación o sostener una pregunta.[9]

Esos ejes, claro, florecen desde las prácticas independientes de diversas regiones, que es donde suele nacer la semilla de las nuevas voces y las discusiones relevantes porque, al margen de un designio de productividad esencialmente determinado por los ingresos, suelen ser una trinchera creativa. Un espacio desde el cual se busca abrir nuevas puertas, o jalar las existentes con toda la fuerza en las manos, como si de una cortina de fierro se tratara, siempre un poco trabada, pesada, a la que con frecuencia le falta aceite. Abrir esa puerta y dar salida a las voces que piensan desde otro lugar, uno desde el cual se cuestiona y se produce y hace circular otro conocimiento, incluso una nueva concepción del propio conocimiento.

La lectura ha sido siempre una de las actividades más peligrosas justo por ello: porque es ahí, en ella, en los libros en que acontece donde pueden encarnar las formas de resistencia más importantes, las ideas. Son el espacio de la utopía: la utopía como un centro de potencia creativa vinculado a la práctica artística porque es ahí donde pensamos el mundo que deseamos. Los libros como el espacio de la desautomatización; materialización del territorio de la fertilidad y la absoluta posibilidad.

Abrir ese espacio significa también inventarlo: hacer libros que cuestionan el canon, cualquiera de los cánones, tanto en las temáticas que abordan como en la forma en que lo hacen, experimentando el vuelo: [10] hacer volar los pájaros en la cabeza, propagar numerosos nidos y hacer crecer alas. Los libros que buscan la recuperación de la subjetividad, y la reinvención, por lo tanto, de las disertaciones textuales y visuales. El libro como una estructura recombinante, diría Amaranth Borsuk.[11]

Esa estructura recombinante, que a menudo está marcada y enunciada por la relación entre forma y contenido, puesto que implica la emisión de un discurso, se asienta de modo particular entre los libros ilustrados, en las narrativas visuales y textuales; ya sean álbumes, novelas gráficas, cómics, libros de dibujes, experimentos de diseño visual o libros de artista o fanzines ilustrados: los libros que como objetos encarnan el pensamiento interdisciplinario; los libros que impactan el sentido de otro modo al emplear el diálogo entre lo visual y lo textual como una narrativa en sí misma que transforma por lo tanto las nociones de legibilidad. Quizá lo son porque incluso desde su concepción son realizados de manera distinta a los procesos clásicos de producción libresca, jerárquicos, unívocos, con roles determinados como si de mandatos sociales se tratara: el autor, la institución (y luego los servidores que le siguen).

En ese otro territorio ignoto, más heterodoxo, donde, insisto, es preciso trazar el mapa, de lo antes habido, pero de lo inexistente, pueden verse ya delineadas lo que ahora pensamos son las rutas, caminos, escarpados y colinas, desde geografías equidistantes que no necesariamente sonaban en los pasillos más visibles de la República del libro pero que sin duda trabajan más que nunca desde sus recónditas y heroicas tribunas. Colectivos editoriales independientes que se reúnen a pensar sobre libros y a compartirlos; mujeres sentadas frente a su mesa de trabajo con su pincel en la mano que filosofan cómo trazarse a sí mismas; proyectos de producción y comunicación política que circulan los pensamientos más radicales de economía social; editoriales y proyectos rizográficos que apuestan por la cultura libre; hombres reunidos para llevar a cabo prácticas de dibujo comunitarias; espacios de discusión libresca; festivales de fanzines feministas que cuestionan la convencionalidad; editoriales autogestivas de integrantes de los pueblos originarios que enarbolan sus propios discursos; colectivas de mujeres publicando y gestando encuentros colaborativos; mínimas pero ya longevas editoriales que con su selecta que no escasa producción editorial anual ponen a circular interpretaciones y lecturas gráficas que abren horizontes. Mujeres y hombres que buscan reescribirse desde prácticas decoloniales porque se da cuenta que las narrativas con las que hemos crecido y a las que hemos alimentado no son las que nos representan; y en el arte nuevo de hacer libros (diría Ulises Carrión) es preciso reelaborar (y no solamente entronizar a ningún Ulises).

Veo brotar, ante el aparente desplome de los circuitos más consabidos de la llamada cadena del libro (y a mi modo de ver las cadenas encierran), innumerables cuerpos (cuerpos reales, sujetos y no sellos) que buscan reencontrarse consigo mismos (como dice el comunicado de Errata Naturae de marzo de 2020).[12] Y este florecer, donde el libro es asimismo agente cultural y que exige por lo tanto pensar a la cultura como un derecho y no como un privilegio, implica el reconocimiento y la construcción de comunidades específicas y una lógica que escapa sin duda a las lógicas más predominantes del mercado. Esa lógica no se gesta, por cierto, necesariamente en la gratuidad, sino en la transformación de la idea de valor, en un circuito distinto, el camino de terracería y no la autopista. El trazado de esos caminos, curiosamente, ante la situación actual, constata que de alguna manera la dependencia de ciertas estructuras es en realidad un poco falsa, que quizá es posible construir y diseminar con otras estrategias y con otras numeralias, pensando a quiénes queremos que llegue y a quiénes efectivamente llegan los libros.

Ahí, más vivos que nunca, o así advierto yo este panorama, los libros ilustrados que atraviesan el lenguaje. En su Curiosidad. Una historia natural,[13] Alberto Manguel habla de la cuestión de cómo la relación entre la palabra revelada y el lenguaje es fundamental en la Comedia de Dante.

Sabemos que el lenguaje es el más eficaz de nuestras herramientas para comunicarnos, pero, al mismo tiempo, un impedimento de la comprensión plena. De todas maneras, como aprende Dante, es necesario atravesar el lenguaje para llegar a aquello que no puede ponerse en palabras.

Una de las formas de ese atravesar es, claramente, el lenguaje textual-ilustrado, el de los libros álbum ilustrados; un atravesar que no está determinado por lo que “aclaren” las imágenes, es decir, no se trata de que ellas “amplíen” o “ilustren” en una de sus acepciones lo que dicen las palabras; mucho menos aún se trata de crear un correlato visual que se sume o contraponga o complemente al texto en una proporción específica. Se trata de materializar el pensamiento; de volver posible la capacidad de imaginar el mundo, y recrearlo, con el fin de experimentarlo. Criticarlo. Examinarlo. A partir de un discurso que utiliza lo visual y lo textual como forma de enunciación.

Esa es justamente la verdadera identidad y sentido del libro ilustrado y el libro álbum. Abrir un proceso mediante el cual se transforma nuestro imaginario. ¿Cómo no ser el sitio donde han de inventarse las nuevas prácticas artísticas y editoriales? El artilugio que estos espacios han supuesto, su forma de ser hechos, de ser pensados, de dimensionar una idea o un pensamiento en un espacio libro y entre las colinas de sus páginas blancas ha sido sin duda un asunto esencial, un referente creativo que ha dinamitado las posibilidades de los libros: para los que no leen, los que comienzan a leer, los que leen muy bien, los que tienen una práctica amplia de la lectura y por lo tanto del conocimiento del lenguaje, para los grandes lectores, esto es, trascienden las etapas y edades lectoras convocando a un abrazo lector, como el gran coloquio.

Porque ¿cómo es posible que el contenido de una imagen sea infinito no por descriptivo sino por sugerente, por las palabras e historias que sin decir nos dice de otra forma que nos impacta directamente? Así las imágenes, y sus palabras, en los libros ilustrados. Es esa “rebelación” y “revelación” [14] del uso de la imagen en contubernio con la argamasa gramatical la que abre y dinamita el camino de los libros ilustrados por las muy diversas implicaciones estéticas y cognitivas que se detonan a partir de la experiencia de leerlos.

William Kentridge.

 

NOTAS

[1] Una primera versión de este texto fue publicada originalmente en la revista Contraportada, de la Universidad de los Andes en Colombia, en 2021. Un fragmento apareció después en el Material de lectura. Andrea Fuentes. Prólogo de Carla Faesler, México, unam, 2023 y la presente es un adelanto de la versión completa que aparecerá en el libro de ensayos de Andrea Fuentes, a publicarse por la uanl este año, Cartografías del libro ilustrado: lengua, cuerpo y saberes de las imágenes y las palabras.

[2] Peter Sís, El Coloquio de los Pájaros. Traducción de Valeria Luiselli. México, Sexto Piso Editorial, 2018.

[3] Nacido en Checoslovakia en 1949, Premio Hans Christian Andersen, ganador de la Medalla Caldecott y seis veces ganador del Mejor Libro Ilustrado del New York Times Book Review.

[4] Jorge Luis Borges, Manual de zoología fantástica, ilustraciones de Francisco Toledo. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, Tezontle, 1990.

[5] Además de las ilustraciones ya descritas, he ido recopilando portadas y dibujos que han ido acompañando las versiones de El coloquio, realmente diversas.

[6] En mis investigaciones y conferencias sobre el libro álbum ilustrado me importa esta concepción, que no detallo ni desenvuelvo aquí pero que creo fundamental recordar siempre.

[7] Italo Calvino, “Multiplicidad”, en Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid, Siruela, 2014. Lo menciono en mi ensayo “Intersticios, paradojas, puentes y mapas: muerte y vida del libro álbum ilustrado como concepto”.

[8] Sayak Valencia, Capitalismo Gore. España, Melusina, 2010.

[9] Claro está, también al de los ahora también llamados libros conceptuales, que no son más ni menos, sino que se centran en la transmisión de un concepto y dirigen sus elementos a ese fin.

[10] Concebir desde otra mirada.

[11] Amaranth Borsuk, El libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos. Buenos Aires, Ediciones Ampersand, 2020.

[12] Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta. ¿Y qué pensarías si te dijéramos que ya no vamos a publicar nada? fue el comunicado, convertido casi en manifiesto, que publicó la editorial Errata naturae a inicios de la pandemia, en 2020, que inicia diciendo: “Muchos piensan, algunos nos dicen, que si te paras el sistema te arrolla, como arrolla el automóvil al cervatillo que, deslumbrado por los faros, se detiene en mitad de la carretera.”

[13] Alberto Manguel, Curiosidad. Una historia natural. México, Almadía Editorial, 2015.

[14] Hablo de la “revelación” en Intersticios.

 

*Andrea Fuentes Silva

Conjuga la escritura y la creación de dispositivos artísticos y culturales con la edición; se especializa en inventar libros-pensamientos para reflexionar crítica y creativamente sobre el mundo. Es autora de MuchaMadre (2021); Palabras para nombrar al mundo (2018); Rosario Castellanos y Juan Ruiz de Alarcón (2010), entre otros ensayos, artículos y poemas aparecidos en antologías y en diversas publicaciones periódicas. Ha impartido numerosas conferencias, talleres y seminarios sobre libros, lectura, imagen e ilustración y feminismos gráficos. Fue jefa del Departamento de Ficción de Libros para Niños del Fondo de Cultura Económica; directora editorial de Nostra Ediciones (2005-2010); coordinadora de publicaciones de difusión cultural de la UAM Xochimilco y cofundadora y directora general de La Caja de Cerillos Ediciones. Actualmente es editora de literatura infantil y juvenil en Libros UNAM.

 

Creación y edición: curso próximo

Si viven en la Ciudad de México y les interesa crear libros álbumes, así nos invita Andrea a este ya emblemático taller que impartirá a finales de febrero y marzo: «Para compartir saberes y explorar cómo se piensa y se orquesta un libro ilustrado, cómo se dibuja, cómo se trazan las ideas desde su cuerpo y a través de sus imágenes y palabras: dónde se ubica el meridiano de su creación y cuáles son sus referentes ejemplares, cómo se construyen y cómo a través de su lenguaje podemos cambiar las formas y lecturas del mundo».

En Galería Playa Escandón, Progreso 92, Col. Escandón. Ciudad de México. Metro Patriotismo.
Informes e inscripciones: andreafuentess@gmail.com

 

Entrada No. 256
Autor de la intro: Adolfo Córdova. Autora del ensayo invitado: Andrea Fuentes.
Ilustración de portada: William Kentridge.

Fecha original de publicación: 12 de febrero de 2025. 

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