En el campo de las publicaciones informativas que buscan maravillar al lector con los prodigios de la Naturaleza, encontré otros cuatro libros recientes y notables: El hilo invisible de la naturaleza de Gianumberto Accinelli y Serena Viola (Libros del Zorro Rojo, 2018) y El mundo natural de Amanda Wood, Mike Jolley y Owen Dawey (Océano Travesía, 2017), para lectores más experimentados; y Muchos. La diversidad de la vida en la Tierra de Nicola Davies y Emily Sutton (Ediciones Castillo, 2017) y Cachorros de Berta Hiriart y Adriana Quezada (El Naranjo, 2017) para primeros lectores.
Todos, en mayor o menor medida, buscan generar conciencia medioambiental y lo dicen más o menos expresamente. Aunque pareciera que la urgencia ecológica ha perdido fuerza en la agenda internacional (quizá en su lugar estén ahora las crisis migratorias), estos libros ofrecen una experiencia más científica y conservacionista, incluso hippie, menos alarmista (otra prueba de que esta moda regresa es la nueva novela Hippie (Planeta, 2018) del superventas Paulo Coelho).
Hoy conocemos mejor que antes las maravillas naturales, y ello ha elevado la calidad de la información. De lo insólito a lo inédito: también ahora se hacen libros informativos más sofisticados para niños y jóvenes. El diseño, el despliegue visual, los detalles narrados o graficados y las formas de interpelar al lector no abaten, fascinan: libro y naturaleza increíbles. Este enfoque ha tenido mayor cabida en los libros de divulgación infantiles que en los medios de comunicación, por más que la mirada positiva, de llamado a la acción, se intente impulsar desde el periodismo ambiental.
El hilo invisible de la naturaleza me recordó una edición que tenía de la revista National Geographic de finales de los 90. Al centro de la característica portada con marco amarillo se veía un anfibio casi cubierto totalmente por arena roja. Sólo se distinguía uno de sus ojos completos, que miraba expectante… o eso interpretaba al leer el encabezado del reportaje: «Biodiversidad. La frágil red». El hilo invisible al que hace referencia este libro es esa misma red, pero aquí el entramado es más fino y mucho más extravagante.
Toma la teoría del Caos, todo está conectado, pero con un enfoque más positivo, en sintonía con la teoría de Gaia de Lovelock: la tierra es un ser vivo perfecto que se las arregla para encontrar el equilibrio. El aleteo de una mariposa no causa una catástrofe, puede salvar a un país entero. Así lo narra Gianumberto Accinelli, por ejemplo, en la historia que abre el libro: «Una mariposa salva Australia». Más adelante no tiene problema en hilar la aparición de la vida en los océanos con las virtudes de un pulpo o la adoración fenicia por los conejos con los trucos de este mamífero para reproducirse.
Quizá lo más entretenido es que Accinelli incluye en todos sus relatos hechos históricos de las sociedades humanas (y no quedamos muy bien parados). Y así, le da más densidad a su propuesta: suscribe el pensamiento antropológico contemporáneo que entiende a la cultura como expresión de la naturaleza humana. «La cultura es nuestra naturaleza», dice Marshall Sahlins. Y Accinelli nos hace sentir claramente que esa naturaleza nuestra es una más y esencialmente simbiótica: necesita y debe respetar a las otras.
El suspenso en cada ensayo recuerda los documentales de vida silvestre de la BBC y la mezcla de técnicas en las ilustraciones les dan un aire más vanguardista. Además, no sólo es interesante todo lo que se cuenta sobre arañas espaciales, gatos paracaidistas, escarabajos, ovejas, «murciélagos, demonios y ultrasonidos», sino que uno lee como si se tratase de capítulos de una novela de misterio cuyo desenlace debería importarnos más que otros. Al estilo de Sapiens. De animales a dioses de Yuval Noah Harari (Debate, 2011).

El mundo natural de Amanda Wood, Mike Jolley y Owen Dawey (Océano Travesía, 2017) es más enciclopédico y también por ello menos anecdótico, más instructivo. Está compuesto por 67 esquemas (como modernas monografías escolares) que se corresponden con alguno de estos tres temas globales: 1) hábitats o entornos, 2) especies o grupos de plantas y animales y 3) adaptaciones especiales para sobrevivir.
Los creadores proponen una navegación libre por este mundo natural y perderse entre las páginas o bien seguir las flechas: cada esquema señala conexiones con otros dos esquemas. Así que el lector puede saltar entre ecosistemas, como si estuviera «eligiendo su propia aventura» natural. Otra estructura para nombrar ese «hilo invisible» que une a los seres vivos.
«Cráneos y esqueletos», «Todo sobre las plumas», «Camaleón, el amo del color», «La vida en la oscuridad», «Romance salvaje», «El baile de los caballitos», «Microcriaturas», «Superespinas», «Un planeta cambiante» son algunos de los títulos que, con explicaciones puntuales y accesibles e ilustraciones realistas y esquemáticas, se volverán favoritos para consulta.
Muchos. La diversidad de la vida en la Tierra de Nicola Davies y Emily Sutton (Ediciones Castillo, 2017) es un álbum que invita a dar un paseo muy ameno que termina medio mal. Una niña (continúa la tendencia de niñas protagonistas), con vocación de bióloga, recorre cielo, mar, desierto y selva y observa los diferentes patrones en las alas de las monarcas o en las escamas de los peces ángel o especies recién descubiertas. Todo es asombro y, otra vez, todo está unido, pero, y aquí la niña toma nota, el ser humano suele reducir a «pocos» esos «muchos». La última parte del paseo muestra una secuencia de problemáticas ambientales, un antes y después de la selva deforestada y una galería de especies extintas que sensibilizan sin ser demasiado explícitas. Sólo que luego la niña vuelve a tomar su tabla portapapeles y observa ese mundo de muchos con las mismas especies fotogénicas como si mágicamente se hubiera resulto el problema. Aunque me pregunto si el final no banaliza el discurso de denuncia ambiental, en general resulta bien logrado, sobre todo por los virtuosos paisajes y para acercar el tema a primeros lectores.
Y Cachorros de Berta Hiriart y Adriana Quezada (El Naranjo, 2017) reúne diez historias conmovedoras de nacimiento, crianza y primeras huellas que disfrutarán especialmente padres, madres e hijos. Nuevas fábulas de Esopo que se miran con cámara y binoculares. Dromedarios, focas, orangutanes, jirafas, ornitorrincos, ballenas, musarañas, murciélagos, canguros y elefantes nacen y enfrentan enseguida mil adversidades. No hay conejo astuto que le tome el pelo a nadie, aquí las crías salen adelante por instinto o con la ayuda de sus padres. A lo mucho, la moraleja es ecológica, porque no falta el hombre en alguno de los relatos que intente echar a perder la fiesta del nacimiento, aunque otros también la celebran. Berta Hiriart explica, en un breve texto introductorio, que quería cautivar a los lectores con la idea fantástica de sentirse cría de otra especie por un instante y en una geografía ajena. Va soltando muchos datos bien documentados sobre el comportamiento aguerrido de sus cachorros que contrastan muy atinadamente con las tiernas ilustraciones. El papel de apariencia rústica termina de cerrar la experiencia salvaje de nacer.
Una sola tribu
La idea de estas tres entradas que preparé alrededor del nuevo llamado de lo salvaje o el regreso a la naturaleza fue detonada por este libro: Había una tribu de Lane Smith (Océano, 2016).
En él se condensa de manera sencilla y brillante mucho de lo que ya he expuesto y que buscan los libros que elegí: ponernos al mismo nivel de otras especies y celebrar la unidad de la vida natural.
Un cachorro humano recorre el mundo con su traje de hojas e imita lo que ve. Así deba estirarse, agitar los brazos, darse un chapuzón o andar en cuatro patas como en ese desfile de Mowgli con los elefantes (en la versión fílmica de Disney de 1967). El niño quiere ser parte de todo y probar cómo se siente el aleteo de los pingüinos, el resplandor de las medusas, el vuelo de los cuervos, la formación de las rocas, el azul del mar… No intenta imponer su forma de ser, estudia la de los otros. De lo figurativo a lo simbólico en los deseos (el niño ve las siluetas de unos posibles padres en una constelación) y todo enlazado sutilmente para dar una impresión de continuidad: es una gran marcha con una recompensa final. Lector incluido.


Piensa un poco, hermano americano, en eso que llaman progreso hoy en día. Sacúdelo de tu mente y trata de figurarte un mundo sin nada de ello. Insisto en esto porque es posible que la felicidad esté más al alcance mientras menos intervención del hombre haya en la naturaleza, y más de la naturaleza en el hombre.
La tribu crece con esta novela histórica para jóvenes de Antonio Malpica. Una tribu (Alfaguara, 2018) recrea de manera convincente y emotiva la vida diaria de un pueblo miwok, los ahwahneche o awahnichi, quienes vivían armoniosamente en el Valle de Yosemite hasta que la carrera por el oro hizo que el «hombre blanco» los considerara un obstáculo.
La historia de los pacíficos pero aguerridos ahwahnechee la cuenta Petirrojo, hijo del gran jefe Tenaya. Podría considerarse la narración de un largo rito que al final resultará un símbolo de la igualdad entre los humanos y su lugar en la Naturaleza y con otras especies.
Y sí, hay un rito específico, un rito de pubertad, Petirrojo debe cazar su primera pieza. Su tribu no caza por diversión sólo por necesidad, y de forma muy moderada o, como símbolo, una sola vez en la vida de cada miembro. Petirrojo ha de cazar por sus propios medios alguna especie grande, para que coman muchos, un venado, un alce… no bastará un roedor. Tiene máximo cuatro días para hacerlo. Pero el tiempo se acaba y no lo consigue así que Conejo, su hermano mayor, y Oso, menor que Petirrojo lo ayudan. Una de muchas complicidades más que vivirán los hermanos en un territorio y un tiempo que de alguna manera evocan la película «El Renacido», de Iñárritu (2015), basada en el libro de Michel Punke (y en la que los osos Teddy tienen su desquite, vuelven ser feroces) y, sin duda, Corre con caballos la novela de Brian Burks (FCE, 2003) que recrea los últimos días de resistencia de los apaches chiracahua en Estados Unidos.
Tribu de excluidos. Nos llamaron parias y asesinos, Petirrojo. Pero somos hijos de la tierra y hermanos del hombre. Todas las tribus de la Sierra Nevada saben tan bien como nosotros que al grizzly se le vence sólo si el espíritu del grizzly está en paz contigo.
La relación con otras especies invierte su sentido antropocentrista habitual, aquí, como sucede con muchas culturas originarias en México, los humanos adoptan características de otros animales, desearían ser como ellos. Pienso igual en Mina de David Almond: «Mi siento en un árbol, canto como las aves, mi pico es pluma, mis cantos son poemas”, escribe la niña.
Y ser con ellos una misma tribu como en Al final de la línea de Marcelo Pimentel (FCE, 2016).

Los personajes históricos de Una tribu quieren quedarse en su valle, casi a toda costa. Cuando los han capturado para reubicarlos en una reserva consiguen escapar y regresar a su tierra. Allí está todo lo que pueden nombrar y lo que da sentido a su espíritu.
En el imaginario, Mowgli, igual que Tarzan, vive en la selva. Aunque sabemos que el niño indio finalmente se marchará para casarse. De hecho, en el poco conocido El segundo libro de la selva, publicado en 1895, justo un año después que el primero, vemos cómo, efectivamente, Mowgli abandona la selva porque ya tampoco se siente bienvenida en ésta. Sin embargo, sus amigos animales Kha, Bagheera, tres hermanos lobos y Baloo, ya un viejo oso ciego, se despiden de él cantándole cada uno una canción que termina siempre igual:
Bosque y agua, viento y árbol,
¡vaya contigo el Amparo de la Jungla!
En el resto de los versos lo invitan a que la jungla viva siempre dentro de él. Es posible que esta idea sea resultado del pensamiento decimonónico y romántico sobre el regreso a la Naturaleza y su protección. Tradición en la que mucho influiría también Henry David Thoreau con ensayos como Walden (1854) o «Caminar» (1862) en el que afirma: «Todo lo bueno es libre y salvaje», y que se ha ido refrescando con libros como El árbol (1949) de John Fowles, Una temporada en Tinker Creek (1974) de Annie Dillard e incluso Del natural (1988) de W. G. Sebald. Todos son títulos que siguen circulando en nuevas ediciones.
Y, como vimos, una tradición que la literatura infantil y juvenil mantiene muy vigente.
Otra lectura posible de las ideas de Jean-Jacques Rousseau se limita a exaltar este regreso a la Naturaleza que revisamos a lo largo de las tres entradas y principalmente en esta.
En su libro Ensoñaciones del paseante solitario (1782), Rousseau afirma que sólo experimentó una «verdadera felicidad» que «llenó su alma», al pasear solo en la Isla de Saint-Pierre, arriba de un bote a merced de la suave corriente o «sentado en los bancos de arena de un hermoso río susurrante».
Casi cien años después, en 1884, la vida vagabunda de Huckleberry Finn y Tom Sawyer en la Isla de Jackson, navegando en una balsa por el Misispi nos recordarían estas escenas.
Pero la idea de infancia de Mark Twain, se separa de la imagen cándida de Rousseau. Tom Sawyer y Huck no se consideran así mismos buenos e inocentes, ni parecen requerir de ninguna protección como demandaba Rousseau en sus escritos. A ello apostarán también escritoras como Astrid Lindgren con Pippi Calzaslargas (1945). Aquí podríamos trazar otra historia de niños y niñas rebeldes derivada de esta mirada sobre lo salvaje y las nuevas corrientes de pensamiento, sobre todo las psicológicas, que los reconocieron como sujetos con criterio propio.
Hoy siguen circulando libros que suscriben una de las caras de aquel mito del Buen Niño Salvaje e intentan domesticar al lector reavivando la dicotomía barbarie/civilidad de la que hablábamos en la primera entrada.
En contrapunto, otros muchos libros celebran todo lo indomable, ambiguo y desconocido que supone todavía la niñez y la juventud. Proponen un regreso, una nueva conexión con la Naturaleza menos bucólica, más realista, que refleja la complejidad emotiva de los personajes, como en Afuera o El huemul o la identidad de una cultura, como en Una tribu. O que sitúa a los lectores como exploradores científicos —que valoran sin explotar a la Naturaleza— en sofisticados libros informativos como El mundo natural o El hilo invisible de la naturaleza o alguno de los muchos inventarios ilustrados: animalarios, herbarios y atlas que circulan como parte de esa mapamanía de la industria editorial actual.
Desde la primera entrega contaba la historia de Los jóvenes náufragos de Black Lake Island (Barrie, 1901) ese enigmático libro del que sólo se imprimieron dos copias, una perdida —¿para siempre?— en un tren y otra hoy en la Beineckle Library de la Universidad de Yale. Allí el personaje de Peter escribe una introducción en la que aclara que decidió omitir en su narración del naufragio muchos datos relativos a la flora y fauna de la isla que había recopilado pero que pensó resultarían de poco interés para los lectores.
Seguro que a la tribu de lectores de este siglo les fascinaría leerlos.
Fascinante entrada! me gustaría leer la ponencia completa de Nodelman, siempre tan lúcido; lo leí, por primera vez, en «Todos somos censores».
Gracias por las recomendaciones.
Cariños!
Gabriela
Qué fascinante entrada! está ya la ponencia completa de Nodelman? me gustaría mucho leerla.
Intento suscribirme al blog y no puedo, hay que tener una cuenta en wordpress?
gracias!
Cariños!
Gabriela, Buenos Aires, Argentina
Hola, ¡qué buen artículo! Hace años que leí «Todos somos censores» y quedé sumamente impactada. Fue de los artículos más movilizantes que he leído. Agradezco que compartas noticias de él en el blog, por Uruguay no abunda información de su tarea.
¡Qué tema! Me dio gracia contarle a mi compañero, que no es tan amigable a la hora de evaluar un libro, acerca de la temática del blog: él detesta los animales que hablan, je.
Gracias por compartir esta riquísima entrada y espero novedades de ese congreso, si es posible subir la conferencia.
Beso
Hola, Gabriela, gracias a ti. Yo también llegué a «Todos somos censores» pero a raíz de que dirigía un círculo de lectura de «Libros prohibidos» en la Biblioteca Vasconcelos. Empezaba cada sesión diciendo «Todos censuramos» y algún participante me recomendó el increíble texto de Nodelman. Fue una sorpresa escucharlo en IBBY y muy refrescante. Hubo otras conferencias magistrales memorables, como la de Deborah Ellis y la de Gregory Maguire, pero ninguna tan arriesgada y poco complaciente como la de Nodelman. Me encantaría subir la ponencia o aunque sea la liga a donde sea que él la publique. Estaré pendiente para compartirla.
¡Abrazo grande!
Gracias! Excelente investigación. Y buena polémica!
Muchas gracias, qué bueno que te haya gustado. Es un tema apasionante. Sí, lo que plantea Nodelman da para pensar mucho. Mete a la LIJ en una discusión filosófica contemporánea. Espero poder compartir algún enlace a su conferencia cuando sea que la publique. ¡Saludos!